9. NOTA MENTAL: NO PERMITIR A MAXI BECK SALUDAR A IRIS

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BECK


Me cago en la puta, ¿qué coño ha pasado?

Elevo los brazos hasta mi cabeza y dejo que el peso de mis manos destense mis hombros. La mierda es que no son la única parte de mi cuerpo que está tensa. Soy una piedra en estos momentos, y no solo porque maxi Beck esté modo «quiero saludar al personal» sino porque la he cagado pero bien, y lo sé.

Lo sé yo, lo sabe mi cabeza y lo sabe la morena que acaba de salir del cuarto de recambios con Nate Scoll guardando su espalda.

Lo único claro que tengo en estos instantes es que necesito escuchar la voz de Asher con algún buen consejo que no me lleve a estrellarme en la primera curva del circuito. Él es la única clase de persona que conozco capaz de calmar el fuego sin que nadie salga herido, alguien que querrías siempre a tu lado cuando necesitas un consejo. Y yo en estos momentos ya estoy herido, mentalmente.

Herido no, Iris Stars me acaba de freír el cerebro con ese movimiento de lengua que...

¡MIERDA, JODER!

Mi puño impacta contra alguna de las piezas de reparación del coche. Ahora tengo una preocupación nueva, no necesitar ninguna de esas piezas porque las acabo de destrozar.

Busco el teléfono, la voz de Ash, la voz de la buena conciencia es lo que necesito es lo que...

Llevo puesto el mono de carrera y eso significa que ni teléfono móvil, ni nada de nada.

De lujo.

De puto lujo.

Me cago en todos los santos, muertos, fantasmas y en todo lo que se me pasa por la cabeza. Ahora más que nunca me encantaría que él pudiese estar aquí, que olvidase los demonios que le atan lejos de los demás y me hiciera entrar en razón.

Iris es un veneno más fuerte de lo que pensaba. En menos de dos horas he tenido celos de uno de los pocos amigos que tengo y he necesitado un consejo de Ash.

Culpo a la sonrisa maliciosa de Nate. Desde que me vio el ceño fruncido me ha apretado las tuercas con respecto a mi primastra hasta que he perdido el control. Y, por otro lado, Ash es responsable de mi falta de autocontrol por mí mismo por siempre tener la respuesta correcta en el momento adecuado.

Lo dicho, me ha jodido pero bien.

—¡Beck! ¿Qué cojones haces aquí? A la pista ¡ya!

Uno de los trabajadores de Aston Martin me está gritando desde la puerta y no soy capaz de mover ni uno de los músculos de mis piernas.

El entrenamiento libre ha ido como el culo. El monoplaza no tiene fiabilidad, los problemas cada vez son mayores y, aunque las pruebas durante toda la semana salen favorables, en el momento que alcanzamos el fin de semana de Gran Premio todo se va a la mierda. Para joder más los factores, he sido incapaz de concentrarme durante toda la sesión. Me he salido en una curva que tengo controlada desde que me dedico a esto. Era simple, entrar con bastante velocidad, reducir marchar y no tener prisa para acelerar de nuevo.

Aceleré demasiado pronto y me fui a la grava. Tuve suerte, si me hubiera ido contra el muro ya me podía despedir de la clasificación porque las piezas no hubieran estado cambiadas en tiempo récord, era imposible.

Con lo mal que estaban yendo los días previos, y con esa mierda de entrenamiento que había hecho, cuando entré en la sala de prensa sabía que los reporteros me iban a dar hasta en el carnet de identidad.

Uno de ellos, un viejo amigo que odiaba a todo aquel piloto que se dedicara a algo más que a las carreras, póngase como ejemplo a ser modelo o imagen para alguna marca comercial, empezó fuerte con una pregunta que nada tenía que ver conmigo. O sí.

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