15. EL LOBO FEROZ Y CAPERUCITA ROJA

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ASHER


Los días en los que puedo estar con Beck por norma general son buenos días. Y más si tras ello puedo acudir a la universidad. Sé que la mayoría de la gente de mi edad odia el proceso de ser estudiante, se quedarían solo con la parte de fiesta y descontrol. Ojo, me flipa esa parte, pero poder desconectar con el murmullo de los pasillos, olvidarme por un momento de las cuatro paredes de mi casa y estudiar la historia que otra peña dejó escrita me flipa a niveles estratosféricos. Cada vez que lo digo en voz alta Beck me mira con cara de estar loco.

—¿Estás seguro de que no prefieres quedarte hoy en casa? —pregunta por enésima vez cuando ambos salimos por la puerta trasera de mi casa.

La urbanización es de las mejores en las que he vivido. Fue él quien consiguió este pequeño apartamento con una parte trasera llena de vegetación.

La universidad me encanta, aunque no podría vivir en la residencia porque admiro la privacidad y respirar alrededor de la naturaleza. Es algo así como otro paso superior en la escala de lo que me despierta tranquilidad.

—Sí, hace unos días que no puedo acudir y lo echo de menos.

—Solo tú podrías echar de menos acudir a clase, tío.

Sonrío porque ya estoy acostumbrado a sus comentarios sobre este tema. Él nunca lo va a entender del mismo modo que yo no comprendo la necesidad que tiene de ponerse en peligro con un coche a toda hostia por un circuito cerrado.

—Nos vemos después —finalizo la conversación por ambos.

Me calzo el casco de la moto antes de que me pueda convencer para arrastrarme lejos de mi objetivo. No ha sido la primera vez que lo ha conseguido ni será la última. Escucho su risa cuando camino directo hacia la moto. Antes de que pueda accionar el motor él ya sale hecho una furia de la urbanización.

Alcanzo el edificio de piedra antigua de la universidad antes de lo esperado y juro que no me he saltado la velocidad establecida en ningún momento, pero por una extraña razón hoy no ha habido nada de tráfico. Veo el deportivo de Beck estacionado en la puerta, sin embargo, lo dejo atrás para acudir a la zona de aparcamiento de motos. Cuando me bajo no retiro el casco hasta que no reviso la hora.

Mierda, la clase ya ha comenzado.

Subo las escaleras que separan el aparcamiento de la entrada a las taquillas y corro todo lo que puedo. Odio llegar tarde a los lugares. No soporto la sensación de que los demás verifiquen cada uno de mis pasos y eso es algo que desde hace años no puedo evitar. Mi rostro llama la atención de todo aquel que se cruza conmigo.

—¡Ash! —escucho que me llaman cuando ya estaba corriendo con los libros en la mano.

Beck ha salido de los servicios y me insta a ir con él.

—¿En serio?

—Es necesario, joder.

Capto la mirada de necesidad que tiene y por eso mismo no me fijo en que no estoy solo en el pasillo, que alguien, otro rezagado, también llegaba tarde a clase.

Cierro la puerta de los aseos y me enfrento a la sonrisa y a los ojos grises de Beck.

—He tenido que firmar unos papeles, pero ya me piro. ¿Estarás bien?

—¿Te vas?

—Algo así, necesito unos días de tranquilidad.

—¿Es por Iris?

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