13. MI VIDA SE HA CONVERTIDO EN UNA TELENOVELA Y NO SOY CAPAZ DE APAGAR LA TELE

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IRIS


Poco se habla de los nervios que llevan instaurados en mi estómago desde la cena de ayer.

¿Qué pasó? Que soy imbécil y me dejé llevar por una pasión que en la vida he sentido. Una pasión fruto del enfado. ¿Cuándo me he dejado llevar así por las emociones? Nunca. Conocer otra versión de Beck no entraba dentro de mis planes. Odiarlo era sencillo, ahora bien, ¿mirar sus ojos teñidos por el brillo y tener ganas de abrazarlo? Eso no debería de haber ocurrido.

Llevamos menos de dos semanas conviviendo en la misma casa. Si al inicio ya estamos así, no me quiero imaginar cómo puede acabar esto.

—¿Iris, sigues ahí?

—Perdona Nate, sí.

Me ha llamado esta mañana para ir los dos juntos al paddock club antes que el resto. Me quiere enseñar los entresijos del garaje y, como ambos sabemos que Beck no lo hará y me hace una ilusión tremenda, él se ha ofrecido.

—Acabo de subir de desayunar. Si te parece bien me ducho y te espero en el hall.

—Claro.

La tensión se acumula en mi estómago cuando me doy cuenta de que, como no caiga un meteorito en medio del hotel, tendré que ver y odiar a Beck como lo hacía antes de ayer. Como lo sigo haciendo, pero ahora en mi pecho hay un rayito de esperanza.

Madre mía, tengo que cortar esta mierda cuanto antes.

***

Los momentos con Nate pasan como un borrón delante de mi cara. Es la mayor sorpresa que me he llevado desde que he llegado a Londres. Lo siento como un amigo de toda la vida. Tiene paciencia para explicarme cada detalle, aunque él ya lo conozca y lo haya visto mil veces. Me presenta a gente de diferentes clubs. Él tiene un lema, y es que nunca sabes quién se esconde detrás de un perfil y en este deporte tener un padrino o una madrina lo es todo.

Cuando nos encontramos a Ada con su hermana es el único momento en el que noto como la espalda de mi nuevo amigo se tensa. Creo que le gusta la pequeña de los Aston, pero no seré yo la que me meta en ese tema cuando le he comido la boca al tío que odio.

—Serías la primera mujer en muchísimos años en llegar. Alcanzarías la gloria solo por eso.

La conversación se ha iniciado cuando nos hemos encontrado en una sala, mejor dicho museo, de la historia de la Fórmula 1 que está disponible para todos los visitantes. Hay todo tipo de premios, cuadros, detalles, volantes, monos...

—Es un deporte de hombres y nadie quiere que eso cambie.

—El mundo ha cambiado, Iris.

Los grandes ojos azules de Nate inspiran confianza. Si los miro fijamente incluso podría considerar que sus palabras son ciertas.

—Los patrocinadores prefieren a los hombres y sin ellos no alcanzas nada. En este deporte sin dinero estás muerto.

—Como digo, el mundo está cambiando.

—Y tú eres demasiado soñador.

Un peligro para mi mente, todo sea dicho.

Dejamos atrás el museo y nos vamos directamente hacia el garaje de Beck y su compañero de equipo, un inglés que está a punto de retirarse aunque quiera alargar sus años de gloria.

Queda menos de una hora para que la carrera dé comienzo.

El box está a rebosar de gente, los mecánicos tienen que hacer malabarismos para caminar de un lado al otro del monoplaza. Alguno está seriamente agobiado, lo sé porque poco a poco voy conociendo todas las caras del equipo. Me gusta verlos trabajar, son cercanos, jóvenes y tienen muchas ganas de que los pilotos alcancen la gloria.

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