Capítulo 8

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Observo con duda mi cuerpo frente al espejo de cuerpo entero.

El vestido rojo pegado al cuerpo, hacia que las curvas de mi cuerpo resaltarán más, poseía un escote corazón haciendo resaltar mis pechos.

Me había puestos unos zapatos de tacón con estampado de leopardo , combiné con el vestido un bolso rojo que sería el que llevaría.

El pelo caía sobre mi espalda, totalmente liso. Me maquille con correcto, rubor, pestañas, cejas, un delineado y los labios con un labial rojo.

—Estas hermosa mi niña— me dice mi abuela sentada desde la cama. En los últimos días su salud había mejorado.

Yo le sonrió algo nerviosa.

No estaba acostumbrada a salir, ni mucho menos para una cita. Pero por algún motivo tenía ganas de asistir a ella.

—Ahh— suspiro mirándome por vigésima vez en el espejo.

Sin poder aguantar más le pregunto a mi abuela:

—Abue.. ¿de verdad me veo bien?

—Claro que si mi niña, pareces una diosa— dice mirándome, me es inevitable no sonreír ante el halago.

Nos quedamos en silencio hasta que ella lo rompe:

—Hera— pronuncia mi nombre con seriedad— no puedes vivir cohíbida por algo que pasó hace seis años, tienes que seguir adelante.

Parece que me leyó la mente, porque era lo que estaba pensando.

—Es que...

—Es que nada— suelta seria— eres joven, tines una vida por delante. Tienes que darte la oportunidad de conocer a personas, tanto para amigos como para una posible pareja... Ellos no volverán a acerté daño, ellos no volverán a por ti.

Tiemblo al recordar los últimos acontecimientos.

Hay abuela... ellos ya volvieron por mi.

Salgo de mis pensamientos al sentir el sonido de un coche pitando afuera de la casa. Me asomo por la ventana observando como Christian bajaba del coche, llendo hacia la puerta.

A los pocos segundos se escucha el sonido del timbre.

Voy hacia el tocador recogiendo mi bolso. Antes de bajar rápidamente le doy unas instrucciones a mi abuela sobre el cuidado de Aarón, una vez me despido de ella y de mi hijo me encamino hacia la puerta.

Abro está encontrándome a un nervioso Christian. Vestía de una camiseta blanca, con los primeros botones de esta abierta dándole un aire atractivo, unos pantalones de mezclilla negros, acompañdos de unas botas igual negras.

Tenía el pelo ligeramente desordenado y desprendía una ligera fragancia.

Se veía guapo... no lo iba a negar.

—Hola— le saludo, el se me quedo viendo embobado.

—Hola. Estás... estás hermosa— me halaga.

—Gracias— murmuro sintiendo mis mejillas calientes.

—Nos vamos— propone y asiento.

Me abre la puerta de su coche incitandome a entrar, lo hago y poco después el.

(...)

—Por aquí, por favor— nos indica la mesera, llevándonos hasta nuestra mesa.

—Gracias— le digo antes de que se retire. Christian y yo nos sentamos en nuestra silla, observando el lugar.

La música clásica sonaba en el lugar, el cual tenía aspecto elegante. Todo parecía salido de una película.

Sin poder aguantarme la curiosidad le pregunto a Christian:

—Como hisiste para poder conseguir una cita aquí... sin ofender claro.

—Tranquila— me dice con una sonrisa— un amigo mío es dueño del lugar, desde hace tiempo el quería que yo viniese a su restaurante, pero no se me presentaba la oportunidad.

—¿Y ya se te presento?— le pregunto con un dije de burla, arqueando una ceja.

No sé porque...pero me sentía más relajada, e incluso habladora.

—Si— se inclina apoyando los brazos sobre la mesa— una linda y despampanante rubio, cuyo nombre Iguala al de una diosa griega— me guiña un ojo coqueto.

Yo exploto en carcajadas sin poder evitarlo, el lo hace conmigo también.

—Hay dios mio— digo soltando pequeñas risas, de tanto reír se me salió una lágrima.

—Y no solo eso, sino que también...

Seguimos conversando hasta que nos traen la cena.

Cenamos entre risas y conversaciones, la verdad... no me la estaba pasando para nada mal, Christian era un hombre que sabía hacerte reír.

Eran como las diez y algo de la noche cuando volvimos a mi casa.

—Ahh, hacía tiempo que no me reía tanto— le digo bajando del coche.

—Pues me alegra haber sido el causante de tu risa— me dice apoyándose en el capo.

—Hera— me llama— me gustaría que.. de verdad, pudiéramos intentar tener algo— me mira fijamente.

Mi corazón empieza a latir más rápido. El continúa hablando.

—Tu me gustas desde el primer momento en que te conocí— al ver que me quedo callada sigue hablando:— si no quieres decirme que no para lastimarme está bien yo...

Lo corto.

—Podemos...— hablo nerviosa— seguir teniendo citas, y ver que va sucediendo.

El me mira impactado de que halla accedido.

—Yo.. estoy dispuesta a— respiro hondo, nerviosa— a intentar algo contigo.

El me ve sorprendido pero igual sonrie.

Charlamos unos minutos más antes de que el se tenga que ir, me despido de el con un beso en la mejilla sorprendiendolo.

Me quedo parada en la entrada de la casa observando como arrancaba su coche y se iba.

Entro a la casa con una sonrisa boba, apoyándome en la puerta.

Desde aquel suceso siempre tuve miedo del sexo masculino pero... no estaría mal intentar tener una relación.

Mi abuela tenía razón, ya había pasado tiempo y tenía que reacer mi vida.
















Consumida por una obsesión[#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora