Todo el mundo sabía de ella, quién era, a donde iba. Incluso, sabían quién fue su amor platónico durante tantos años.
Sabían que ese amor platónico no era correspondido, pues él era un español reconocido mundialmente.
Mientras que ella solo era una...
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DAILA REÍA Y REÍA JUNTO AURORA, la hermana de aquel niño con el que la pequeña de ojos miel, había intercambiado lazos tan fácilmente.
— ¡Pablo, te vas a caer!— Exclamó la madre de los niños.
Daila, miró a su amigo. Que en ese mismo momento yacía en el suelo con la cara en la arena del parque.
Corrió a donde se encontraba su amigo y le levantó la cabeza.
Pablo, escupió toda aquella arena que se le había metido a la boca por la caída.
La hermana del niño no pudo contenerse y empezó a reírse como loca.
Llegó la madre de Daila y ayudó a Pablo a levantarse.
— Cariño, tienes que tener más cuidado cuando juegues...— Lo regañó Belén.
— Perdón, mamá.— Se disculpó apenado.
Daila le extendió la mano. Pablo miraba con el ceño fruncido la mano de su amiga, como si tratara de descifrar que quería.
La pequeña, rodó los ojos y agarró la mano de Pablo por su cuenta al ver que no le hacía caso. Aunque era muy pequeña todavía, se notaba la poca paciencia que tenía para las cosas.
— ¿A donde vamos?— Preguntó Pablo.
— A echarte agua, estás lleno de arena.— Pablo la miró un poco embobado al ver como se preocupaba por él.
Por otro lado, los padres de Daila y Pablo, hablaban tranquilamente.
— La verdad es que Pablo es un niño muy bueno, aunque es listo cuando le conviene.— Aceptó, Pablo, el padre del pequeño.
— Daila es una niña muy tranquila. Antes me parece raro que esté jugando así con Pablo.— Explicó el padre de la pequeña.
Siguieron hablando por un largo rato, hasta que empezó a hacer fresco y decidieron irse a cenar todos juntos.
Aurora, estaba hablando con Daila.
Mientras, el pequeño Pablo estaba de brazos cruzados al ver como su hermana le estaba quitando a su amiga.
La madre de la pequeña Daila se dio cuenta y se acercó a Pablo.
— ¿Que te pasa, Pablito?
— Aurora me está quitando a Daila...— Aceptó.
La madre de la pequeña, rió ante la confesión del pequeño Pablo.
— No rey, solo están hablando cosas de chicas, como mmmmm... secretos.— Murmuró.
