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Michiro

Aquel sentimiento de alegría que surcaba mi pecho era sencillamente indescriptible. Saber que oficialmente Ban y yo éramos pareja me creaba un sentimiento cálido y vergonzoso que me hacía ridículamente feliz.

Ya había terminado mi semana de entrenamiento con él, por lo que ahora estaba aprendiendo de Meliodas. Lo que me dejaba a merced de sus burlas y bromas pesadas sobre lo melosos que éramos a ojos del rubio.

Sinceramente me importaba más bien poco.

Había acabado mi horario de entrenamiento, por lo que ambos nos adentramos con cansancio a la Taberna, yo más exhausta que el capitán.

— Ya estamos de vuelta. — Dijo el contrario.

Comencé a escuchar unos pares de pisadas bajar las escaleras, provenientes del resto de nuestros compañeros. Lo que me extrañó fue el no ver a Ban entre ellos.

— ¿Cómo os fue?

— Ha mejorado mucho más rápido de lo que esperaba, en realidad. Me recuerda a tí cuando eras algo más pequeña, Diane.

Hubo un punto en el que dejé de escuchar lo que estaban diciendo, ya que me estaba centrando en suponer dónde se encontraba mi ahora novio.

— Está esperándote en el camino hacia Liones. — Me sorprendió saber que Gowther me leyó la mente, pero su gesto calmado logró tranquilizarme también. — Sus palabras textuales fueron que te arregles un poco, aunque ya estás guapa de por sí.

Algo sonrojada, asentí, dirigiéndome hasta las escaleras por dónde ellos bajaron con la mirada de los presentes en mi nuca.

Me dirigí hasta mi habitación, cerrando la puerta de esta para comenzar mi indecisión sobre qué ponerme.

Definitivamente debería haber previsto que al ser tan tarde haría frio y que aquel vestido corto no era la mejor opción

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Definitivamente debería haber previsto que al ser tan tarde haría frio y que aquel vestido corto no era la mejor opción. Mucho menos los tacones que iban a conjunto.

Sin embargo, ya era demasiado tarde para arrepentirme.

Iba siguiendo a ciegas el camino de piedras que seguía la dirección hacia la capital, atenta a no sólo caerme, sino también a buscar la silueta de Ban.

Estaba sufriendo de sobremanera por lo apretados que eran los tacones, lo que me distraía del sonido leve de las ramas crujir bajo algunas pisadas.

De un momento a otro sentí como una mano me rodeó la cintura, lo que no sólo me sobresaltó, sino que automáticamente activó mi sentido de seguridad.

Rápidamente tomé aquel brazo, lanzándolo sobre mi misma para estamparlo contra el suelo. Al ver de quién era me tapé la boca, ocultando mi risa y mi sorpresa.

— Auch. — Pronunció entre más quejidos.

— Perdón, pensé que eras alguien desconocido.

— Ya, parte de la culpa es mía por saludarte así.

Le ofrecí mi mano para que se levantara, pero en lugar de eso se arrodilló y la tomó para besarla.

— Te extrañé.

— Nos vimos hace menos de 10 horas.

— ¿Y? El tiempo sin tí es mucho más lento de lo que crees, nena. — Aquel apodo no dejaba de sonrojarme por mucho que me lo repitiera. Eso él lo sabía muy bien, por eso sonreía con orgullo cada que miraba hacia abajo con vergüenza.

— ¿Qué era eso que me querías enseñar? ¿Y porqué vas tan elegante? — No me había fijado hasta ese momento al conjunto que llevaba. Una camisa negra con un escote provocado por los botones que dejaba sin abrochar y con las mangas arremangadas y el pantalón de vestir blanco que mágicamente no se había manchado luego de haberse movido por la tierra.

— Ya lo verás.

Se levantó del suelo, aún con mi mano entre la suya, para guiarme entre los árboles.

Habían múltiples candelabros colocados, y un camino de velas que seguíamos mientras yo admiraba su figura trasera.

— Deja de mirarme el culo, cariño.

— ¡N-No estaba haciendo eso!

Su murmuro burlón logró su cometido: chincharme.

Rodé los ojos, sonriente dado el ambiente tan acogedor que se formaba entre nosotros dos. Lograba alegrarme siempre, independientemente de mi estado previo.

— Muy bien, necesito que cierres los ojos, ¿vale, nena? — Asentí, llevando mi mano izquierda que seguía libre hasta mis ojos, para tapar completamente mi vista. — Gracias, amor.

A continuación fuimos andando más despacio, él atento a guiarme correctamente, y yo atenta a evitar alguna mala pisada o alguna estupidez que sólo mí y a mi mala suerte nos podría ocurrir.

Estuvimos andando un rato; mas corto de lo que imaginé.

— Ya hemos llegado, pero aún no puedes ver. Yo te aviso cuando puedas, de momento sigue mis consejos, ¿bien?

Nuevamente asentí, sintiendo que segundos después sus manos me tomaban de la cintura y me guiaban hacia abajo, probablemente indicando que me sentase.

Tras estas sobre una manta bastante suave, él me siguió, extendiendo sus brazos hacia atrás para estat más cómodo mientras me reposaba la cabeza en sus piernas.

Comenzó a acariciar con sutileza el pelo, provocando unas placenteras cosquillas que me recorrían toda la espina.

— ¿Sabes? Estuve ansiando este momento por mucho tiempo.

— ¿Ah sí? ¿Recuerdas cuánto?

— Hmmh... No sabría decirte. Desde que te conocí me llamaste la atención; esas tetas son difíciles de ignorar. — Me sonrojé, golpeándole la pierna con una falsa indignación, lo que me sacó alguna carcajada. — Pero a nivel romántico, supongo que un par de días o semanas después. Tardé algo de tiempo en conocer y aceptar mis sentimientos; me sentía algo culpable ya que aún no había superado el trauma luego de la muerte de Elaine.

Aunque él no pudiera verlo, pues el ángulo y la posición no ayudaban a ello, sonreí con ternura. Ya era consciente de que él fue quién se enamoró primero, pero no de que se hubiera esforzado tanto por amarme únicamente a mí.

Me hacía sentir especial, de alguna forma.

— ¿Y tú?

— Yo... Estuve algo de tiempo confusa. No desde que nos conocimos, sino igual un mes o cosa así más adelante. Comenzaba a sentir nervios en mi barriga y tu compañía me hacía muy feliz. Supe que te amaba cuándo te fuiste por la expulsión de Meliodas; me costó demasiado vivir sin tí.

Hubo un momento en el que sus caricias se detuvieron, pero continuaron su cometido en poco tiempo. Seguramente fuera la sorpresa de mi respuesta.

Estuvimos un rato en un silencio muy tierno. Él acariciándome, y yo reposando en sus piernas. Por lo menos estuvimos así hasta que él habló.

— Corre, ya puedes ver.

Me destapé los ojos, ansiosa por ver qué era lo que Ban quería enseñarme. Tan pronto como lo hice, los abrí con sorpresa, pues no me esperaba ver tan cantidad de estrellas, y mucho menos que hubiera tantas fugaces.

Una lluvia de estrellas.

— ¿Te gusta...?

— ¿Bromeas? Es una maravilla, amor. Es lo más bonito que alguna vez han hecho por mí.

Me reincorporé, acercándome a él cuándo ya estuve sentada, para apoyar mi cabeza en su hombro y que el reposara la suya sobre la mía.

Así estuvimos ambos, observando el cielo y sus estrellas, hasta quedarnos dormidos abrazados.

「 𝐓𝗋𝖺𝗍𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖣𝖾 𝐄𝗇𝖺𝗆𝗈𝗋𝖺𝗋𝗍𝖾 」- Ban × Female Reader -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora