Mujer de compañía

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Al abrir la puerta la vi, morena, con el cabello negro y liso como ala de cuervo; ojos azules, profundos helados e impenetrables. Labios gruesos sensuales, rojo sangre, cuello largo y fino tan bronceado que me hubiera parecido mulato y no se veía nada mas.

El resto lo escondía bajo un inmenso abrigo de paño que le llegaba hasta las botas de tacón fino que cubrían sus pies. Al verla me recordó el frio que debía hacer en la calle, pues en mi casa tenía la calefacción a tope.

Y lo único que cubría mi cuerpo era una camiseta justa que había recortado casi hasta el nacimiento de los pechos y un sensual tanga de encaje que marcaba una profunda v en mi vientre. Inmediatamente le dije:

-Dame el abrigo.

Lo desabotonó despacio como para retrasar la contemplación de su cuerpo. Debajo tenía unos vaqueros tan ajustados que parecían pintados sobre su cadera y un jersey de cuello alto, también apretado. En el que se marcaban perfectamente los duros pezones en las cónicas y marmóreas tetas.

Coloqué la prenda en el perchero mientras le indicaba el camino del salón para que ella fuera delante y poder contemplarla a mi placer desde todos los ángulos. Su culo era simplemente perfecto con forma de pera en una cintura estrechita.

Como explicación a todo esto diré que me había entrado el morbo de probar el sexo con otra mujer. Como no me sabría desenvolver bien en el ambiente, ni quería perder el tiempo ligando. Me decidí a consultar la sección de contactos de un periódico.

Hice una selección de lo que ofrecían buscando aquello que podría resultar mas agradable. Fui llamando preguntando si querían hacerlo con otra chica y si vendría a casa a pasar la noche conmigo.

Al final de todo ese proceso me había quedado con ella, Belle como quería que la llamara y por fin la tenía sentada en mi sofá.

No quería que fuera algo frio, que folláramos, la pagara y se fuera. Quería algo mas tierno, dormir con ella y aunque todo eso ya se lo había explicado por teléfono se lo repetí entonces.

-Quiero que te quedes toda la noche. Hacerlo con calma, disfrutar de nuestros cuerpos.

Ella sonriendo me besó suavemente en los labios y me dijo que no tenía ningún compromiso mas que conmigo y ninguna prisa. Que ya había aceptado esas condiciones y que solo deseaba hacerme feliz. Como publicista la chica no tenía precio y sé de lo que hablo.

-No te preocupes, te he reservado la noche. Y si estamos a gusto parte de la mañana, ahora que te veo. Ya me lo dijiste cuando hablamos.

-¿Has estado con más mujeres?

-Sí, me encanta tener clientas. La mujer es diferente al hombre al hacer el amor y cada una es algo nuevo.

Me interesé en si tenía mucha experiencia con chicas y con esa enigmática sonrisa suya de medio lado me contestó que alguna. Pero que eso no era importante, que cada nueva mujer es un nuevo descubrimiento.

En toda la conversación no separaba sus manos de las mías que descansaban sobre mi muslo doblado sobre el cojín. Se estaba ganando mi confianza y yo tenía ganas de ver más de su cuerpo.

Le pregunté si no tenía calor y le propuse que se pusiera más cómoda. Así conseguí que se sacara las botas, calcetines y los vaqueros. Esto último nos costó mas debido a lo pegados que los llevaba. En el proceso nos echamos unas risas.

Su minúsculo tanga era apenas un rombo sobre su monte de venus sujeto con tres cordoncillos que se juntaban en un solo elástico un poco mas arriba y descubría su pubis casi al completo. Un monte de venus sin un solo pelo. Me dijo:

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⏰ Última actualización: Sep 11, 2023 ⏰

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