Prólogo

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                  El intento de respirar ahogando hasta el último aliento que conseguía prolongar, una y otra vez. El fuerte dolor de desgarro sobre el lado izquierdo de mi pecho al intentar incorporarme, como si el corazón me saliera por la boca (claros síntomas de un posible "ataque cardíaco"). Me hizo abrir los ojos de par en par, sintiendo que el amanecer del mundo se había paralizado bajo mis pies, dejando un habitáculo casi sin oxígeno para rellenar mis débiles pulmones. Mi inestabilidad era indescriptiblemente obvia, mis piernas temblaban a la vez que se ponían rígidas y firmes pisando con mis pies desnudos la fresca hierba del lugar. Mis cinco sentidos que acababan de cobrar vida se estaban poniendo en guardia, tapados bajo el manto del enigma a lo desconocido. Una oleada de preguntas invadía mi mente; la cual parecía haberme abandonado dejando un recipiente vacío aislado al exterior (nada entraba y nada salía de él). A escasos minutos, segundos o quizá milésimas, empecé a sentir como el corazón volvía a caber en su pequeño hueco hecho a medida, del que había intentado el amago de salir sin piedad alguna. Atónita miraba a mi alrededor << ¿estaba sola?>> no hacía falta responder, aunque mi cuerpo débilmente seguía en guardia preparado para cualquier cosa. El intenso olor a hierba mojada que cubría el aire, los árboles que me rodeaban, el fulgor de los cantares de los diversos pájaros, me daban la pista de estar en un maravilloso bosque. En el cual un viento soplaba helado y sentía como mi cuerpo se estaba congelando lentamente. Solo llevaba puesto un camisón blanco que me cubría hasta las rodillas con letras, números y símbolos dibujados en un color rojizo, mi melena pelirroja caía suavemente sobre mis hombros, de un modo delicado y sutil. No había nada cubriéndome los pies, así que sentía todo lo que había debajo de ellos. Intentando no entrar en una posible hipotermia, me abrazaba a mi misma, moviendo las manos de arriba abajo para entrar en calor. Seguidamente una rebelión interna de necesidad me estaba atacando, mi garganta pedía a gritos ser hidratada con cualquier líquido, mi lengua acartonada, mis labios secos y cortados; probablemente dañados por los rayos ultravioletas del sol, los acompañaban. <<Sed, tengo sed, mucha sed>> rebotaba en el espacio hueco de mi mente. Mi visión intentaba capturar cualquier signo de agua, miraba a ambos lados, pero la verde alborada no me dejaba ver más allá de dónde estaba. Así que me dispuse a agudizar el sentido audífono y dejarme llevar por si oía algo en particular. A escasos momentos pude sentir la circulación abundante de agua a pocos metros de mi. Enfoqué mi mirada hacia su ubicación e intenté correr, pero seguía muy vulnerable, aunque firme a la idea de no parar hasta llegar. Mi pie derecho parecía retroceder, mientras que el izquierdo tiraba de él, algo no funcionaba bien por ahí abajo, pero yo seguía insistiendo. De repente sentí como caía al abismo, un empujón hacía el camino que ahora estaba en mi cara. << ¿Me he caído?>> una mezcla de arena, piedras y hierba cubrían mi rostro. He intenté ponerme de nuevo en pie y proseguir. Pero el sonido de una gota al caer y el leve dolor que sentía en mi muñeca izquierda me hizo permanecer unos segundos más quieta. Tenía dibujada varias líneas de sangre ocasionadas por el golpe. Al verlo mi corazón empezó a latir cada vez más fuerte, de nuevo empezaba a sentir como quería escapar de su agujero. << ¡Bebe!>> una voz interna me ordenó. << ¡Bebe! Bebe y sacia tu sed>> la misma voz interna me gritó de nuevo. Mi visión intentó enfocar sólo las heridas. No me dio tiempo a reaccionar, sin pensarlo, mi cuerpo ya estaba bebiendo de ellas, movido por la inercia. Al terminar volví a caer rendida al suelo, lo único que me resultaba demasiado familiar en ese concreto momento << ¿Cuánto tiempo llevo aquí?>> no recordaba como había terminado en ese extraño lugar y con esas condiciones tan desfavorables, realmente parecía tener una grave amnesia en general. Pero eso no me preocupaba por ahora, por fin estaba consiguiendo respirar moderadamente, estableciendo un pacto de tranquilidad con mi yo interno y externo. El cielo azul celeste situado sobre mí, me envolvía junto con el movimiento de sus nubes casi hipnotizantes, dejándome inerte. Pero ese estado de hibernación duró menos que todo lo anterior, mi mente empezó a disparar flechas a ambos lados de mi cabeza. El dolor profundamente insoportable hizo que brotaran de mis ojos marrones una ácida lluvia de lagrimas << ¡Enferma, estoy enferma!>> pensé, apenas podía divisar la clara piel de mis manos, estaban cubiertas de sangre.

                - ¡Ainhoa! ¿Puedes oírme? - una voz dulcemente delicada gritaba a través de la alta alborada de mi alrededor que me hizo captar toda mí atención.


               -¡Ainhoa, Ainhoa, Ainhoa! Aquí estás mi amor- me abrazó con fuerza mientras seguía shockeada por el nuevo despertar.

               - ¿Estás bien? Sí estás bien-me preguntó y se contestó así misma mientras me miraba de arriba abajo comprobando que tuviera todas las partes de mi cuerpo intactas.


                 - ¿Sabes quién soy? Me recuerdas ¿No?- la mire atónita sincronizando todos mis pensamientos, sí, sé quién eres, quizá te ame más de lo que podría reconocer, pero no podía gesticular palabra alguna. Deseo besarte, pero no puedo. Luz detuvo sus manos en mis caderas y se inclinó hacia mí, ella inhaló bruscamente el poco aire que quedaba entre nosotras.- Te quiero- dijo susurrándome. Casi en trance, alargó su mano hacia su boca y con la yema de los dedos rozo su lengua, seguidamente los dejó caer con suavidad sobre mis labios secos- ¡oh, Ainhoa!- dijo mientras suspiraba entrecortado cerrando los ojos y abriéndolos lentamente mientras me volvía a recorrer todo el cuerpo que podía alcanzar su vista con la mirada. El deseo de devorarme también brillaba en sus ojos marrones. A mí se me puso la piel de gallina, era como si me estuviera desnudando poco a poco sin tocarme. El estómago se me encogió, empezó a entrarme un calor insoportable notando como pequeñas descargas eléctricas subían por el interior de mis muslos. Cerré los ojos y sentí su respiración agitada caliente en mi nariz. Cómplice de mis ardientes deseos, se acercó a mis labios secos y me besó, fue un beso, delicado, suave, un beso de los que siempre te acuerdas por el simplemente gesto tan bondadoso con el que nos fundimos.


             De repente, escuché como los pequeños trozos de tallos secos en el suelo crujían, no pude ver quién había cerca de nosotras, solo escuché como una flecha atravesaba el corazón de mi querida amada y está se desvanecía frente a mí, rodeada de un gran charco de sangre.


              - ¡NOOOOOOO!- logré gritar con todas las fuerzas desgarrándome la garganta y contrayendo los pulmones. No paraba de brotar lágrimas de dolor de mis ojos mientras la abrazaba fuertemente contra mi pecho. Su cuerpo ya casi cadavérico empezaba a ponerse frío entre mis brazos cálidos.

             Me niego a renunciar a ti, no me puedes abandonar tan pronto. Luz, mi amada Luz. Te prometo, que nos cruzaremos de nuevo, porque no, no hemos vivido el tiempo suficiente para separarnos. Te juro, o más bien, me juro a mí misma, que esto es solo una pausa en nuestra vida. No, no, no y no, nuestra historia no puede tener un final, porque todavía no se ha empezado a contar...

Nunca apagues la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora