Capítulo 5: La luz azul

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(POV- Ainhoa)

               Abrí y cerré los ojos repetidamente. Entonces me percaté de que estaba parada de pie delante de la puerta. Estaba con las manos en cruz sujetando dos de las cuatro paredes de mi baño pequeño y angosto. Estaba constantemente respirando agitada mientras mantenía la cabeza baja. Todavía resonaba en mi mente el eco de los gemidos de luz. ¡Oh, Dios mío! Los pude sentir igual que los míos.

              <<¿Cómo podía ser que estuviera de nuevo en ese hueco sola?>> <<Aún podía sentir la saliva caliente de mi querida morena entrar en mi boca>> Recordé entonces, que no hace mucho había leído en una revista de cosmología sobre que el tiempo no es línea, que hay múltiples universos que se reflejan entre sí. Que todo puede estar unido junto a la reencarnación del alma. <<¿Quizá tenga algo que ver con la aparición de Luz?>> <<¿Se estaba sincronizando mis deseos en la realidad?>> Sonreí de placer. Solo podía pensar en una cosa. La experiencia que acababa de vivir, sinceramente no me importaba si era real o no, o si se estaba viviendo algún tipo de cohesión al mismo tiempo en otra parte del universo. Lo que sí tenía claro en estos momentos, es que, me encantó revivir esta experiencia de sentir su piel con piel, el vaivén de nuestras lenguas, nuestros dedos buscando el mejor asentamiento en el cuerpo esperando para esprintar de nuevo para conseguir la próxima meta. Su mente parecía que empezaba a recordar cierto recorrido en mi. Abrumadoramente rápida, mortificando dulcemente mis ardientes deseos de devorarla, cayendo juntas en la sumisión de la otra.

             Mientras reflexionaba en mis pensamientos tratando de encontrar una explicación racional para la locura que acaba de experimentar, escuché a Menchu comentarle a Luz que había una mancha de color verde en su camisa. De repente, mis sentidos se agudizaron completamente. Luego tomé la decisión de salir con el objetivo de reunirme nuevamente con ella y revivir aquel pequeño detalle que recordaba con gran emoción.

           -Anda tú también estás aquí Ainhoa- me dijo Menchu casi sorprendida mientras me acercaba al lavabo- reunión de chicas, que bien- se frotó las manos sonriendo mirándome.

           -¿No tienes trabajo que hacer?- le pregunté con la esperanza de que se marchara y nos diera la oportunidad de tener otro encuentro similar al anterior. En este momento, no era necesario que estuviera presente.

             -Bueno sí, pero he venido para a ver cómo estaba Luz- dijo mientras se giraba a peinarse en el espejo intentando ignorar que la estaba echando.

            -¿No la ves que está bien?- le volví a contestar más seriamente a la misma vez que señalaba con mi mano y brazo izquierdo a mi morena.

           -Claro, después de estar ahí descargando veinte minutos sin parar- empezó a reírse a carcajadas mirándola cómplice de que Luz respondiera su demanda.

           -Lo he pasado fatal, pero ya estoy bien, tampoco hace falta que recordemos el tiempo- le devolvió una leve sonrisa a la vez que levantaba las cejas e inclinaba la cabeza hacia ella.

            -Tranquila mujer, aquí nos tomamos el humor de buena manera. ¿A que sí jefa?- me dio un golpe con el codo en un intento de hacer más agradable nuestra situación de conflictos o discrepancias. Le obsequié mi mirada más intensa. Le estaba disparando a quemar ropa sin ninguna contemplación.

            -No me mires así y menos sin pintura en los labios- se atrevió a decirme Menchu mientras levantaba su mano con un pintalabios intentando que lo tomara- que no te puedo tomar en serio como jefa. Es que, de verdad hijas que, que poco os ha durado a las dos el vuestro, el mío, del chino, de un euro, y mirad lo bueno que me ha salido- me hizo sonreír vagamente, así que lo cogí, me giré una milésima de segundo hacia Luz para verle los labios y volví frente al espejo para aplicarme el labial. Qué coincidencia, ambas necesitábamos más color, como si al besarnos en esa extraña imagen, o lo que sea realmente, nos hubiéramos despojado de cualquier rastro de pintalabios que teníamos. De manera gradual, nuestro raro encuentro comenzaba a tomar vida.

Nunca apagues la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora