Capítulo 1: Mi normalidad

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(POV-Luz)

             Otra vez más, desperté sobresaltada bañada en el agrio sudor con el débil recuerdo de haber vivido en la vida real un extraño sueño anteriormente. Mi cuerpo estaba tomando por costumbre revivir después de dormir en cada abrir de ojos, esa brusca manera de simulación de estar muerta y volver a la vida. Que mal despertar para muchos, para mí, mi nueva normalidad, seguramente mientras duermo, mi alma le da por viajar a otras dimensiones o eso, dice en sus libros el psiquiatra Weiss. Almas, almas viejas que viajan a lo largo del tiempo. La mía, por su forma de abandonarme cada noche parece que se olvida que sigo viva todavía. Mi mente amnésica en ocasiones le acompaña sumergiéndose en concretos pensamientos que me hacen reflexionar sobre que:

            <<Cada día al despertar sentimos como si empezáramos de nuevo, tratando de ser quienes realmente somos, aunque a veces queramos rendirnos en el intento, sin apenas haber hecho el amago de bajar el pie de la cama y apoyarlo en el frío suelo. A mí, me gusta quedarme ahí, en la casilla de salida, cuando el reloj marca la hora justa para arrancar y no puedo evitar estar tranquila tumbada en la oscuridad, no puedo evitar sentir la calma en lo más oscuro de la habitación, concentrándome para escuchar solo los latidos de mi corazón hambriento. En ese efímero momento es donde entiendo que, en la oscuridad, también hay vida...>>

             El sonido de la alarma del móvil me saco bruscamente de mis pensamientos. Al ver la hora me di cuenta que tenía poco tiempo para saltar de la cama y empezar con todo el ritual que una mujer necesita para salir decentemente a la calle. En un abrir y cerrar de ojos, la habitación se había convertido en una yincana. Muchas cosas estaban por el medio, que me impedía coger lo que necesitaba. Por un lado, tenia ropa sucia, tan sucia, que la mayoría se había compactado de tal manera que parecían objetos de decoración de la habitación. Por otro, tenía demasiados libros por donde parará la vista, algunos yacían apilados como si fueran parte de los cimientos, sujetando el techo para que no se derrumbase.

            (Golpearon fuertemente la puerta de la habitación)

           - ¡Luz! Venga arriba, levántate, que vas a llegar tarde al primer día de curro - dice una voz en off muy conocida detrás de la puerta.

           -Sí, mamá, ya voy- le conteste mientras me ponía el traje chaqueta y salía corriendo hacia la cocina donde mi querida madre había preparado pescado en salsa verde para cenar, sin duda, una delicia para el paladar.

         - ¿Ya son las 21:00? ¡Oh, shit! - dije mientras probaba un poco de pescado. Ya era demasiado tarde para quedarme a cenar algo tan rico, que era digno de saborear durante mucho tiempo, la boca se me hacía agua solo de pensarlo.

           -Luz, la boca- me dijo mi madre mirándome frunciendo el ceño.

           -Pero si es en inglés- le dije un poco en tono vacilante.

           -Ah, y en inglés te piensas tú que es menos grosero ¿no? - volvió a fruncir el ceño y me miró desafiante.

          -Lo siento mamá- me acerque a su mejilla para darle un suave beso que amenizará las tensiones del momento- es la euforia del primer día y de que ya he perdido el bus.

          -Corre, anda, corre y coge mi coche- regalándome una leve sonrisa.

          -Gracias mamá, te quiero mucho- le volví a dar otro beso de agradecimiento.

            Mientras conducía hacia el Museo Irel de Leroy de Vera, me iba arrepintiendo de haber elegido el turno de noche << ¿Quién pide ser fija en el turno de noche? Nadie, Luz, nadie, sólo tú. Y claro, luego seré un alma en pena durante el día y no haré nada de lo que quiero hacer. Si ya me conozco yo, si ya me conozco. Espero que por lo menos el plus nocturno sea una buena recompensa para aguantar a mí nuevo amigo el insomnio>>.

Nunca apagues la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora