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1962

Corría una nueva década y una nueva vida para mí luego de cumplir la mayoría de edad y finalmente salir del orfanato donde me habían abandonado con horas de nacida. Nunca fui adoptada, la Madre Superiora decía que era porque Dios tenía otros planes para mí porque desde muy temprana edad mostré interés por la religión que nos imponían. Los domingos por la mañana teníamos que ir a misa y yo adoraba ayudar a las demás hermanas a preparar la reunión, siempre participé en la mayor cantidad de actividades que podía dentro del templo. En la iglesia sentía que tenía un espacio, tenía un hogar de verdad y en ese entonces me gustaba imaginar que todos éramos una gran familia, era lo que me mantenía con los pies sobre la tierra. 

Cuando llegué fui bautizada como todos los niños en las mismas condiciones que yo, luego de mayores teníamos que tomar la comunión, también ya casi en la adultez debíamos confirmar nuestra iniciación en la vida cristiana, ya cumpliendo con el tercer sacramento. Nadie lo cuestionaba, todos hacíamos lo que nos inculcaban, pero yo sentía algo diferente, yo adoraba la vida que llevábamos independientemente de que jamás sentí el amor de un hogar, Dios era mi hogar y me refugié en lo que decían de Él en la escuela. 

No sé cuántas veces le rogué a Dios que quería que una familia me adoptara, que yo me portaría bien y sería una buena niña si lograba conseguir un hogar amoroso, un lugar donde sea feliz, pero jamás escuchó mis súplicas. Supuse que Dios estaba demasiado ocupado como para cumplir los caprichos de una niña o no lo deseaba lo suficiente. 

Cuando ya era hora de partir para darle mi lugar a otro niño sin familia, no tenía muchas opciones, tener una profesión no era para nada fácil y más con los escasos recursos que disponía. Jamás cruzó por mi mente ser maestra, enfermera o algo de eso, yo quería ser como las monjas con las que crecí y eso bastaba, yo quería seguir el camino de la iglesia. A los diez años me decidí por servir a Dios el resto de mi vida. Fui a la escuela y terminé mis estudios, en paralelo también ayudaba al Padre JumSeok, quien también estaba con las demás hermanas que me impulsaron a ser como ellas. Allí aprendí a cocinar, también me encargaba de las donaciones y del comedor comunitario que teníamos en el pueblo, me rompía el corazón ver las caras de los niños cuando recibían un plato de comida. 

La Madre Superiora hizo todo lo que tenía a su alcance, usó sus contactos para que yo recibiera la mejor educación en esta nueva etapa y eso significaba salir del pueblo, irme a otro internado. Hice mi noviciado en una ciudad en la otra punta del país mientras que mis amigas se movieron a la Capital cuando salieron. No conocía a nadie ni nada de aquí, era la primera vez en dos décadas que viajaba tan lejos de lo que llamé casa por mucho tiempo. La Madre Superiora arregló todo para que yo estuviera cómoda a pesar de la distancia. No me disgustaba el lugar, todas eran muy amables conmigo y todas estábamos en la misma situación; Lejos de casa y sin conocer a nadie y luego de meses, el Padre JumSeok, quien me había acompañado desde el orfanato hasta el final de mi noviciado por recomendación de la Madre Superiora, y yo partimos a la Capital, estaba emocionada por los proyectos que el Padre me había contado en el tren. 

Mi primera amiga dentro del noviciado fue Kim JiSoo, quien también vino conmigo , ella era tan dulce como una tarde de primavera, era amable y muy comprensiva, parecía venir de buena familia por su comportamiento, sin embargo yo parecía salía del barranco, sentí vergüenza por mi forma de ser, mi forma de expresarme era muy pordiosero aunque a ella no parecía importarle mucho. También otras chicas se integraron a nuestro grupo, pero no teníamos un vínculo tan fuerte como el que tenía con SooYoung y YeRim, ambas amistades que arrastraba desde el orfanato. Yo fui la primera en llegar, SooYoung llegó unos pocos años después, llegó siendo una niña, YeRim era tan solo una bebé cuando cayó en manos de las monjas. SooYoung trabajaba como cajera en el mercado de la ciudad y de noche vivía de fiesta en fiesta codeándose con hombres de la alta sociedad aprovechándose de ellos con su distintiva belleza y esbelta figura, ella soñaba con ser actriz, irse a Hollywood con las grandes estrellas mientras que YeRim trabajaba en un bar donde cuando caía el sol se asomaba la vida galante, o eso me contaban mis colegas.

𝐑𝐄𝐋𝐈𝐆𝐈𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora