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“Pero ahora no soy yo quien lo hace, sino que el mal dentro de mí, el pecado en mi corazón que me domina; porque no quiero hacer el mal, pero no puedo dejar de hacerlo”

Un café no significaba nada, ¿verdad? Podía ser su amiga y además dijo que si aceptaba iba a dejarme en paz o es pensaba, en mi mente todo esto iba a funcionar a mi favor. La situación con JooHyun la relacionaba con mi amistad con YeRim y SooYoung, pero no, JooHyun y yo nunca fuimos amigas, ni podríamos serlo.

Estaba en la plaza, donde habíamos acordado, en un café no muy concurrido, parecía viejo y olvidado, pero era pintoresco a su manera. Era de tarde, las hojas de otoño empezaban a caer, el verano se estaba retirando y lo notabas a tu alrededor. Estaba nerviosa, muy nerviosa de verla y tener que fingir que tenerla cerca no me causaba un huracán de emociones internas

Yo dudé durante todo el día, estaba entre ir o no, me asustaban mis propios sentimientos, ni siquiera sabía qué era lo que sentía. Conociendo a JooHyun, ella en todo momento estuvo decidida desde la primera vez que me vió.

— Señorita, ¿lista para ordenar? — El camarero me nubló la mente, tuve que volver a tierra. Yo lo miré, pestañeé un par de veces y negué. — ¿Espera a alguien?

En cuando escuché la campana de la puerta, supe que se trataba de ella. Todos en la habitación voltearon a verla, eran gente muy mayor, pero de todas formas ella siempre cautivaba la mirada de todos con su gatuna forma de caminar. Sus ojos me encontraron y sonrió. Ese día no se veía tan Irene, era JooHyun quien estaba frente a mí, su maquillaje era leve, un suave rosa viejo y su vestido cubría su escote y tapaba sus rodillas, zapatos cerrados, pero siempre altos. Lo sé, sonará extraño decirlo de esa manera, pero estoy segura que Irene y JooHyun eran personas muy diferentes, como si se tratara de dos personas en un mismo cuerpo. Irene me deseaba, pero JooHyun, JooHyun me quería. No me percaté que en su diestra traía un pequeño ramo de flores, eran amarillas y algunas blancas, rápidamente las extendió hacia mí.

— ¿Me he tardado? Las vi en la plaza y no pude evitar pensar en ti, son preciosas. — Dijo luego de saludarme y saludar al joven frente a nosotras, quien la ayudó a sentarse moviendo su asiento hacia atrás. Su bolso colgaba el respaldo de su silla, finalmente su atención era mía. — ¿Hace mucho que esperas?

— Oh, gracias, supongo. Son muy lindas, JooHyun y no, yo he llegado temprano. — Argumenté sacándole importancia. Todo se redujo, los nervios estaban allí en mi estómago, las marioposas ahora eran reales. La sangre subió hasta mis mejillas haciéndome ver como un tomate. — Entonces un café y desapareces, eso hemos acordado.

Nos sirvieron una taza de café a cada una, habían unos bizcochos en el medio de la mesa, pero estaba segura que cualquier cosa que consumiera terminaría en el suelo, regurgitado. Sus dedos jugaban en la cerámica a pesar del valiente líquido. Analicé lo que dijo y negó, dejándome confundida.

— Me arrepentí, no voy a dejarte en paz. — Sonó un poco psicópata, pero lo hacía ver dulce por la forma en la que sonreía. — Tú me gustas, Seul.

"Y no te descuides, pues tu enemigo, el diablo, como león feroz rondando anda, buscando a quién devorar." (Efesios 4:26-27) 

"Seul" desde ese día se volvió mi apodo favorito, solamente ella podía llamarme así. Mi nombre sonaba diferente cuando salía de su boca, no iba a admitir que sentí cosquillas cuando dijo semejante confesión si pelos en la lengua. Me ruboricé, ella lo notó y también se dió cuenta de que había ido muy lejos esa vez. Nunca le importó romper reglas, cruzar límites o arriesgar todo por mí, pero yo, yo nunca hice lo mismo por ella.

𝐑𝐄𝐋𝐈𝐆𝐈𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora