27. La torre alcanzada por el rayo

1 0 0
                                    

Cuando salieron bajo el cielo estrellado, Harry subió a Dumbledore a la roca más cercana y lo ayudó a levantarse. Empapado y tembloroso, cargando con el anciano profesor, el muchacho se concentró con todas sus fuerzas en su destino: Hogsmeade. Cerró los ojos, agarró a Dumbledore por el brazo tan firmemente como pudo y se abandonó a aquella horrible sensación de opresión.

Antes de abrir los ojos ya supo que la Aparición había dado buen resultado, pues el olor a salitre y la brisa marina se habían esfumado. Temblando y chorreando, se hallaban en medio de la oscura calle principal de Hogsmeade. Por un instante Harry fue víctima de un espantoso truco de su imaginación y creyó que allí también había inferi saliendo de las tiendas y arrastrándose hacia él, pero parpadeó varias veces y comprobó que nada se movía en la calle, donde sólo había algunas farolas y ventanas encendidas.

—¡Lo hemos conseguido, profesor! —susurró con dificultad, sintiendo una dolorosa punzada en el pecho—. ¡Lo hemos conseguido! ¡Tenemos el Horrocrux!

Dumbledore medio perdió el equilibrio y se apoyó en el muchacho. Harry creyó que su inexperiencia en aparecerse había afectado al director, pero entonces reparó en que su cara estaba más pálida y desencajada que nunca, apenas iluminada por una lejana farola.

—¿Se encuentra bien, señor?

—He tenido momentos mejores —contestó Dumbledore con voz frágil, aunque le temblaron las comisuras de la boca, como si quisiera sonreír—. Esa poción... no era ningún tónico reconstituyente...

Y Harry, horrorizado, vio cómo el anciano se desplomaba.

—Señor... No pasa nada, señor, se pondrá bien, no se preocupe. — Desesperado, miró en derredor en busca de ayuda, pero no vio a nadie; su único pensamiento fue que debía ingeniárselas para llevar cuanto antes a Dumbledore a la enfermería—. Tenemos que volver al colegio, señor. La señora Pomfrey...

—No —balbuceó Dumbledore—. Necesito... al profesor Snape... Pero no creo... que pueda caminar mucho...

—Está bien. Mire, señor, voy a llamar a alguna casa y buscaré un sitio donde pueda quedarse. Luego iré corriendo al castillo y traeré a la señora...

—Severus —dijo Dumbledore con claridad—. Necesito ver a Severus...

—Muy bien, pues a Snape. Pero tendré que dejarlo aquí un momento para...

En ese instante Harry oyó pasos precipitados y el corazón le dio un vuelco: alguien los había visto y acudía en su ayuda. Era la señora Rosmerta, que corría hacia ellos por la oscura calle luciendo sus elegantes zapatillas de tacón y una bata de seda con dragones bordados.

—¡Os he visto aparecer cuando corría las cortinas de mi dormitorio! Madre mía, madre mía, no sabía qué... Pero ¿qué le pasa a Albus?

Se detuvo resoplando y miró boquiabierta a Dumbledore, que yacía en el suelo.

—Está herido —explicó Harry—. Señora Rosmerta, ¿puede acogerlo en Las Tres Escobas mientras yo voy al colegio a buscar ayuda?

—¡No puedes ir solo! ¿No te das cuenta? ¿No has visto...?

—Si me ayuda a levantarlo —dijo Harry sin prestarle atención—, creo que podremos llevarlo hasta allí...

—¿Qué ha pasado? —preguntó Dumbledore—. ¿Qué ocurre, Rosmerta?

—La... la Marca Tenebrosa, Albus.

Y la bruja señaló el cielo en dirección a Hogwarts. El terror inundó a Harry al oír esas palabras. Se dio la vuelta y miró.

LIBROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora