VII

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Abraxas no se atrevió a preguntar nada mientras lo llevaban al interior del palacio, y el príncipe tampoco dijo nada, no parecía del tipo hablador. En cambio, se tomó su tiempo para examinarlo de cerca, porque cuanto más tiempo lo miraba, más fácil le resultaba notar las diferencias entre los semidioses y los humanos normales. Simplemente llamaban mucho la atención, parecían... diferentes, con un aire de belleza exótica independientemente de cómo fuera su rostro, y un aire pesado que los envolvía como una llama. No era magia, que se sentía como una ligera brisa o un suave roce: se metía bajo la piel y helaba los huesos.

Se detuvieron frente a una pesada puerta doble custodiada por un par de esqueletos acorazados que la empujaron para que entraran en una habitación. La decoración era mucho menos lúgubre que la del resto del palacio, el mármol blanco y el oro la hacían parecer más brillante bajo las llamas parpadeantes que flotaban por las paredes, y algunas enredaderas y flores crecían en el interior desde una ventana que daba vista a un pozo llameante.

Un joven estaba sentado entre almohadas delicadamente bordadas, sosteniendo un bloc de notas y mordiendo el extremo de un bolígrafo de azul brillantina. Llevaba el pelo oscuro teñido de un azul sutil y lo llevaba corto, esponjado alrededor de la cabeza, aunque una pequeña parte se mostraba gris en las raices. Iba vestido de seda blanca, como los héroes de las Islas, con un exomis sujeto a un solo hombro, pero con una tira de coloridos pines de esmalte de diferentes formas y tamaños que le daban un aspecto sorprendentemente moderno. Levantó la vista cuando se abrió la puerta, ladeó ligeramente la cabeza y dejó la pluma mientras sus ojos examinaban la forma no del todo material de Abraxas, y entonces el fantasma pudo por fin verle la cara; evidentemente no tenía nada que ver con el príncipe, de piel bronceada y ojos verde mar intenso.

- Eh... ¿supongo que buscas a uno de tus hermanos? - le preguntó al príncipe - Hazel sigue entre los vivos y no sé dónde está Caelestis.

- Nico.

- Ah, debería volver en cualquier momento pero no está del mejor humor - arrugó la nariz en señal de simpatía.

El príncipe de pelo rosa hizo una mueca.

- ¿Bianca?

- Bianca - entonces, el hermoso desconocido miró a Abraxas una vez más - ¿Por qué siento que he visto esa cara antes....?

- No lo has conocido, pero dijo que su apellido es Malfoy. Deben haber conocido a un pariente.

- ¡Oh! - su cara se iluminó al reconocerlo - ¡eres un mago!

Abraxas asintió lentamente.

- Lo era, sí.

- ¿Draco Malfoy es tu... primo? ¿Sobrino? ¿Algo así?

El fantasma frunció ligeramente el ceño mientras pensaba en ello.

- No reconozco el nombre, pero no tuve hermanos ni parientes cercanos con el apellido Malfoy. Podría ser mi nieto - se removió en su lugar - ¿los semidioses también pueden ser magos?

El chico de ojos verdes soltó una risita, sacudió la cabeza y se sentó correctamente, colocando su libreta y su pluma sobre la mesa a su izquierda, donde descansaba una copa de oro y cristal llena de vino, junto con un cuenco de frutas variadas.

- No, no a menos que sean hijos de Hécate o deidades similares. A mi prometido y a mí nos han asignado una misión en Hogwarts, por eso sabemos de su existencia - señaló a los asientos cercanos, invitándolos a unirse - Mi nombre es Percy Jackson, encantado de conocerte. Este es... bueno, no estoy seguro si está de humor para usar su nombre occidental o coreano hoy.

- Dante está bien - respondió el príncipe de pelo rosa, yendo a sentarse.

Abraxas le siguió vacilante y se sentó también, justo enfrente de Percy.

Dos semidioses medio lunáticos en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora