Vampiros

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Edimburgo es sombrío. Beelzebub parece ser entonces solo una leyenda local con la que los padres asustan a sus hijos, un hombre moreno pero sin vida, con el cabello negro, opaco, ojos escarlata, brillantes y colmillos afilados que se mostraban con su tétrica sonrisa... solo una leyenda, solo un monstruo olvidado.

Fue entonces que del caótico cielo bajó un ángel, de belleza etérea e inocencia dulce, que se adentro entre la neblina cegadora de Edimburgo y terminó condenado a la eternidad con la bestia, un infierno más placentero y satisfactorio de lo que cualquier persona, ángel o demonio en alguna parte del universo podría imaginar. Era como fundirse entre el deseo, la sangre, una felicidad dolora llena de incertidumbre.

Gabriel bajo, pisó la tierra y traicionó a su bando, la tierra siempre le pareció un curioso misterio que ha deseado recorrer desde siempre, entonces cuando la intensa necesidad quemó en su pecho no dudo en simplemente tomar el asesor, fueron 7 días y 7 noches deambulando sin fin, cada cosa, cada invento, todo era realmente una maravilla, una utopía que jamás imaginó, los humanos eran tan creativos, lástima que sus vidas fueran tan cortas y delicadas. Finalmente tropezó en el abismo de su perdición y salvación cuando se encontró con Beelzebub, tan bello, tan aterrador y cautivador que no pudo irse en el momento en que cruzaron miradas, ahora están solos en algún rincón de Edimburgo viviendo su extraño romance.

Fue un choque, era el efecto de la electricidad recorriendo todo su ser, una conexión de almas, como si por todo el tiempo y espacio ambos se hubieran buscado y encontrado por fin en tan anhelado momento.

La vida sigue, el tiempo no se detiene, cada parte de ellos está entrelazada por la lujuria y el amor.

Gabriel besa a Beelzebub en el cuello con devoción, las pieles unidas siempre les dan una sensación de seguridad profunda, las manos de ambos viajan recorriendo el cuerpo de otro, brazos, hombros, espalda, piernas. Luego vuelven a besarse en los labios sin cuidado, los colmillos afilados comienzan a desgarrar los labios de Gabriel, la sangre con sabor metálico estalla en diminutos riachuelos carmesí y el sombrío vampiro solo puede succionar o lamer a gusto, ninguna sangre antes había sido tan dulce, es un regalo divino.

Beelzebub toma la mano de su amado para arrastrarlo hasta su gran cama, vieja, cómoda y con dosel, una antigüedad demasiado elegante para gusto de Gabriel pero una en la que han compartido tantos placeres. Ambos se recuestan entre las sabanas de seda, Beelzebub es hábil y siempre lo ha sido así que en rápidos movimientos deja a Gabriel debajo suyo mientras presiona sus manos en su pecho, clavando sus uñas dejando rojas marcas, luego se acerca para besarlo de nuevo. Su ropa es escasa, solo camisones y pantalones sin cierres o correas, sus zapatos y calcetines se han perdido hace un tiempo y ahora su prioridad es quedar desnudos, ellos sacan sus ropas de si mismos, aunque es incómodo por la posición la rapidez aún es impresionante pronto las prendas se quedan amontonadas al piel de la cama mientras todo de ellos está expuesto. Gabriel es bastante condescendiente porque le gusta serlo y Beelzebub es más que nada dominante, nada que no disfruten.

El vampiro toma la longitud del ángel entre su delgada mano, comenzando a subir y bajar, de vez cuando baja hasta el perineo y hace presión con su dedos, entonces deja que poco a poco la erección crezca antes de inclinarse para tomarla en la boca, está vez con más cuidado por sus afilados dientes. Con su lengua intenta humedecer lo mejor posible, hace movimientos circulares en la cabeza y vuelve a bajar con avidez, el ha hecho esto tanto tiempo que el aunque el tamaño de su ángel es considerable aún puede tragar todo sin quejarse. Gabriel solo toma las sábanas entre sus manos y aprieta mientras sus ojos están totalmente cerrados y sus gemidos se escapan de su boca sin parar y sin decoro.

Finalmente Beelzebub se separa de Gabriel cuando siente el ligero liquido saldo contra su lengua, no quiere que termine así, todavía no. Da dos caricias más con su mano antes de levantarse un poco para acomodar el miembro debajo de ella.

—Mírame a los ojos Ángel —Exige

Poco a poco Gabriel abre los ojos, pero aún tiene esa expresión de derrota que su señor Beelzebub ama. Es entonces que el vampiro comienza a bajar con lentitud sobre las caderas del hombre, primero la punta y cuando está seguro de que está bien colocado se deja caer contra la pelvis de Gabriel, ambos dan un grito de satisfacción.

El dolor que recorre a Beelzebub es esquisto, es un ardor momentáneo que obliga a sus músculos internos a mantenerse abiertos, es adictivo y ama tanto que queme su ser. Gabriel por otro lado solo puede llevar sus manos temblorosas hasta las caderas de su pareja, en donde en ocasiones aprieta dejando moretones pequeños y poco visibles.

Beelzebub se mueve, primero en círculos y posteriormente subiendo y bajando a ritmo muy lento, una de sus manos toma su propio pene para masturbarse, no puede evitar sisear por el placer que le recorre desde la punta de los pies hasta el último cabello, Gabriel lo ayuda un poco impulsándolo con sus caderas y mueve un poco las piernas para empujar hacia arriba. Con un poco de esfuerzo la mano disponible de Beelzebub baja para acariciar el pecho de Gabriel y tomar uno de sus pezones entre sus dedos para luego cambiar al otro, tratando de endurecerlos y enrojecerlos, el ángel se arquea con este movimiento y da directamente en la próstata de su amado sacándole un suspiro.

—¡Hazlo de nuevo Gab, de nuevo!

Gabriel obedece, adora obedecer y empuja nuevamente una y otra vez con más rapidez ambos gritan están en el borde de su orgasmo hasta que por fin se derraman, El ángel dentro de Beelzebub y Beelzebub sobre el pecho y tórax de Gabriel. Se quedan un tiempo inertes intentando bajar de la nube de placer, finalmente se separan para acostarse el uno al lado de otro, la entrada del vampiro expulsa semen en cantidades diminutas y la sensación es gloria.

Finalmente se abrazan y se besan antes de quedarse dormidos entre sus brazos.

Es tan bello pertenecer a alguien y que alguien te pertenezca, suena arcaico, pero de alguna forma funciona para un vampiro y un ángel, funciona porque se aman tanto, aún si el mundo todavía no está preparado para entenderlos, se aman porque no hay reglas para enamorarse durante una eternidad.

Ineffable Bureaucracy weekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora