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El llanto del omega no había cesado desde que su madre había abandonado su habitación, estaba acostado en su cama, mirando por la ventana el cielo que poco a poco oscurecia. Su cuerpo se sacudía en hipidos, mientras sus lágrimas caían formando leves charcos en sus sábanas.

El desorden en su habitación era la muestra de su rabia mal manejada, sus brazos habían conseguido algunos rasguños y sus zapatillas estaban ahora llenas de pequeños pedazos de cristal.

Escuchó dos toques en su puerta, que le sacaron un respingo, se forzó a detener sus lágrimas mientras la persona del otro lado de la habitación se abría paso. —¿Señorito Min? —Una mano forrada en finos guantes de algodón se asomó por el marco de la misma, seguida de una cabellera ceniza que ya conocía de memoria.

Los ojos del beta se pasearon por toda la habitación para luego fijarse en los del pelinegro. —¿Puedo seguir? —Preguntó en voz baja mientras abría la puerta un poco más, para poder ingresar del todo en la habitación.

Yoongi asintió mientras se sentaba lentamente en la cama, con sus ojos hinchados, sus mejillas rojas y cabellos revueltos. No se sentía del todo capaz para pronunciar palabra alguna, su voz probablemente estaba rasposa y grave.

—Papá me envió a limpiar tu cuarto —Taehyung sonrió tensamente al ver el rostro del menor. —Escuché a tu madre decir que era urgente.

El pálido volvió a asentir, para luego recostarse nuevamente entre las sábanas.

El beta traía consigo algunas bolsas de basura y guantes de caucho, se colocó los guantes para abrir una de las bolsas y recoger la ropa tirada por todo el suelo de la habitación. Prontamente, se vió obligado a detener sus acciones al ver como las sábanas en la cama se movían ligeramente, y en el interior, se escuchaban pequeños jadeos contenidos. Se acercó a esta con lentitud, levantando sin pensarlo dos veces las suaves telas que cubrían al omega.

Se vió tristemente sorprendido por los ojos irritados y llorosos del menor, quien lo miró con melancolía y perplejidad en sus ojos, una de sus delicadas manos estaba apoyada en su boca, tratando de hacer el menor ruido posible.

Sin poder parar sus acciones, se quitó los guantes de goma, para acariciar los suaves y rebeldes cabellos del omega. —¿Qué pasa, Señorito Min?

El pelinegro negó sin poder detener el llanto, pero agradecido con las caricias en su cabello.

Aunque el beta no sabía cuál era la situación del menor, se sentía bastante mal al verlo llorar tan desconsoladamente, además de eso, cuando estuvo en la cocina, pudo escuchar la conversación de dos chicas, quienes decían que habían escuchado algunos gritos provenientes de la segunda planta.

Con el ceño fruncido, y sin saber como lidiar con el corazón de un omega triste, decidió pensar en algo que pudiera ayudarlo. La fiesta de Hoseok, había recordado que su amigo lo había invitado a otra de sus fiestas tontas, tal vez eso podía animar al pálido, algo de música y personas poco lúcidas, pero divertidas.

—Escucha, después del trabajo podemos ir a un lugar —Sonrió al notar como el pelinegro prestaba toda atención a sus palabras. —Tengo un amigo que hará algo en su casa hoy, puedes venir conmigo.

Los ojos de Yoongi se llenaron de ilusión, pero prontamente cambiaron nuevamente a su semblante triste. —No puedo, jamás me dejarían ir —Su voz sonó rota y aguda, como la de un pequeño niño que había Sido regañado.

El rubio suspiró ruidosamente, mirando al techo, pensando en algo. —Oh, lo tengo. —Sonrió en grande mientras aplaudía, —Podemos escapar —Sus palabras sembraron duda en el rostro del contrario, lo que lo hizo sonreír. —Sé que suena ridículo, pero te prometo que tus padres no se enterarán, ya tengo un plan.

As Long As I'm Alive [Kookgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora