12

43 5 0
                                    

Su sábanas revueltas y calientes lo estaban mareando, se quedó en voz baja mientras refregaba sus ojos.

Después de haber regresado del café con Jimin, se la pasó el resto de la tarde leyendo en su habitación otra de sus novelas de romance, con las cortinas cerradas y música relajante en su computadora, para evitar escuchar en lo posible la lluvia que caía sin cesár desde afuera.

Ahora que la lluvia finalmente se había detenido, había intentado quedarse dormido, pero no lo logró sino por diez minutos, y justo cuando pensó que iba a conciliar el sueño el resto de la noche satisfactoriamente, la rama de algún árbol había chocado con una de las ventanas, lo que claramente le pareció muy escalofriante, y ocasionó que se despertara.

Frustado, se levantó de la gran cama, caminando hacía la ventana más grande de su habitación, abrió un poco la cortina, y sonrió en grande cuando pudo ver la luna en todo su esplendor, brillante y acompañada de algunas estrellas. Abrió del todo la tela, y se giró para buscar el cuaderno que guardaba en lo más profundo de su ropero.

Lo había recibido como regalo alguna vez por parte de alguien de su clase de ballet, quien lo había visto dibujar en un panfleto de la academia a una de sus compañeras mientras bailaba. Extrañaba un poco a sus chicos, eran el único escape por al menos unas horas, dónde podía hablar y hacer las cosas que le entretenían sin ser juzgado. Desde ese día, se había convertido en uno de sus objetos más preciados, la cubierta eran algunas simples y delicadas flores, pero realmente lo atesoraba como a nada más en el mundo.

Corrió de nueva a la ventana, sentándose en el suelo y apoyando su cuaderno en el marco de esta. Amaba mirar los detalles de los paisajes, cada pequeña cosa era valiosa e importante para darle esencia a sus creaciones. Sonrió al recordar las palabras de Jimin, realmente tenía razón, luego de que llovía, el cielo se despejaba, y era más sencillo enfocarse en todo a su alrededor.

Mientras repasaba trazos en su libreta, pensaba con ansiedad en el gran día, donde estaría unido a ese alfa. Y siendo sincero, tenía curiosidad acerca de su comportamiento, ¿Acaso sería víctima del típico alfa que lo maltrataría para probar que era el más fuerte en la relación?, ¿O quizás Jeongguk sería ese tipo de chico que tenía más amantes, despreciaba a su omega y casi nunca estaba en casa? Lo había oído más de una vez cuando platicaba con los chicos en las reuniones sociales, se rumoreaba de más de una pareja que prefería tener aventuras, antes que ser devotos a la persona que había estado en el altar con ellos, en dónde se habían prometido amor eterno. Pero eso era exactamente lo que podía pasar cuando obligabas a dos personas que no se aman a unirse para toda la eternidad, amargaba la vida y la volvía más complicada. Esperaba con gran anhelo que algún día este tipo de situaciones cambiara, y todo pudieran amar libremente a quienes realmente quisieran.

En algún momento de su vida, tendría que haber hijos, pequeños correteando por la casa, era lo más lógico y de lo que más querían sacar provecho todos, descendientes, quienes a futuro heredarían sus riquezas. No era sencillo para él hablar de relaciones, cada vez que escuchaba del tema se sonrojaba al pensar que en algún momento él estaría en esa situación, probablemente el castaño querría traer niños al mundo lo más rápido posible, era lo más común en la luna de miel, según había escuchado, pero lo asustaba tanto que él preferiría tomárselo con calma, pero quién sabe, él no era más que el omega de un asunto arreglado.

Como sea, al menos esperaba que su alfa lo dejara expresar libremente sus pasatiempos, no quería que lo privaran de sus dibujos y pinturas, no como en su casa, tal vez el día de su boda podría realizar un acuerdo con el alfa, en dónde él renunciaría a todo, solo con el fin de ser un poco más feliz haciendo lo que le gusta, quizás si se comportaba como otro omega sumiso, este cedería, lo ignoraría y simplemente se centraría en su trabajo, fingiendo que él no existía. A lo mejor, con suerte podría viajar y conocer algunos lugares no tan lejanos, disfrutar de otros ambientes, no como sus padres, a los que si les fuera posible lo encerrarían en una burbuja de su tamaño exacto, para que no ocupara más espacio del necesario. Recordó con melancolía la vez que compró algunos acrílicos luego de la escuela, tenía una fantástica profesora de arte que lo había hecho enamorarse de los colores y la manera en la que podían expresar sus emociones a través de el arte, pero jamás esperó que para su madre, o para el resto a su alrededor, eso significara un acto de inferioridad, en sus palabras, “Un trabajo de clase baja”. Claro, ellos montaban caballos, cazaban por diversión, apostaban, y hacían toda clase de deporte, pero tomar un pincel era como una bofetada para su familia.

No lo entendía, ¿qué era realmente lo malo? Amaba ver como los artistas que contrataban para las bodas o algunas reuniones pintaban con tanto esmero a las personas a su alrededor, le gustaban esos pequeños detalles y la pasión que colocaban en cada uno de sus retratos. Cada vez que pasaba por los pasillos de la gran casa se detenía un momento a admirar los retratos de sus familias, era fascinante que las personas pudieran capturar un momento exacto sin necesidad de hacer una foto, y para él, una pintura tenía mucho más significado.

Con las cejas fruncidas recordó como le eran arrebatadas las pinturas de las manos, mientras su madre le gritaba un par de cosas que su cerebro había preferido bloquear para su estabilidad mental. Desde aquel día, se refugiaba en la noche, con su libreta y algún lápiz o bolígrafo de su escritorio, en dónde nadie podía verlo, ni juzgarlo por hacer algo con lo que no hacía daño a nadie.

As Long As I'm Alive [Kookgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora