EL BESO

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Casi sin pensarlo, se le escapó un te amo de la boca. Y le asustó tanto haberlo dicho, que sintió que su mente, sin querer, le había traicionado. Y aunque nunca antes había amado, amar para él era algo que seguramente requería tiempo, que tenía que aprenderse, que había que digerir y asimilar, antes de poder afirmarlo. 

Por un momento recordó que no era la primera vez que lo decía, pero sí era la primera vez que lo sentía. Y eso en este caso marcaba toda la diferencia. Hay te amos que se dicen con cariño, como para no lastimar, otros que simplemente fluyen y saben a verdad en la boca, y al gusto dulce del amado. 

La verdad de ese sentimiento lo tomó por sorpresa, después de todo, él era una persona fría y calculadora. De esas con las que no se juega, ni se jode. De esas que con una mirada y dos palabras, castraban el embate de cualquier idiota. Y llevaba tanto tiempo resistiendo los asaltos predecibles de amores de cartón, que había construido paredes de cemento de 25 metros de altura, y tres vueltas alrededor del corazón. 

¿Y ahora? 

Y ahora que no había vuelta atrás, había que querer, había que entregarse al otro y rezar porque quisiera su verdad. Se sentía desnudo, a merced de la mujer que en sus ojos lo miraba; y aunque sentía miedo, solo sonrió, y armado de su sonrisa la besó. La besó con el tipo de besos que asustan, y el tipo de susto que siente solo aquel que ama por primera vez.


Y me dejaste... Después del beso, después de todo, aunque yo no quería... Me dejaste.

Los días sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora