Diecisiete III

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Jimin no era bueno en ello, no tenía idea de por qué había creído que podría hacerlo sin ayuda

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Jimin no era bueno en ello, no tenía idea de por qué había creído que podría hacerlo sin ayuda. Definitivamente él no había nacido para ser un omega, a él lo habían educado como un alfa que daría las órdenes precisas que se necesitaran para avanzar. Eso fue lo que pensó mientras intentaba inspeccionarse la pequeña aureola morada en su codo, esa quemadura que se había hecho con la olla que hervía sobre la cocina.

Todavía sin ser capaz de verla, dejó correr el agua fría y metió el brazo bajo ella. Suspiró de alivio, y se tomó unos segundos para mirar a su alrededor. Había hecho un desastre. Pudo cortar los vegetales y ponerlos a cocinar, pero en el camino había ensuciado un montón de recipientes, llenado el piso de cascaras y había tumbado el frasco de la sal sobre la mesada. Y todavía le faltaban el cerdo y los fideos.

Fue una mala idea, pero ahora ya estaba a la mitad y todavía faltaba media hora para que Yoongi llegase. Él podía, él era Park Jimin. Iba a dar lo mejor hasta el final. Por eso cerró la llave del agua y se puso a limpiar, mientras el tiempo de cocción avanzaba hasta que pudiese hacer el resto.

Deseaba muchísimo sorprender a Yoongi, mostrarle lo mucho que lo amaba y las cosas que podía hacer por él. Quería ser romántico y mostrarle que le prestaba atención, a él y a su papá. Que podía ser obediente y mejorar. Y casi lo había logrado.

Casi.

Porque de forma misteriosa, el paquete que contenía la carne decidió que no sería un día fácil, y que abrirlo tendría que ser otro desafío a sortear. Y Jimin, con la impaciencia que lo había dotado la naturaleza, en vez de tomarse el tiempo para buscar una tijera, como cualquier persona normal y prudente, decidió que era buena idea utilizar un cuchillo.

No lo fue.

No midió su fuerza, y tampoco el sitio en el que colocó sus manos sobre el paquete. Así que el cuchillo, reluciente y afilado, abrió un tajo limpio cruzando toda la extensión de su palma. El ardor y el dolor fueron sordos, y un segundo después la sangre estaba brotando rápida y oscura, chorreando y ensuciándolo todo.

La frustración tocó su punto máximo, y tuvo que pelear con las lágrimas que no le dejaban ver, para poder llegar al baño en busca de un botiquín con el cual desinfectar el corte. En medio de una nube de confusión, dolor y urgencia, sus instintos le dijeron que era una buena idea apagar la estufa.

—Demonios. Maldición —balbuceó cuando el agua tocó su carne abierta y el ardor y la cantidad de sangre que seguía brotando le hizo entender que era un corte bastante serio.

La sangre no paró por mucho que Jimin dejó su mano bajo el agua tanto tiempo que sus dedos comenzaron a helarse, ni aunque soportó el ardor y la bañó con chorros de alcohol y desinfectante, ni aunque presionó con fuerza un algodón.

Se quedó sobre la tabla del retrete, inmóvil, sin saber qué hacer. Llorando de dolor y de frustración, cuestionándose la vida entera y por qué era tan terco. Allí fue donde lo encontró Yoongi al llegar.

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⏰ Última actualización: Feb 12 ⏰

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Yuan bei - Yoonmin (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora