8.2: Nada me hace más fuerte que tu frágil corazón

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Hange se apresuró. Todo aparentó ser un proceso fácil. Eren era quien parecía tener más prisa, ansiedad. Como si esta fuese su única y última oportunidad de estar cerca de Mikasa. Como si todas las demás oportunidades hubieran estado plagadas de fatalidad. La sensación ominosa de que aquello, ellos, podrían fracasar, alejarse, estaba sobre él como un obscuro presagio que no se sentía capaz de tolerar en esta ocasión.

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La última vez que vio a Mikasa, fue esa última vez, ese momento en que, con la espada dañada y los restos de gas del equipo de maniobras, Mikasa se precipitó hacia él, cercenando su cabeza, por el cuello, de un sólo movimiento. Se mantuvo ecuánime y ni siquiera parpadeó.

Mikasa tenía una expresión que le dejó muy claro que su alma sufría profundamente ante su resolución.

Si sabía de los sentimientos de Mikasa, nunca lo dejó ver en ese entonces. El pasado, presente y futuro de todos los seres vivos del mundo, se concentró en Los Caminos, y por consiguiente, Eren tenía la mente llena de todos los sueños, expectativas y pensamientos de todos los seres vivos. Pero en su mente sólo había algo que añoraba... ¡Se sabía tan egoísta! Y sin embargo, su decisión había sido motivar a sus seres queridos, aquellos por quienes había orquestado aquella farsa que no salvaría más que al veinte por ciento de la población del mundo, para que terminaran en esa "dimensión" con su vida. Él, pues, se había convertido deliberadamente en un esclavo de aquella libertad que añoraba, haciendo a su vez lo que en esa instancia, Mikasa le había pedido.
La había oído. Claramente.

"Déjame compartir contigo la carga de tus pecados".

Cada vez que Mikasa lloraba, cada vez que veía cómo su rostro se contraía de tristeza, se le rompía el corazón, pero era incapaz de dejárselo saber.

Su decisión había sido que si debía morir para permitir que ella tuviera una larga y feliz vida, entonces lo haría. Porque Mikasa ya había sufrido todo. No soportaba verla sufrir.

Pero cuando volvió a encontrarla, cuando se supo a sí mismo vivo de nuevo, la decisión que tomó fue fugaz, inmediata.

Aquella decisión que había tomado en otro momento, no había sino haberlo hecho sentir arrepentimiento.

Mikasa no había tenido una vida feliz como él creyó. Y no la tuvo porque él no se la dió.

Mikasa encontró una vida que había deseado antes de conocer a Eren, una vida idealizada de niña feliz, con una casa, un esposo, unos hijos... Una casa, un esposo y unos hijos que en nada tenían que ver con él; una vida en que gracias a él había vivido de manera conforme, pero no feliz.

Su decisión actual era completamente opuesta. Quería ver la sonrisa de Mikasa, una y otra vez, provocada por él, por el resto de su vida. Quería compartir con ella sus metas, triunfos, sueños y fracasos. Quería ser la razón de su vida, como antes, como siempre, sin que en la mente de Mikasa cupiera siquiera la posibilidad de poner a nadie más en ella. Quería verla vestida con un largo vestido blanco, bailar con ella frente a todas las personas que los querían, hacer una casa para ella y darle los hijos que habría soñado tener.

Mikasa había muerto siendo una anciana, añorando a una sola persona, soñando con la idea de, una vez habiendo muerto, poder reencontrarse con la unica persona a la que había esperado, amado y soñado el resto de su larga y "feliz" vida.

Él la había condenado a la jaula del mundo. La había mantenido cautiva, sin la libertad que da la felicidad, creyendo que hacía lo correcto, así que su nueva decisión se basaba entonces en que esta vez la felicidad de Mikasa fuese puesta por encima de la felicidad del mundo o su supervivencia.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2023 ⏰

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