7. We are like broken instruments

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Hange entró al hospital, desesperada. Tan desesperada que la puerta automática que siempre le parecía tan rápida y eficiente, resultó en aquel momento, lenta e inútil, pues casi la golpea con su hombro.

Llegó caminando con rapidez, directamente a la estación de enfermeras que tenían sus expedientes y al revisarlos uno por uno, descubrió que tenía suficiente tiempo antes de cubrir las rondas matutinas de la primera hora.

Los dejó, sin mirar a nadie, y se dirigió a la habitación donde Levi Ackerman, se suponía que estaría dormido.

Caminaba rápido, más rápido de lo que jamás había caminado en toda su vida, porque quería llegar. Quería observarlo un momento, durmiendo apaciblemente, completo, sin que le faltaran los dedos o las piernas o un ojo, sin que le faltaran como en ese sueño, en que ella misma también había perdido un ojo y sólo sentía el parche de cuero mal cosido sobre la órbita ocular vacía. Quería mirarlo un momento, frente a ella, y asegurarse de que todo lo que había sucedido en su sueño, había sido sólo eso y luego tendría que alejarse, sabiendo que estaba loca y nada de aquello era verdad. Sí, se alejaría, totalmente avergonzada por su estupidez y huiría a trabajar al hospital más lejano a ése, en Suiza o Alemania si fuera necesario, al otro lado del mundo, para que no viera su rostro contrariado.

Pero eso no sucedió. Levi estaba despierto. Y la vio directamente a los ojos y descifró de inmediato en el rostro descompuesto de la doctora que por fin había comprendido todo. Que lo había visto, que quizá por arte de magia, del azar o del destino, Hange Zoe había recordado todo, se había enfrentado a toda la historia que estaba detrás de ambos, siguiéndoles en una era, en todas, y quiso asegurarse preguntándole y hablándole, pero su boca se secó y sólo logró hacerle una seña con la mano para que entrase a la habitación.

El rostro de ella estaba completamente pálido, como una hoja de papel.

Permaneció lívida por un momento más, tomó una bocanada de aire y entró.

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No podía hablar. Sus ojos azules, casi grises, de acero, la habían paralizado por completo. ¿Cómo podían hacerla sentir así, congelada en el tiempo, cuando en su sueño parecía tan conforme, tan habituada? No pudo decir una palabra. Se sentó junto a la cama de sábanas azules y esperó a que él dijera algo. Al fin y al cabo, él le había pedido que entrara.

Parecía más calmado que la última vez que lo viera.

- Así que ya lo sabes todo, Cuatro Ojos. ¿Ahora lo entiendes... Hange? - su voz sonó profunda, absurda para sus oídos, pero la hizo sentir tranquila porque le hizo ver que no estaba loca, que su sueño no tenía nada de irreal, que todo aquello era cierto - ¿No piensas decir nada? - Levi se incorporó en la cama - ¿Entonces por qué estás aquí a las cinco de la mañana? - Hange no pudo más que asentir, completamente contrariada, aún sin saber cómo formular una frase coherente.

- Me suicidé - dijo simplemente, y lo miró a los ojos, levantando al fin la cara.

- Salvaste las vidas de tus compañeros. Salvaste mi vida - Levi se acercó un poco, alargando la mano para tomar la de ella - ¿Tienes idea de lo honorable que es eso?

- ¿Dices que... Realmente sucedió? - Dijo, sin todavía caer en cuenta de que aquello había sido realidad en algún momento, en algún lugar.

- Salvaste la vida de muchas personas ese día, Hange. Les diste una última esperanza...

Algo en su mente se disparó. Algo en su mente le recordó el cabello castaño atado en la nuca, los ojos verdes y furiosos, llenos de ira del joven por el que había tenido que matarse.

- Eren es un estúpido... - Lo dijo en voz alta y entonces lo comprendió por completo.

Levi se limitó a mirarla. No hizo nada por acercarse a ella o tranquilizarla. Solo la miró. Y se dispuso a esperar.

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Estuvo en su oficina mordisqueando una galleta por casi dos horas, una galleta que parecía infinita. Todo la abrumaba de una forma que no entendía. Aquella tarde tenía una cirugía.

Astrocitoma. Un astrocitoma enorme de bordes difusos. Le daría trabajo. Mucho trabajo.

Pero no cabía echarse atrás, era su trabajo. 

Había hablado con Levi durante horas, incluso pidió que le ayudaran a prepararse para que cuando dieran las tres de la tarde, le dieran el alta y su familia lo llevara a casa. Habían dispuesto verse al día siguiente, argumentando que lo revisaría haciéndole una visita en casa. Le había prohibido hacer movimientos bruscos, y durante dos semanas más no podía trabajar ni experimentar ningún tipo de tensión, por lo que debería sólo caminar y hacer algunos ejercicios moderados conforme se restauraban sus funciones normales, aunque en su opinión, parecía ya completamente recuperado.

Habría preferido verlo en cuanto acabase la cirugía, pero al ver la dimensión del tumor que operaría, sabía que era poco probable que fuese una cirugía de rutina. Levi asintió. Estuvo de acuerdo en obedecer sus instrucciones al pie de la letra y le dijo que esperaría hasta que ella lo buscara para llenar los huecos en su mente.

Por momentos, recordar le dolía. Sabía que Levi habría deseado despedirse cuando en ese otro momento en el tiempo, en esa otra dimensión desconocida, ellos se conocían y guardaban sentimientos por el otro. Pero en ese momento, el pasado sólo era una pequeñísima parte de una nueva historia, en otro momento del tiempo, otra historia que podría transcurrir mejor, que podría cambiar sus vidas de otra manera, otra historia en que podrían retomar o reiniciar o simplemente comenzar de nuevo de cero.

Cuando finalmente, Levi llegó a casa, Mikasa de inmediato le pidió hablarle y se encerró con él en su habitación. 

- ¿Entonces lo sabe? - Levi asintió. Mikasa siempre lo había sabido todo.

- Lo sabe. No se lo dije yo. Lo descubrió ella misma, de la misma manera que lo descubriste tú. Armó las piezas del rompecabezas y llegó corriendo de madrugada hoy a decírmelo todo. No ha cambiado en absoluto. Fue incapaz de fingir que no sabía qué significaba todo lo que había en su inconsciente y finalmente llegó a preguntarme lo que no entendía - y Levi rió de pronto perturbadoramente - Me ha dicho que Eren es un estúpido, sin considerar que ahora Eren es su alumno - y se llevó la mano al cabello mientras se tumbaba de nuevo en la cama - Tsk... Aún me duele la cabeza.

- Aún no ha sanado completamente la herida ni tu cerebro seguramente - Y Mikasa le pasó otra almohada - Deberías descansar. Yo saldré con Eren esta noche.

- ¿Que no asistiría a Hange en la cirugía que tenía esta tarde?

- Dijo que me avisaría. De cualquier manera, aunque acabe tarde nos veremos. Me ha dicho que tiene algo que decirme y sabes que no puedo esperar.

- ¿Sigues esperando que reaccione y te pida matrimonio, mocosa? - Mikasa sonrió.

- ¿Quién te dice que no lo ha hecho ya?

- Nadie. Es evidente que no lo ha hecho si sigues aquí y no estás ya sobre él, respirando sobre su cuello como antes.

Mikasa rió. Levi le sonrió y se recostó observando la ventana.

On Melancholy HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora