5. Nunca recordarás quien era para ti

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Levi tenía razón.

En otro tiempo.

Hange y Levi se conocían. Él no recordaba de dónde. Ella no recordaba que se habían conocido nunca, a excepción de en sus sueños.

La mente de Hange, inteligentemente, había almacenado el rostro del muchacho que había sido su compañero en la escuela secundaria, más no lo recordaba por un acontecimiento traumático que había desatado también su inteligencia.

Levi había comenzado con retrasos en su memoria a corto y largo plazo desde muy joven, sin que nadie reparara en ello. Así pues, todo cobraba sentido, pero sin esa información, no lo tenía en absoluto.

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Hange no se movió. No solo para no hacerle daño a Levi. La verdad es que le gustaba sentir su miembro contra ella; incluso le parecía algo prohibido, por ser ella su médico... Y porque le gustaba.

La perturbaba lo enfermo que aquello resultaba; le excitaba la idea de tener en ese estado a un joven atractivo que podía tener a cualquier mujer, sobre ella, acorralándola, aprisionándola y exigiéndole una explicación que claramente no podía dar porque no tenía. Hange no trató de quitárselo de encima, sino de razonar con él.

- Señor Ackerman - bajó la voz - Necesito que me deje salir. Cuando vuelva, le examinaré otra vez...

- Hange, no me trates como a un tonto. Sé que nos conocemos de alguna parte. Sé que no me has olvidado. Ni yo a ti.

- Está confundiéndome... - Replicó ella, deslizándose por debajo del cuerpo de él, casi imperceptiblemente.

- ¡Mierda, Hange, deja de hablarme de usted! ¡Mírame, soy yo, Levi, el enano!- A la mención del apodo que ella le daba en la secundaria, la joven dejó de deslizarse y se dio vuelta. Boca arriba, estaban frente a frente y lo miró fijamente, intentando ver en sus ojos algo que no podía hallar, pero que sabía que estaba allí.

- ¿Me temes? - Preguntó Levi y Hange movió la cabeza negativamente - No debes temerme. Jamás te haría daño - Levi acarició la mejilla de la joven médico y ésta no pudo sino estremecerse - juraría que has temblado al tocarte...

- ¿Puedes culparme? Estás hablándome así, con tu cuerpo sobre mi y haciéndome... Haciéndome... - Hange besó al hombre de lleno en los labios. Levi pasó los brazos detrás de la cintura de la joven y respondió con ansiedad, con sed. Hange a su vez se quitó la bata dejando al descubierto sus brazos, los que Levi acarició mientras atraía su rostro e introducía su lengua en la boca de ella, juguetonamente.

Ambos jadeaban. Levi, sumamente excitado; parecía que su miembro iba a estallar sobre el cuerpo de Hange.

Hange lo besó, pero ahora con más urgencia, con necesidad desesperada, y su mano, sin planearlo, se deslizó sobre el bulto que pugnaba por salir de la bata y que se notaba en perfecto estado y tamaño para proporcionarle una buena cantidad de goce.

Por un segundo estuvo a punto de desnudarse allí, en el hospital, y dejarse hacer el amor por aquel hombre que sentía que conocía, pero que seguía sin saber de dónde, y que por tanto, seguía siendo sólo un desconocido. Pero era su paciente y uno que podía morir si ella hacía algo indebido; dudaba que fuera capaz de soportar en ese instante la actividad que conllevaría tener sexo con alguien.

Cuando entró realmente en conciencia de su error, trató de alejarse, pero Levi la retuvo; necesitaba una salida ingeniosa para evitar aquello. Así que volvió a besarlo.

Sus besos la hacían sentir demasiado bien.

Lo atrajo al pequeño baño de la habitación y pasó el seguro. Levi estaba recargado con la cadera en el lavabo, mientras que ella, frente a él, ansiosa y con las mejillas rojas, lo miró un segundo. Pareció como si ambos supieran qué pasaría, qué haría el otro; como un lenguaje no verbal sino visual que era obvio que les comunicaba sin necesidad de otras señales qué era exactamente el plan trazado para cada uno previamente.

Hange se agachó e, hincada, suspiró un momento, ansiosa, añorante y subió la bata del paciente que, con una especie de media sonrisa, esperó paciente sin dejar de mirarla a los ojos.

El miembro erecto del joven se irguió, palpitante, frente a ella, y solo fue capaz de hacerla sentir con deseos de introducirlo entre sus labios y succionar hasta lograr hacerlo estallar en su boca.

Y así lo hizo la joven médico. Una prodigiosa cirujana, una chica excepcionalmente joven e inteligente, con un sinnúmero de habilidades... Y lo único que en ese instante tenía en su mente era hacer justo lo que hizo.

Se mojó los labios y lamió delicadamente la punta del miembro del hombre, que soltó un gemido sin dejar de mirarla, en tanto ella fue introduciéndoselo en la boca, despacio, de a poco, ante la mirada de él que parecía entender su propósito.

Sus manos aprisionaron la cabeza de ella y la atrajeron profundizando las embestidas que daba a su boca. De principio, Hange sintió que vomitaría porque debía acostumbrarse al tamaño de aquel miembro y le estaba costando mantenerlo en su boca sin dar arcadas. Pero luego comenzó a tomarle gusto y aquello cambió. Lo estaba disfrutando y lo disfrutaba de tal manera gracias a que el joven era incapaz de soportar tanto placer sin emitir excitantes sonidos, que Hange guardó en su mente para analizar luego y quizá masturbarse a solas, no lo sabía. Lo único cierto era que por cada embestida del miembro del hombre, sentía un creciente deseo de que aquellas embestidas no penetraran en su boca solamente, sino en su cuerpo. Y lo sabía porque estaba siendo torturada por un sordo dolor en los pezones, que hizo eco en su clítoris, producto de su enorme excitación.

Después de un rato, seguía haciéndolo, una y otra vez, ansiosa, y una de sus manos acarició sus testículos en tanto con su boca seguía regalándole aquel placer que el joven no imaginó que tendría en un momento tan extraño en su vida. Y de pronto, sin previo aviso, sin que ninguno pareciera intentar advertirle al otro de lo inminente de su éxtasis, Levi se dejó llevar por el placer y entreabrió los labios dejando escapar un sonido que Hange jamás olvidaría, una especie de gruñido y gemido al mismo tiempo en tanto que, de su miembro, dejó escapar un caliente chorro de su semilla, que sorprendió al paladar de la joven pero no a causa de asco. Sintió un extraño placer al ingerirlo, como si hubiera estado acostumbrada al sabor y tragó enteramente sin dejar de mirarlo directo a los ojos, aunque ahora su mirada había cambiado.

Ya no eran los ojos temerosos del inicio. Ahora, la mirada de Hange era viciosa, lasciva, como si ansiara que aquel semen que había ingerido, alcanzara todo su cuerpo y la hiciera temblar de placer.

Un hilillo apenas perceptible de saliva, escurrió por la comisura de los labios de la joven que se incorporó frente a él, quien trataba de normalizar su respiración, sumamente agitado, como al final de una larga carrera.

Hange desvió la vista al erguirse, y sin decir una palabra, salió del baño ante la vista confundida del joven que la vio tomar su bata blanca y desatarse el cabello, caminando con rapidez.

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Espero les gustara la suculencia y les prometo más, ya tendrán una explicación más amplia de qué fue lo que provocó que ambos se olvidaran. Pero hoy no la tendrán, así que hagan sus apuestas y déjenme sus comentarios si quieren ^^ Muchas gracias por leer, por comentar, por sus estrellitas y por apoyarme y seguirme 💕🌸

On Melancholy HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora