prólogo

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- ¿Cómo es posible que una chica como tú haya acabado en un lugar como este?

El dueño de aquella voz extiende el brazo para sujetar su mandíbula, obligándola a levantar la cabeza. Aquellos dedos callosos aprietan con fuerza su cara, pero se mantiene completamente seria. No quiere que aquel hombre vea el dolor que le está provocando.

- Es una pena que un cuerpo como el tuyo se pierda entre estas paredes mugrosas - seguía como si esperara una reacción por su parte. Por un momento llegó a pensar que esperaba que le diera las gracias por lo que, según ella entendía, pretendían ser cumplidos - Vas a ser un buen juguete para alguna de las presas.

- No seré el juguete de nadie - habló por primera vez, con su voz rasgada, tan característica, tan única. El funcionario abrió los ojos reflejando su sorpresa. Era la primera vez, desde que la habían traído, que abría la boca.

- Así que tienes voz. Estaba empezando a pensar que te había comido la lengua el gato.

- No me gusta malgastarla con quien no lo merece - replicó.

El funcionario sonrió. Pero no fue una sonrisa amable. Fue una cargada de sadismo, que anticipaba el posible castigo que más tarde recibiría a consecuencia de su lengua viperina.

- Ten cuidado - se inclinó hacia ella, de modo que a su nariz llegó el pestilente aliento producto del tabaco y del posible alcohol - Porque aquí dentro mano yo.

La muchacha simplemente asintió. Selló sus labios una vez más y continuó, durante otros 15 minutos, escuchando comentarios que no hacían más que denigrar su cuerpo.

Si pudiera le cortaría la lengua. Y la polla.

Por suerte para ella, el relevo fue tomado por otro guardia, mucho más amable. Se presentó como Palacios.

- Las cosas en la prisión están bastante tensas - le iba contando en aquel momento, como si se tratara de una vieja amiga suya - Te recomiendo que te mantengas al margen de todos los problemas. Es mucho mejor pasar desapercibido que inclinarte por uno de los bandos. Yo... - se giró para mirarla con cierta lástima - Creo que se interesarán por ti.

- ¿Es un modo de decirme que soy guapa? - el funcionario enrojeció terriblemente al escucharla hablar, pero asintió levemente.

- No pretendía ofenderte con el comentario.

- No me has ofendido - se apresuró a añadir - Agradezco los consejos. Intentaré evitar los problemas.

- Si alguna vez alguna te hace daño - se detuvo una vez más para abrir las rejas que daban a la galería - No dudes en decírmelo.

- Eres muy amable.

- Tú también - sonrió levemente mientras avanzaba tras él.

No tardó en sentir la mirada de las que serían sus nuevas compañeras sobre ella. Sabía que la miraban para analizarla, porque era la nueva, el interés, la carne fresca. Devolvió todas y cada una de las miradas con las que se cruzó con total seriedad. No quería meterse en problemas, pero tenía claro que tampoco querían que la tomaran por una pobre tonta. Aunque en ocasiones actuara como una.

- Esta es tu celda - se detuvo frente a una habitación con cuatro camas, todas ellas vacías - Es probable que tus compañeras estén ahora mismo en algunas de las actividades que ofertamos. Tenemos pintura, taller de lectura, boxeo... ¿Qué sueles hacer tú?

- Montar a caballo - respondió tras unos segundos perdida en sus pensamientos - Pero dudo que pueda hacer eso aquí - añadió.

- Pues no - reconoció Palacios - De momento es algo que no se está barajando.

HOME TO YOU {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora