4 - Yo creo en tí

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—De acuerdo, ¿están todos listos? —Le pregunto a mis compañeros de banda mientras me volteo hacia ellos

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—De acuerdo, ¿están todos listos? —Le pregunto a mis compañeros de banda mientras me volteo hacia ellos. Chloe y Mason asienten con sonrisas dibujadas en sus rostros, luego concentrándose de nuevo en sus instrumentos, esperando a iniciar.

—¿Me das un momento, por favor? No encuentro mi púa —pronuncia Andy de forma apresurada, dando varias vueltas en el mismo lugar, viéndose como un perro que persigue su cola.

Después de examinar el suelo varias veces, me mira con una expresión confundida, como esperando a que le diga dónde está su púa. Yo me encojo de hombros.

—No sé, tú tenías esa púa en tu mano hace unos cinco segundos —Le digo, cruzándome de brazos.

—¡Pero ya no está aquí!

—¡Pero la tenías en la puta mano hace cinco segundos! —reclamo, dando un pisotón furioso que se siente raro, como si algo estorbara, impidiendo que mi pie toque el suelo.

Levanto el pie de nuevo, miro hacia abajo y allí está: La púa desaparecida.

—¡¿Qué putas hacía esa cosa debajo de mi pie?! —exclamo, mirando a Andy como si él supiera algo o tuviera la culpa. Me doy cuenta de que mi grito fue estúpido y respiro hondo en un intento desesperado de regresar a la calma.

—¡Ya, par de animales! ¡No van a pelear por esto justo ahora! —reclama Chloe, poniendo punto final al golpear los toms con sus baquetas.

—Háganle caso a Chloe, muchachos, por favor; no tenemos mucho tiempo —Se escucha murmurar al técnico de sonido, que nos mira a Andy y a mí desde atrás de la consola, con una voz plana y cansada que me aprieta el corazón.

Me siento regañada, y tal como todas las veces que me siento así, me limito a asentir con la cabeza y hacer lo que debería; en este caso, darle la púa a Andy sin quejarme de nada.

—¿Todos listos? —Vuelvo a preguntar, con menos ganas y sin mirar a nadie; hablo cerca del micrófono y me concentro en el eco de mi voz amargada.

—Están todos listos, Mercy —dice el técnico, con mucha más paciencia de la que debería tener.

—Sí, lo estamos —afirman los demás al unísono.

—De acuerdo... —murmuro, reuniendo mi poca energía para gritar directo en el micrófono, de forma entusiasta—: ¡Empezamos!

Pasan unos tres segundos antes de que se escuche cómo Chloe choca sus baquetas y empieza a tocar Tangerine. Mi bajo y la guitarra de Andy se unen después de unas cuantas percusiones, y tras unos segundos de introducción, a la canción se integra también el teclado de Mason, el cual es mi señal para añadir a la mezcla lo único que falta: Mi voz.

Me acerco más al micrófono, tanto que por un momento mis labios casi lo tocan, y empiezo a cantar la primera línea. Casi no me escucho a mí misma, pero no me detengo; si el problema es la mezcla, entonces el técnico va a arreglarlo.

Un beso y nuestra canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora