15 - No me convences

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Mason

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Mason

El sol brilla demasiado, tanto que arde en los ojos y la piel; nada se siente correcto, y quizá nada en realidad lo es; todo se siente al menos un poco extraño mientras camino en este jardín de rosas que por alguna razón me recuerda mucho al amor. El pasto pica en mis pies descalzos, y cuando extiendo los brazos hacia los lados puedo sentir las espinas de las flores causando pequeñas heridas en mis dedos.

Conforme sigo caminando, las flores parecen pegarse más a mi cuerpo, y el lugar parece dejar de ser un jardín; de pronto tiene más la forma de un túnel, o simplemente de un camino que me está llevando a algún lado. Y al final, se convierte de nuevo en un jardín, en donde encuentro a una sola persona, que está de espaldas a mí y aún así puedo reconocer bien.

Mercy está allí, con un poco menos de altura y con su cabello castaño natural, que se extiende hacia mí cuando el viento lo golpea.

—Mercy —La llamo por alguna razón, quizá por instinto, para notar que mi voz no es la misma de siempre; está cambiada; me escucho tal como lo hacía cuando tenía dieciséis años recién cumplidos y le pedí a Mercy arruinar nuestra amistad.

Ella se volteó, solo para que yo descubriera que ella también se ve más joven; y de pronto tiene sentido que se viera más baja y que su cabello fuera marrón de nuevo. A pesar de todo, sus ojos tienen una chispa muy similar, a pesar de que la chispa es feliz y hermosa últimamente, pero en esta Mercy joven es una chispa... casi apagada en la que se nota decepción.

Me sonríe levemente, y luego el gesto desaparece, como si en realidad no quisiera ofrecerme esa sonrisa. Sus labios se cierran por completo y dan paso a una expresión seria; luego vuelve a darse la vuelta y empieza a caminar en silencio; no dice que se irá, y mucho menos dice a dónde, simplemente empieza a marcharse.

Mi corazón deja de latir un momento y luego reacciono, sin entender muy bien de dónde vienen mis acciones, sin saber qué es lo que hace tan importante mi movimiento en dirección hacia ella. Y de pronto me doy cuenta de que es para que note otra cosa: Que hay un muro entre nosotros, transparente, que se quiebra un poco cuando choco contra él, y que se regenera en el mismo momento.

Por alguna razón, me siento mal; me pone triste descubrir eso.

Vuelvo a intentar seguirla, y puedo caminar un poco más, pero al final termino chocando de nuevo contra una pared invisible, fragmentándola un poco para que se arregle en apenas un segundo, o incluso menos. Por alguna razón me desespera; por alguna razón empiezo a golpear la pared con fuerza, rompiéndola poco a poco hasta que parece que por fin va a ceder.

Pero nunca termina de hacerlo; todo el esfuerzo es inútil, y por primera vez en unos cuantos años, rompo en llanto; en un llanto desesperado.

Entonces despierto.

Cuando veo el techo del hotel, blanquecino y bien iluminado por las lámparas, lo primero que hago es sorprenderme de haber despertado, porque anoche ni siquiera creía que podría conciliar el sueño; mi corazón se estaba haciendo pequeño y apenas podía respirar ante una sensación aplastante de que algo no andaba bien, de que en cualquier momento nada lo estaría.

Un beso y nuestra canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora