III

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La búsqueda había comenzado, y perdurado por los últimos dos días, islas cercanas habían sido visitadas; exploradas hasta el último pedazo de tierra. Las islas fueron tachadas, acortando la búsqueda de algo que quizás nunca había sido real. El castaño comenzaba a pensar que la información proporcionada era falsa, después de todo, la mitad de las historias que viajaban por el basto mar, eran creaciones infundadas por viejos comerciantes.

El grupo de búsqueda había vuelto con las manos vacías, con el objetivo de descansar y tachar las islas que ya habían revisado. Los jinetes se reunieron en el gran salón para discutir sobre el tema, la búsqueda estaba siendo agotadora, tanto para los jinetes como para los dragones, que ya pedían un merecido descanso.

Por su parte, el castaño no estaba seguro de terminar la búsqueda, según Bjorn, las embarcaciones de cazadores habían pasado lejos de ellos, por lo que aún quedaban islas en su mapa sin ninguna marca. Aunque los demás creían que la información era falsa y que solo estaban perdiendo el tiempo.

–No podemos dejar la búsqueda, aún nos quedan varias islas a las cuales ir –renegó Hipo, insistiendo en la búsqueda, negado a abandonarla.

–Hipo, sé realista, ¿siquiera la información es real? Sabes que toda historia cambia cuando se trata de mercaderes –le dijo Astrid, sabía que su pareja no descansaría hasta darse cuenta de su error.

–Astrid tiene razón, ¿si solo es una farsa? Vamos amigo, los dragones están cansados de buscar a un fantasma –dijo uno de los gemelos, no solo su dragón estaba cansado.

El joven jefe negó con la cabeza, confiaba en las palabras de Bjorn, debían buscar mejor, más allá– Aún quedan islas en las lejanías, según el rumor, las embarcaciones estaban a lo lejos, si esto es real, el dragón debería estar en esas islas –Hipo suspiro, apoyando sus manos en la gran mesa– mañana buscaremos ahí, nos separaremos para cubrir mayor terreno. Todos aquí saben prender una hoguera, si hay algo, prendan una y nos reuniremos. Descansen, saldremos temprano.

El jinete abandonó la sala, frustrado por no tener resultados, ni siquiera tenía una pista certera del paradero del dragón. Aun así no podía abandonar la búsqueda, el solo hecho de pensar en el sufrimiento del dragón, le revolvía el estómago. Pensar que el reptil moriría de hambre, y desangrándose, le ponía los pelos de punta, no podía abandonar tan fácil, aun cuando habían pasado dos días buscando.

El día había llegado con rapidez, otro día de búsqueda daba comienzo.

Las islas lejanas estaban a horas en vuelo, por lo que el viaje contaba con paradas para que los dragones lograran descansar y recuperar fuerzas para alzar el vuelo. No solo contaban con el peso de sus jinetes en sus lomos, sino con el pequeño cargamento que cada uno llevaba; comida, sogas y materiales para encender rápidamente una fogata, en caso de que fuera necesario.

Los jinetes se separaron para cubrir las grandes islas, Hipo junto a Chimuelo se encargaron de revisar por los cielos la inmensa isla, mirando en diferentes direcciones. El furia nocturna rugió en los aires, llamando a algún dragón de su especie, como todas sus búsquedas, no tenía respuesta. Su jinete le dio leves golpes en su cuello, consolándolo.

–Algún día encontraremos a otro, chimuelo, lo lograremos, y ya no estarás solo...

El furia nocturna ronroneó, siguiendo con la búsqueda.

Chimuelo planeaba sobre los cielos, sus ojos agudos escaneaban el terreno, en busca del dragón herido. Se removió en los aires y volvió a rugir, esta vez con más fuerza, haciendo que el sonido vibrara en lo profundo del bosque, despertando a otro dragón, confundido e ido de la realidad. Al otro lado de la isla, el dragón derribado volvió a abrir los ojos, apreciando otro largo día.

Uno que al parecer, había sido un regalo de los dioses.

Había creído escuchar un rugido a lo lejos, al parecer, su mente lo había engañado cruelmente, o eso era lo que creía. Al otro lado y lejos de él, chimuelo soltó un tercer rugido, más potente, cargado de esperanza, esperando encontrar al dragón que necesitaba su ayuda.

El dragón derribado abrió los ojos de repente, esta vez estaba seguro.

Pero, ¿Era posible? alguien lo llamaba, clamaba su respuesta. Se removió entre las cadenas, intentando una vez más soltarse de sus ataduras, lastimándose y abriendo viejas heridas. Con las pocas fuerzas que tenía, comenzó a hacer presión en el bozal que mantenia unidas sus mandíbulas, logrando romper el sello que lo mantenía en silencio. Rugió con fuerza, respondiendo al llamado del dragón de su misma especie, debía ser uno, ningún otro podría imitar su llamado.

Esta vez fue él quien rugió, desesperado por su compañía, aunque fuera en sus últimos momentos.

Sentía el metal crujir en cada movimiento, pero también notaba como se había aflojado, tal vez, producto de haber perdido peso durante las últimas semanas. Su respiración se había acelerado, el rugido del misterioso dragón seguía resonando en su cabeza, como un tambor lejano que marcaba el compás de sus propios latidos. Volvió a rugir, esta vez de forma débil, casi inaudible, pero lleno de desesperación.

Su rugido fue sofocado por el cansancio y las heridas, al igual que el chirrido de las cadenas que lo mantenían colgado en la gruesa rama. Comenzó a pelear como el primer día, moviéndose de un lado a otro para romper las cadenas, y por gracia de los dioses, la que lo mantenía colgado logró romperse, haciendo que cayera de forma abrupta.

El golpe fue espantoso, su cuerpo herido se estrelló contra el suelo, haciendo que un agudo gruñido saliera de su garganta. El dolor recorrió cada centímetro de su ser, pero eso no evitó que siguiera llamando a su par con lastimeros rugidos, que poco a poco perdían la fuerza. Pese a su agonía, siguió rugiendo, a pesar del dolor que esto le generaba. Había sobrevivido todo el tiempo, viviendo al borde de la muerte durante semanas, rugir hasta que perdiera la voz no sería nada.

El rugido distante de su par seguía rezongando en su mente, como una chispa de esperanza. Con cada respiración, podía notar el olor a metal y tierra mojada que se mezclaban en el aire, un olor difícil de ignorar para uno de los suyos.

Entre jadeos, el dragón derribado levantó su cabeza y volvió a rugir, esta vez con un hilo de voz, tan agudo que dudaba si aquel rugido era suyo. Necesitaba ser escuchado, que lo encontraran antes de volver a dormirse. Pero el agotamiento era traicionero, cuerpo y mente luchaban para seguir esperando, pero cada vez le resultaba más difícil mantener los ojos abiertos.

Del otro lado de la isla, Chimuelo logró captar aquel débil rugido. Se detuvo en seco, sus orejas se alzaron, y Hipo lo sintió de inmediato.

—¿Lo escuchaste, amigo? —susurró Hipo, con la esperanza revitalizada.

Chimuelo giró la cabeza hacia la dirección de donde provenía el sonido, alguien había respondido a su llamado, después de tanto tiempo en silencio. Rugió una vez más, esta vez en aquella dirección, esperando una nueva respuesta, pidiendo que sus sentidos no lo confundieran.

Pero ahí estaba, un débil rugido, casi inaudible.

—¡Vamos, Chimuelo, tenemos que encontrarlo! —Hipo se inclinó hacia adelante, instando a su compañero a moverse más rápido. El Furia Nocturna avanzó con rapidez, acelerando en dirección al sonido, ansioso por el encuentro.

Mientras tanto, el furia luchaba por mantenerse despierto. Su visión se había tornado borrosa y el dolor de su cuerpo casi había desaparecido, aun así y pese a su agonía, no había dejado de luchar. Sus sentidos se habían vuelto traicioneros al pasar los días, pero podía sentirlos con claridad, le indicaba que no estaba solo, ya no.

El aire a su alrededor cambió, como si algo nuevo hubiera entrado en él. Fue cuando lo vio, entre la bruma de su mente agotada; una sombra negra sobrevolando los cielos, descendiendo rápidamente metros de él. Era un dragón, uno de los suyos.

El alivio inundó su ser antes de dejar caer su cabeza, perdiendo la consciencia.





[Editado 20/09/2024]

Dragón Derribado    [Chimuelo x Male reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora