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𝗠𝗮𝗻𝗵𝗮𝘁𝘁𝗮𝗻, 9:35 PM

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𝗠𝗮𝗻𝗵𝗮𝘁𝘁𝗮𝗻, 9:35 PM.

Te encontrabas en una de las salas de descanso privadas, estabas recostaba en el cómodo sofá mientras tratabas de ignorar la penetrante mirada de Miguel.

—Tu compañía no es placentera si parece que me quieres matar con la mirada, —raspaste tu garganta para aclararla. —¿Puedes no verme de esa manera?

Miguel te analizó por 7ma vez en la noche, sonrió y luego se levantó, estiró sus músculos y se acercó a ti inclinándose para quedar a tu altura.

—Lo siento... Es solo que no puedo dejar de apreciar lo hermosa que te vez con ese vestido —dijo con sinceridad y seducción en su voz —Pero me pregunto... —se acercó a tu oído, y pudiste sentir su aliento caliente golpear tu piel. —¿Cómo te verías sin el vestido? —sonrió y mordió suavemente el lóbulo de tu oreja.

Te sonrojaste al instante y un pequeño escalofrío recorrió tu espalda.

—Espera... ¿Qué ha...haces? —lo apartaste y desviaste la mirada para ocultar tu sonrojo.

—¿Qué sucede? —se burló de tu reacción y tomó suavemente tu mano y besó tus delicados dedos —¿Por qué estás tan nerviosa?

—No son nervios... Solo respeta mi espacio personal... Por favor. —soltaste un suspiro para calmar a tu corazón.

Miguel se sentía un poco disgustado por tu comportamiento, era la primera vez que una mujer no terminaba a sus pies y aunque podía ver tu nerviosismo, también era consciente de tu rechazo hacía él.

—Bien, tú ganas —exhaló frustrado por sus intentos fallidos de seducirte.

Lo miraste por un momento, sus ojos, sus pómulos, sus labios gruesos, bajaste la mirada lentamente por su cuello, y sus grandes hombros, Dios era una escultura para ti, y ese aroma de licor y chocolate, te estabas volviendo loca, lo sabías pero no querías que él lo supiera así que mantuviste tu postura de marcar distancia.

—Contigo confirmo que los hombres solo piensan en dos simples cosas —trataste de sonar seria. —La primera solo piensan en sexo, la segunda en que chica llevar a su cama al día siguiente.

Por una extraña razón tus palabras molestaron a Miguel, si bien él solo buscaba placer y diversión en una mujer, la idea de que tú pensaras que él era como los demás le revolvió el estómago.

—Soy tan diferente a todos los hombres que has conocido —exclamó orgulloso mientras tomaba asiento y se cruzaba de manos.

—Pues te diré, no te distingues, eres incluso igual a todos esos hipócritas que están en esa gala —soltaste cansada, aunque el peso de tus palabras hundieron tu corazón al recordar que tus padres asistían a estás galas.

—No eres diferente a "todos nosotros" —hizo una señalización a sus últimas palabras — estás aquí, en una gala de gente rica, vestida con ropa cara, y hablando con un hombre, sola mientras el escote de tu vestido deja ver demasiado, creo que no eres diferente a las mujeres que cazan a los hombres por dinero. —Se burló mientras te miraba con un atisbo de superioridad.

𝗧𝗛𝗘 𝗠𝗔𝗙𝗜𝗔 𝗢𝗙 𝗬𝗢𝗨𝗥 𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 || 𝖬𝖨𝖦𝖴𝖤𝖫 𝖮'𝖧𝖠𝖱𝖠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora