Día tres: jugando 🍉

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[época actual]

Sanemi, un niño de 13 años acompañaba a su hermano a la primaria. Tomaba su temblorosa mano e intentaba tranquilizarlo con unas leves caricias aunque estuviera igual de asustado. Trataba de tranquilizarse pues no podía llegar a la escuela llorando, pero era inevitable, estaba asustado luego de haber sido golpeado por su padre.

Lo único bueno de la situación es que esta vez no fue tan duro con ellos y no dejó moretones en su cuerpo, al menos sin esas dolorosas marcas en su cuerpo no lo mandarían a dirección una vez más a preguntarle por qué tenía eso, como ya habían pasado tres veces antes.

Algunos minutos después, se fue calmando y ya casi no tenía los ojos rojos. Al llegar, Sanemi lo dejó en la entrada y le dió su mochila para después caminar hacia su secundaria, alguien tenía que ayudar a su madre después de todo, aunque llegara una hora más tarde. El pequeño Genya entró a su aula y se acomodó en su respectivo asiento, mientras miraba hacia todos lados en busca de uno de sus pocos amigos, Muichiro.

Ese niño era dos años menor que él, pero debido a su gran inteligencia pasó a tercero de primaria con tan solo seis años. Solía llegar tarde estos últimos días, pues aunque su casa quedaba relativamente cerca, se fijaba diariamente si su querida madre había mejorado en cuanto su enfermedad y ayudaba en todo lo que pudiera junto a su hermano, cosa que le quitaba más tiempo.

Pasaron varios minutos, pero aún no tocaban el timbre, el menor al fin llegó y se acercó llorando a los brazos de Genya en busca de consuelo. — ¡Mamá no despierta y Yuichiro me golpeó por no haber conseguido las medicinas!

— Ya, ya, no fue tu culpa... — respondió suavemente mientras acariciaba su largo cabello, siempre se lograban sentir mejor cuando estaban con el otro, era extraña pero hermosa esa calidez que se transmitían a pesar de ser solo unos niños y no tener ni idea de cómo poder consolar al otro en sus momentos de tristeza. — Es solo que Yuichiro tiene más conciencia de esto y se siente más presionado, pero verás que ya va a pasar.

Su sonrisa

Esa bella sonrisa que a Muichiro le daba pura tranquilidad, aunque su mente también estuviera hecha un caos.

Limpió sus lágrimas con la manga del suéter de su uniforme y le devolvió la sonrisa a su amigo, tal vez tenía razón. Ambos eran tan inocentes en ese aspecto, que no entendían que podían estar enamorados del otro, bueno, Genya comprendía un poco sus sentimientos, pero a Muichiro aún le faltaba más tiempo para saber bien todo eso.

— ¡Si, tienes razón! — fue a sentarse a su lugar, el cual estaba al lado de la banca del semi rapado y recargó su cabeza en ambos brazos.

— ¿Sabes? — habló el mayor — Algún día voy a conseguir una casa en la que podamos vivir ambos, así no tendrías que aguantar a Yuichiro y yo no estaría cerca de mi padre... — y aunque era solo un sueño infantil vivir con su amigo, en lo más profundo de su ser sabía que no quería ser solo un compañero de casa, quería casarse y formar una familia, aunque su hijo fuera un gato estaría realmente feliz.

— Eso es imposible, las casas cuestan mucho dinero y yo de grande voy a vivir en una nube. — se sentó bien para poder ver al mayor y cruzó los brazos, estaba muy seguro de cada una de sus palabras.

— ¿Una nube...? — asintió Muichiro — Bueno, entonces voy a conseguir una nube para ti y vamos a vivir en ella, ¿qué dices? — era imposible, pero ¿quién era para romper su pequeña ilusión?

El de puntas color menta volvió a asentir y después apoyó nuevamente su cabeza en sus brazos, terminó quedándose dormido, no era la primera vez que lo hacía antes de iniciar la clase. A Genya le gustaba mucho verlo de esta forma, pues según él, se veía muy lindo y sabía que algún día en el futuro iba a ver esa hermosa cara cada amanecer.

Pasaron algunas clases y al fin llegó la hora del receso, no tardaron en guardar sus cosas y se tomaron de las manos para correr hacia afuera de su salón.

— ¡Genya, Genya! ¿Trajiste comida? — preguntó al no ver que su amigo llevara su lonchera de estampado de sandía.

— No, mi papá no dejó que mamá nos preparara el desayuno a mi y a Sanemi. ¿Tú si traes algo? — se sentó en una de las escaleras que llevaban al segundo piso del edificio en el que estaba su aula y miró a Muichiro.

— Tampoco, no me dio tiempo de hacer algo y Yuichiro casi me vuelve a golpear por eso... — subió cuidadosamente las escaleras y se sentó a su lado, para después acomodarse y recostar su cabeza en las piernas del contrario.

— No deberías estar durmiendo todo el tiempo... Levántate, vamos a jugar a algo, ¿si? — sabía que Muichiro últimamente estaba algo ocupado, ayudaba a Yuichiro con tareas que no entendía y cuidaba de su mamá, lamentablemente no había ningún familiar que los pudiera ayudar, nadie estaba al tanto de su situación y su padre ya no iba a casa.

— Pero estoy cansad-... — se calló antes de terminar la última palabra, pues Genya puso uno de sus dedos sobre sus suaves labios.

— Antes tú eras el que me rogaba que hiciéramos algo en el recreo, así que... ve a esconderte y yo te busco. — quería al menos entretenerlo hoy y aprovechar que Muichiro tenía algo de ánimo, no había pasado desapercibido el detalle que Muichiro le dio al llegar, era algo obvia la razón por la que su madre ya no despertó.

— ¡No! En ese caso quiero jugar a la casita. — se bajó de las escaleras con una pequeña sonrisa, "bueno, al menos así no estará durmiendo" pensó el mayor.

— Pero no hay nada que pueda ser la casa... Y no podemos entrar al salón.

— Genya, para eso existe la imaginación... ¡Corre, imagina que apenas llegas a casa del trabajo! — fue a esconderse debajo de las escaleras, esperando que no hubiera ninguna telaraña.

Y así empezó el juego.

"Cariño, al fin llegas, ¿qué tal te fue hoy?" Las diez de la noche, en una casa de dos pisos con decoraciones de nubes y un gatito bebé.

Un pequeño juego, que diecinueve años después se hizo realidad.

Thirty days with you - GenMui ☁︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora