Capítulo 4

733 86 6
                                    


Al día siguiente, Harry se encontraba en la pequeña mesa de la cocina, con una pluma en la mano y un pergamino en blanco frente a él. Su expresión era seria y concentrada mientras escribía una carta. La lechuza, Hedwig, esperaba pacientemente en una esquina, observándolo con ojos curiosos.

El ambiente en la cocina estaba tranquilo, solo interrumpido por el rasgueo de la pluma sobre el pergamino. El crepitar ocasional de la leña en la chimenea cercana proporcionaba un fondo cálido y reconfortante a la escena. A través de la ventana, se podía ver el verde paisaje que rodeaba la casa, como si la naturaleza misma compartiera la serenidad del momento.

Harry dejó que sus pensamientos se centraran en Ethan mientras escribía la carta. Habían compartido muchas experiencias a lo largo de los años, desde su tiempo en Hogwarts hasta sus misiones como aurores. Sabía que podía confiar en su amigo y esperaba que Ethan estuviera dispuesto a ayudar en esta situación.

"Querido Ethan,

Espero que te encuentres bien. Como sabes, he tenido que salir de Londres por un tiempo debido a ciertos problemas. Actualmente, me encuentro en Irlanda, en un lugar seguro. Necesito tu ayuda y tu discreción. No puedo entrar en detalles por escrito, pero hay algo que necesito que hagas por mí."

Harry se tomó un momento para pensar en cómo expresar lo que necesitaba sin revelar demasiado en la carta. Miró a Hedwig, que aguardaba paciente a su lado, como si buscara en sus ojos el consuelo y el apoyo que necesitaba en ese momento.

"...Te lo explicaré todo cuando nos veamos. Espero que estés dispuesto a ayudarme. Y perdón por las molestias causadas."

Harry terminó de escribir la carta con un suspiro de alivio. Sabía que había tomado la decisión correcta al recurrir a Ethan y esperaba que su amigo entendiera la urgencia de la situación. Con cuidado, dobló la carta y la ató a la pata de Hedwig, quien emitió un suave arrullo de aprobación antes de elevarse en el aire y desaparecer en el horizonte.

Severus se encontraba en su habitación, sintiéndose algo intranquilo. Desde que llegaron, no habían salido de la casa. No es que le desagradase la idea, pero sin nada que hacer, el paso de las horas se hacía eterno, y sin sus pociones a mano, no tenía con que entretenerse. Decidió explorar las otras habitaciones de la casa. Una a una, las recorrió. La cocina, el comedor, un pequeño baño, estaba todo bastante desgastado por el paso del tiempo. En general, la casa estaba ordenada, pero la falta de vida era palpable. Los muebles y la decoración reflejaban la personalidad austera de Sirius, con detalles mínimos pero funcionales.

Finalmente, llegó a la habitación que Harry había escogido y entró con curiosidad. La habitación era simple pero acogedora. La cama estaba perfectamente hecha, y había estanterías llenas de libros y objetos personales que hablaban de la vida de Harry. La luz natural se filtraba suavemente a través de la ventana, iluminando la habitación con un tono cálido.

Severus observó los objetos cuidadosamente dispuestos en la habitación. En una de las estanterías, vio una colección de recuerdos de Hogwarts: una Snitch Dorada, una pequeña estatuilla de un hipogrifo y una varita mágica en miniatura. Cada uno de ellos evocaba recuerdos de los días en que Severus había sido profesor de Harry en Hogwarts. A pesar de sus diferencias, había una conexión que él, que ni siquiera el mismo podía entender.

-Harry Potter...- murmuró Severus, su voz contenía una mezcla de añoranza mientras sostenía  la pequeña estatuilla del hipogrifo en sus manos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó pasos acercándose. Harry había entrado en la habitación, sorprendido al ver a Severus allí. Este cerró la puerta tras de si y se acercó a la cama, sentándose a un lado de Severus, restándole importancia del porque su querido profesor se encontraba allí.

Bajo la Sombra de los Errores. (Snarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora