(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia).
Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Tarareo una canción mientras conduzco rumbo a la librería. El turno de Mica está por terminar y quiero sorprenderla. Desde que nos besamos y nos prometimos darnos una oportunidad hace casi una semana, no hemos tenido una cita. Hemos salido, hemos visto películas y nos hemos besado. Pero no hemos tenido una cita oficial. Así que aquí estoy, a punto de aparecer en su trabajo solo para verla sonreír.
Admito que me siento nervioso, quiero hacer las cosas bien. Quiero hacerla sentir especial. Pero creo que mi idea es buena. Y sino siempre podemos reír juntos de lo ridículo que soy.
Aparco frente al local. Ella está hablando con Bill, que hace el recuento en la caja y asiente a lo que sea que ella le dice. Tomo aire e, intentando no pensar en lo que las personas que pasan a nuestro alrededor puedan pensar, salgo del auto. Me siento expuesto de inmediato. Varias personas me señalan y un niño incluso grita: ¡es Harry Potter!
Camino con cuidado de no tropezar con mi túnica y abro la puerta de la librería. Mica se voltea al escuchar mis pasos y se queda congelada. Sus ojos me recorren por completo. Desde la peluca oscura que esconde mi cabello rubio hasta la túnica de Gryffindor que compré hace dos días. Incluso me hice una cicatriz en forma de rayo en la frente y me puse unas gafas redondas.
Sí, me disfracé de Harry Potter.
Sí, estoy demente pero su sonrisa lo vale.
Mica da un paso tentativo hacia mí con una sonrisa confundida en los labios.
—¿Qué…? ¿Qué es esto?
Me muerdo el labio, inseguro.
—Soy Harry Potter. ¿Quieres ser mi Ginny?
Su respiración se atasca en sus pulmones. Me mira como si no pudiera creer que soy real.
—Me encantaría ser tu Ginny.
—Bien porque tengo una peluca pelirroja y otra túnica en el auto.
Sus ojos se abren más de lo normal.
—¿Tienes un…? Oh por Dios. No puedo creerlo.
—Hay una fiesta –digo, intentando ignorar la mirada divertida de Bill—. La temática es Harry Potter. Creí que podríamos…
—¡¿Una fiesta con temática de Harry Potter?! —Se lanza a mis brazos riendo y el sonido hace cosas extrañas en mi pecho—. ¡Eres el mejor!
—No es nada. —Le beso la sien y le pongo una mano en la parte baja de la espalda—. ¿Puedes cambiarte aquí? Sino en el auto…
—Ve al vestuario con tu disfraz, Mica —dice Bill con una sombra de sonrisa en los labios.
Ella no vacila cuando le entrego su disfraz, se va prácticamente dando saltitos.
Bill y yo quedamos solos. Él termina con su tarea en la caja y se pone su chaqueta. Luego, me mira de reojo y se aclara la garganta.
—Escucha, no quiero meterme en lo que no me incumbe —comienza— pero le tengo mucho cariño a Mica y… bueno como sus padres no están aquí creo que yo debería hacerlo. —Sus orejas se ponen rojas—. Lo que quiero decir es que espero que no la lastimes de nuevo. Es una buena chica y ha tenido una vida difícil. No merece más sufrimiento.
—Jamás fue mi intención lastimarla. Me arrepiento de como actué. Estaba asustado y…
—El miedo nos hace hacer cosas estúpidas. Yo… —Suspira y es como si envejeciera 10 años—. Dejé ir al amor de mi vida por miedo. No hice nada para evitarlo porque estaba aterrado. Porque creí que éramos demasiado diferentes como para ser felices juntos. Estaba equivocado. Ojalá no la hubiese dejado ir. Ojalá hubiese podido pasar toda mi vida junto a ella. Pero ya es demasiado tarde. No cometas el mismo error que yo, hijo.
Cuando termina de hablar, noto que aparta la mirada y parpadea varias veces. Mi corazón duele por él.
Trago el nudo que se formó en mi garganta.
—Lamento lo que sucedió con su amor y… Prometo no dejar que me ocurra lo mismo. No sé qué va a suceder con Mica y conmigo pero quiero intentarlo. Quiero ver si ella es mi persona.
Él asiente sin mirarme y no tengo tiempo de decir nada más porque Mica vuelve.
Se ve hermosa con la túnica y la peluca pelirroja, aunque admito que extraño su cabello castaño.
Su sonrisa es enorme y brillante. Parece una niña a punto de abrir los regalos en navidad y adoro eso.
La adoro a ella.
Subimos al auto luego de despedirnos de Bill y nos encaminamos al lugar de la fiesta. Ella no deja de sonreír ni un segundo.
—Esto es genial. ¿Cómo se te ocurrió?
—Vi un anuncio. Creí que tal vez te gustaría.
—¿Gustarme? ¡Me encanta! Eres muy bueno en esto de ser un novio.
Mi pecho se calienta al escucharla usar esa palabra.
—Soy bueno en ser tu novio. Es fácil hacerte feliz.
—¿Lo es?
—Sí. Mírate. Estás dando saltitos solo porque me vestí de Harry Potter.
—Voy a intentar no sentirme ofendida por ese solo. Harry Potter es el mejor personaje del mundo. Por supuesto que estoy emocionada.
Suelto una risa baja y tomo su mano para besar sus nudillos.
Cuando llegamos, bajamos del auto y nos sumimos a un mundo mágico lleno de Hermiones, Rons, Dracos y Harrys.
Mica observa todo fascinada y yo le entrego su varita. Es exactamente igual a la que Ginny usa. Y yo tomo la mía.
Sus ojos se abren.
—¡Tengo una varita! —Me apunta y pone cara de mala—. ¡Expeliarmus!
Finjo que la varita se me cae y ella ríe.
Vamos a la mesa de comida donde hay todo tipo de cosas con temática de Harry Potter. Galletas de búho, cupcakes de Harry, Ron y Hermione, cervezas de mantequilla, tarta de melaza y otras cosas que no puedo ni nombrar. Durante el resto de la noche, comemos como si no hubiese mañana, bailamos y reímos como nunca.
—Gracias por esto —me dice con una sonrisa.
Acaricio su mejilla y le doy un beso rápido en los labios.
—No tienes nada que agradecer. Necesitábamos una cita, ¿no?
Su sonrisa se hace más profunda mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
—Hey, ¿qué sucede?
—Nada, es solo que… eres tan perfecto.
—No lo soy. Solo me gusta verte feliz.
—¿Lo ves? Perfecto.
—Tú eres perfecta.
Suelta una carcajada suave.
—No.
Le hago cosquillas sobre las costillas.
—Lo eres.
Ríe de nuevo.
—Que no.
Sigo haciéndole cosquillas hasta que estamos tan cerca que puedo sentir su aliento contra mis labios. Miro los suyos, apenas pintados de rosa, y no lo pienso dos veces antes de besarlos. Sus manos se internan en mi cabello mientras las mías sujetan su cintura. Nuestras lenguas se encuentran e inventan su propio idioma, uno en el cual espero hablar durante mucho tiempo.
Cuando nos separamos, juntamos nuestras frentes y nos respiramos, absorbemos este momento tan bonito donde solo somos Mica y Allan, dos personas conociéndose y descubriendo a dónde lleva esto.