¿Quién soy yo?

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Capítulo I. Página I.

El Hollow Knight. Un héroe de Hallownest, tuvo un terrible destino. Ser una prisión para tener dentro a un dios. Para salvar a Hallownest.

Cuando su hermano llegó a enfrentarlo, él lo reconoció. Él sufría, así que apoyó a su hermano en su objetivo. Morir por su espada, sin embargo, lo ultimo que recuerda; el aguijón de su hermana clavado en su frente, mientras era rodeado de un hilo y su hermano entraba en su mente.

Cuando recobró la concienscia, a lo lejos pudo observar a su hermano derrotar a Radiance, a punto de ir a apoyarlo, una figura se le apareció de frente.

El rey pálido.

—¿P-padre?— preguntó tembloroso al ver aquella figura. Sin decir nada, el rey pálido se alejó caminando haciendo una señal para que lo siguiera.

Aquella vasija lo siguió sin protestar, en el camino no había ni un solo sonido, más el de sus pisadas. Hasta que el rey pálido se detuvo, y la vasija también.

—¿Qué hacemos aquí?— preguntó para nuevamente nl recibir respuesta. El rey pálido solo lo miró para después bajar su mirada a la mano de aquella vasija, unos segundos pasaron para que él la tomara.

La vasija estuvo un poco sorprendida, pero aceptó gustoso aquella muestra de afecto de su padre. El rey pálido se acercó a la vasija y le dió un abrazo, para después empujarlo fuera de la plataforma donde estaban.

La vasija solo estaba impactada, creyó que podía pasar el tiempo como padre e hijo perdido por su entrenamiento. Pero aun así, ese abrazo, fue . . . Glorioso, como si todo su sufrimiento, su esfuerzo, su dolor fuesen recompensados con ese abrazo. Así que resignandose a morir se dejó caer libremente. Libre de rencor, libre de dolor, libre de sufrimiento.

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—Si tanto quieres ser un héroe, hay una forma rápida de hacerlo— comentó un rubio volteando a ver a un peliverde—. Reza por que en tu próxima vida tengas un kosei y haz un salto de cisne desde la azotea.

El chico peliverde solo se quedó estupefacto de lo que acaba de escuchar, mientras el rubio e iba, él estaba pensando en sus palabras.

«saltar de la azotea»

El chico peliverde solo guardó sus cosas conteniendo las lagrimas (aunque unas lograban escapar) y salió del salón de clases.

Perdido en sus pensamientos no prestaba atención donde se dirigía. Solo quería irse lo más rápido posible, hasta que sintió una fuerte brisa.

—¿Uh? ¿Qué hago aquí?— preguntó viendo los edificios a lo lejos, caminó un poco y sintió el borde así que volteó abajo.

«Salta, y reza por tener un kosei»

Su mente no lo ayudaba a pensar con racionalidad, solo se quedaba viendo aquél fondo, la distancia entre la azotea y el suelo.

Su respiración se agitaba cada vez un poco más, sus ojos se agitaban, no podía mantener su mirada fija; a la cercanía, vió aquel que le dio ese consejo.

—¡Kacchan!— gritó llamando la atención del rubio quien al verlo, solo sintió un escalofrío recorrer su espalda—. ¡Si tengo un kosei! ¿¡Volverás a ser mi amigo!?— preguntó con la voz quebrandose cada vez más.

—Deku. . . ¡Deku! ¡Baja de ahí idiota!— cada vez más presión sentía en su pecho, el rubio lo miraba, tiró su mochila y trató de correr, pero el peliverde había saltado—. ¡Dekuuu!

El peliverde solo dejó soltar las lagrimas y sonreir al ver aquel que fue su mejor amigo, tratando de alcanzarlo antes de que cayera, estirando su mano lo más que pudo mientras en su rostro tenía una expresión de desesperación.

El Caballero BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora