El glamour del frío.
¡Asamblea general ya! Gritaban al unísono un combo de estudiantes ubicados estratégicamente en mi universidad, mientras de una manera paralela y sincronizada corrían pupitres arrumándolos a la topa tolondra para impedir el acceso a los edificios del central, laboratorio y salones de enfermería.
¡Ufff! me salvé de cálculo, decía uno en la profundidad de la lucha universitaria.
Hoy con un leve atisbo de sonrisa en mi rostro, me parecía curioso que aquellos estudiantes se ponían un chiro en la cabeza para no ser identificados, salvo que, en mi época, los estudiantes los conocía uno porque toda la semana usaban el mismo saco, así que la estrategia de taparse la cara, no es que fuera la más astuta para no ser identificados.
Tunja es una ciudad de nostalgias, la conocen como la ciudad Hidalga, por su cultura, su influencia española y su relevancia en los acontecimientos de la colonia.
Su gente es estudiada, perfectamente usted le pide a un taxista que le resuelva los casos de factorización de la Baldor y se los va resolviendo mientras maneja.
La Hidalga es fría, para hacernos una idea, algún curioso le dio por colocar un letrero en piedra bautizando una de sus esquinas como "Esquina de la pulmonía " allá en la calle 20 con décima, a una cuadra de donde me casé con mi muñequita en tenis y jean.
Siendo de tierra caliente, en mis clases de geografía me hablaban los maestros de los tales pisos térmicos, temperaturas de 4 grados, lógico en mi infancia en los llanos, una cosa es abrir la nevera y sentir el frío mientras saca uno la carne y otra es meterse allá a dormir.
Mi primera llegada a la Hidalga, fue por lo alto a las 3 am y sin saco, a pelo limpio, llegué a un terminal de transporte, que emanaba un poco de susto, si lo comparamos con el actual que parece un centro comercial gomelo, los antes choferes son ahora conductores bien perchados, si camina uno rápido parecen pilotos de avión, los delata la barriga.
No me quedó más de otra que esperar a que amaneciera ahí en el terminal, al lado de una caseta que tenía como una docena de termos de diferentes colores, con un bombillo que se prendía gracias a una extensión que atravesaba la calle por el suelo y que cuanto taxista que llegaba a comprar tinto o agüita la pisaba. Agüita le decían y le dicen de cariño al agua aromática.
- ¿Quiere un tinto envenenado? me dijo la anfitriona de la Hidalga.
- ¿Cómo así?, le pregunté.
-Si con un chorrito de aguardiente, para el frío sumercé.
-Pues a no haber saco, ¡hágale!, le dije a la anfitriona.
Me tomé mi primer tinto envenenado a la par que me parecía curioso cómo botaba uno humo por la boca cuando hablaba.
Entonces ya identifiqué qué era un tinto envenenado.
No tardé mucho tiempo, en descubrir que en la tal ¡asamblea general ya! Lo que se envenenaba era la aguapanela, le echaban unas astillas de canela, con un chorro de aguardiente más o menos prolongado que caía en una olla tamalera colocada sobre tres piedras con leña que combustionaba mientras hervía la aguapanela.
Al menjurje que espantaba el frío lo llamaban un canelazo. En realidad, era un cóctel prole, que nada tenía que envidiarle a un gin-tonic.
A la solución química de etanol, ácidos orgánicos e inorgánicos, azúcares, fenoles, ésteres, aldehídos, cetonas, compuestos aromáticos procedentes de la fermentación, se le dice de cariño Vino, una sustancia psicoactiva.
Siempre aparecen registros escritos en cada etapa de nuestra civilización, el vino como parte de nuestra vida, hasta un milagro de un ser poderoso que salvó una fiesta solo con la fe al transformar el agua en vino, evidencian los registros antiguos.

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EL GLAMOUR DEL FRIO
Kısa HikayeRelato creativo, original y divertido donde el autor sigue fiel a su estilo literario caracterizado por la ironía, las expresiones coloquiales, la comparación, la anécdota. En tono emotivo y mordaz el autor habla sobre las sustancias psicoactivas...