Capítulo 1 - El destino tenía otros planes

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Capítulo 1 – El destino tenía otros planes

Narrador:

‒ Dana no es algo a lo que te puedas negar

‒ ¡Claro que puedo y lo haré!

‒ No estás en posición de poder elegir

‒ Pero lo haré de todas formas, te guste o no, papá – la joven hizo un pausa, sabía que lo que iba a decirle a su padre generaría un conflicto aún mayor, sin embargo de todas formas lo hizo – mamá estaría decepcionada de ti

‒ No metas a tu difunta madre en ésto – con su tono de voz hizo notar su incomodidad ante tal afirmación – ella era una soñadora sin remedio y eso la llevó a la tumba – volvió a serenarse pero con mucha firmeza prosiguió – no voy a dejar que tú también arruines tu vida como ella lo hizo

‒ ¿Arruinar su vida? – ahora la ofuscada era Dana – ¿en verdad le llamas, arruinar su vida al hecho de ser un médico por demás humano, tal es así que dejó su vida en esa profesión?

‒ Sí, le ofrecí una y mil veces instalarle un consultorio aquí, para que atendiera pacientes en la total comodidad – comenzó a caminar por la habitación agitando sus manos – ¡Ah, pero para la señora no era suficiente! Ella tenía que ser una santa y enfermarse en África colaborando con Médicos sin Frontera – se detuvo y la miró con sumo pesar – de haberme hecho caso, no hubiera enfermado y aún seguiría aquí, con nosotros – sus ojos se nublaron – nunca voy a perdonarle lo que nos hizo

‒ Pues fíjate que yo me siento muy orgullosa de mi mamá – pero al ver que el rostro de su padre se endurecía otra vez – si pudiera decirnos algo de lo que se arrepiente, seguro diría que de casarse contigo, aunque eso le valiera nunca engendrarme – le dijo en un grito y se dirigió a la puerta

‒ Dana, vuelve aquí que no he terminado

‒ Pero yo sí, padre, así que dile a ese imbécil que me casaré con él, solo en sus sueños – y salió dando un portazo, dejando a su padre parado en medio del salón

El padre, había contraído matrimonio con una de las tantas niñeras que pasaron por su casa, pero esa mujer no quería compartir su vida con la joven y le estaba haciendo la vida imposible Así que no tuvo mejor idea que hacer que Dana se casara con el hijo de un exitoso industrial y así asegurar el futuro de sus empresas. La única que podría haberla librado de ese destino era su madre, pero ya no estaba, había fallecido cuando ella tenía unos 10 años, al contraer Malaria en África, pues ella era parte de un grupo que apoyaba a la ONG Médicos sin Fronteras en dicho continente. Ni siquiera habían podido despedirse de ella como era debido, dada la naturaleza de la enfermedad que terminó con su vida, el ataúd era de plomo y no se pudo abrir, su padre había podido reconocerla en la morgue atreves de un vidrio muy grueso y luego de eso tuvo pasar por una serie de desinfecciones. Dana ni siquiera allí pudo verla, el ultimo recuerdo de su madre era la despedida en el aeropuerto, cuando le prometió volver en un par de meses, promesa que nunca cumplió. Así que, la joven, luego de la discusión con su padre y ver el nefasto futuro que le esperaba, empezó a buscar trabajo para poder independizarse. Para su sorpresa encuentra una solicitud de personal para trabajar en Corea de Sur, específicamente en Seúl. Sin nada que perder se presenta y logra ser seleccionada para el puesto. Esto hace que viaje de inmediato.

En cuanto a Park Geon-ki, él era un joven prodigio en cuanto a música se refería, no había nada que no pudiera hacer bien, cantaba, bailaba, componía y mil cosas más, todas las hacía de maravilla. Pero su padre siempre quería más de él. Cuando su madre los abandonó, tenía tan solo 5 años de edad y tuvo que enfrentarlo, durante mucho tiempo se culpó y sufrió mucho más de lo debido. Con el correr de los años responsabilizó a su padre, eso hizo que se fuera de su casa. Al poco tiempo, calificó para ingresar como aprendiz en una pequeña compañía de entretenimiento, trataba de escapar de su padre y su tiranía, pero la libertad le duraría muy poco ya que Park Kang-jae, su padre, daría con su paradero y al negarse a regresar, decide comprar la emergente empresa, convirtiéndola en la empresa líder en el rubro del entretenimiento. Trabajó duro durante más de 10 años, junto con sus compañeros de grupo, otros 7 jóvenes, con 7 vidas distintas y 7 pasados diferentes pero luchando por futuro en conjunto

‒ ¿Por qué esa cara larga Geon-ki?

‒ ¡Y me lo preguntas padre!, toda la vida has tratado de gobernarme, cuando me creí libre, fuiste a comprar mi libertad para apresarme nuevamente y ahora presentaste la solicitud de revocación para realizar el Servicio Militar de todos, menos el mío, para mi pediste exoneración del mismo

‒ Creí que no querías ir

‒ Y no quiero, pero no querer es una cosa y deber hacerlo es otra – trató de tranquilizarse, pero era imposible cuando hablaba con su padre – no somos un grupo de música, somos una familia, no quiero tener privilegios por sobre ellos

‒ Pero yo solo puedo gestionar tu exoneración, me deben favores pero no tantos como para que pueda arreglar el de todos

‒ Lo que no sabes es que me ha llegado una carta para notificarme que ha sido rechazado el pedido de exoneración, así que como verás hay algunas cosas que ni el gran Park Kang-jae puede comprar con su dinero

‒ Pero Geon-ki...

‒ Nada, yo no te pedí que hicieras semejante cosa, y estoy feliz de que la hayan rechazado, si me preguntas, no, no quiero enlistarme, pero debo hacerlo y eso me pone orgulloso – suspiro – lamento que no te haga sentir igual, me gustaría que alguna vez te pusiera feliz por alguna decisión que tome sin que intervengas y trates de arruinarla

ADELANTO...

El beso

Se acercó lentamente sin dejar de mirar directo a mis ojos y apoyó sus labios sobre los míos. Lo escuché gemir... Si bien su boca jugaba con la mía, su beso fue muy casto, casi puro, como el que se darían dos niños pequeños por primera vez. No intervino la lengua, ni hubo intercambio de fluidos, solo labios abiertos rozándose de manera desesperada.

Cuando al fin se apartó de mí, abrió sus ojos para clavarlos nuevamente en los míos.

Yo había imaginado tantas veces como sería besarlo, lo devoraría sin miramiento, invadiendo su boca con mi lengua hasta que se fusionara con la suya y su sabor me impregnara como un dulce manjar, para luego llevarlo a mi cama y disfrutarlo como se merecía ser disfrutado semejante espécimen humano. Pero no fue así, muy lejos estuvo de ser así. Y me sonrojé al mirarlo, así que bajé mi cabeza.

– No tienes de que avergonzarte, fui yo quien insistió en besarte – dijo con dulce voz, mientras acariciaba mis mejillas.

Claro que la traducción fue muy fría, pero su voz era muy cálida, su intención era consolarme. Pero era imposible, yo moría de vergüenza sí, pero no por las razones que él creía.

Mi congoja era porque la sangre latina que corre por mis venas, pedía a gritos que le devorara esa boca hermosa que tenía y lo llevara a mi dormitorio, para hacerle sentir cuán fogosas somos las mujeres en éste lado del planeta. Cada segundo que pasaba, la cara se me ponía más roja, al punto de arderme, casi hasta quemarme. Mis ojos temblaron, ¡lo sé!, y se escapó una lágrima. Su expresión cambió de la compasión a la sorpresa, no quería que indagara más, pues estaba segura de no poder resistirme y dejarme llevar por el deseo. Así que me solté de su agarre y corrí a encerrarme en mi dormitorio. Seguro quedó perplejo, pues no hizo nada para detenerme. Cuando entré cerré la puerta con cerrojo, no tenía miedo de que él entrara, pues sabía que jamás lo haría, mi miedo era que yo saliera e hiciera lo que mi corazón rogaba, eso solo me hacía sentir mejor porque me engañaba a mí misma, pues la podría abrir cuando quisiera. Me subí a la cama, abracé mis rodillas y, hundiendo mi cara en ellas, me largué a llorar de forma desconsolada. Luego de varios minutos, que en realidad me parecieron horas, tomé coraje y decidí salir para enfrentarlo. Pues lo había dejado allí parado, sin ninguna explicación y no era justo para él. Abrí la puerta lentamente para que no me escuchara. Cuando estuve en el salón, él se encontraba sentado en el sofá mirando la televisión. Me acerqué despacio, pero me escuchó de todas formas, así que me paré a su espalda. Tiró su cabeza hacia atrás para mirarme. No dijo nada, solo sonrió y esperó a que fuera yo, quien hablara, pero las palabras se agolpaban en mi mente y se negaban a salir por mi boca. Rodeé el sofá y me paré frente a él...

¿Quieres saber cómo Dana, una chica latina, llegó ésta situación con un chico oriental, con el que se comunicaba a través de un traductor electrónico y, lo más importante, que pasó luego?

Pues no te pierdas el resto de la historia...



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