Viernes, 3AM

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Alma llegó a las oficinas de la disquera con su objetivo claro, no le importaban ni las miradas de los empresarios, oficinistas y representantes. Con su parpado derecho moviéndose involuntariamente, subió hasta la oficina de su representante, sin siquiera hablarle a la secretaria del lugar. Entró a la oficina sin tocar la puerta, vio la mirada de sorpresa de Claudio y se acercó a el con desesperación. El hombre dejo su birome a un lado y se echó para tras, impactado por la actitud de la mujer. Sabía que no era lo mas logico, y moral, no le estaba haciendo ningun favor a su imagen, pero le importaba muy poco. Lo unico que le importaba era tener la sustancia que la mantuvo a flote este ultimo tiempo, y la iba a conseguir.

"Charly te dijo que no me des más, ¿No?" Dijo la mujer, apoyando sus manos sobre el escritorio.

"Tuvimos una charla, y me dijo que no veía que estuviera ayudándote," Intento explicar lo más rápido que pudo, "Yo quiero tu mejor rendimiento."

"Vos sabés muy bien lo que haces," Alma no podía con aquel caretaje, "Si vos querés que trabaje, dámela."

"Alma, Charly quiere lo mejor para vos, y yo también," Claudio apoyó una mano sobre la de la artista.

"Claro, no es porque Charly te amenazó," El hombre creyó que Alma no sabía esa parte, "Escuchame, Claudio, yo no te voy a buchonear si me seguís dando merca, no soy boluda, los dos queremos lo mismo." Se acercó al rostro del representante. "Ahora, ¿Me la das?" Extendió su mano, "Y yo sé que tenés más de una bolsita ahí."

El hombre, sumiso, entregó un par de bolsitas en la palma de Alma, y a la mujer se le llenaba el pecho de emoción y a la vez culpa. Cerró su puño y dejó un par de bolsas en su bolsillo del jean, las otras en el bolsillo de su abrigo. Con una sonrisa, saludó a Claudio y se retiró, caminando tranquilamente. La anticipación le ganó, y una vez que llego al primer piso del edificio, se metió en el baño para sentir aquella placentera sensación una vez más. Su dosis fue un poco mayor a la que acostumbraba, se palpó la nariz, con cuidado de que no quede ningún rastro en ella. Salió renovada, con una sonrisa en su cara y una alegria en su andar que no tenía anteriormente. Se sintió indestructible e imparable, Charly ya no estaba para limitarla, era solo ella, y su libertad.

Finalmente, todo estaba bajo su control, sin influencia externa.

Volvió a su casa, con ganas de salir a pasear. Se cambió y se puso sus prendas favoritas. Con una confianza por los cielos, la mujer se dirigió al centro de la ciudad, donde encontraría los lugares perfectos donde gastar el dinero que le sobraba. Bajo los efectos de la droga, Alma gastó miles y miles de australes en cosas que no necesitaba realmente, más allá de una guitarra que le gustó. Estaba potenciada, con una energía y motivación a los que no llegaba hace ya un tiempo. Igualmente, sus ojos estaban atentos ante cualquier reconocimiento, con miedo a que sepan que Alma estaba bajo los efectos de la cocaína. Un par de personas la saludaron, pero no hubo ninguna interacción que la dejara pensando. Volvió a su casa, pero sabía muy bien que no iba a quedarse. Dejo lo que compró tirado por ahí y se despidió nuevamente del departamento.

La noche porteña estaba llena de vida, y más aún cuando se complementaba con la fama y las drogas. Con más de un par de momentos recreativos en el baño, la mujer se pasó toda la noche hablando, bailando y cantando. Varias personas la reconocían, y Alma les daba el lujo de pasar un rato de la noche con ella. Cada vez que notaba su angustia trepar por su pecho, sabía que era una señal que necesitaba otra pequeña dosis más, siempre pensando y asegurándose a sí misma que sería la última de la noche. Entre la diversión y las luces estridentes del boliche, los ojos de Alma se dilataban y su vista se nublaba. Sentía que todas las miradas se dirigían hacia ella, atosigándola, casi asfixiándola. Su cabeza se giraba de lado a lado, encerrada en una esquina del establecimiento. Sintiendo el frío ladrillo en su espalda, Alma se deslizó hasta agacharse.

Total Interferencia | Charly GarcíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora