Capítulo 11

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Lalisa Manobal.

Pondría mi alarma para el domingo por la mañana como lo hago todos los domingos por la mañana, lo llamo mi día de reinicio. Es el día en que trato de calmarme un poco antes de someterme a una semana de frustración en el trabajo. Normalmente, me pongo unos pantalones de yoga y me dirijo a pilates antes de perder mi tiempo en Starbucks durante un par de horas, planeando unas vacaciones que nunca tomaré.

Pero hoy. Hoy se siente diferente. Me siento diferente.

Anoche soñé con Jungkook, fantaseaba que teníamos intimidad. Pense en él calentando mi cama, se sentía seguro.

Por primera vez en mucho tiempo, no estaba aterrorizada de estar cerca de alguien. Me había despertado con su olor todavía atrapado en mi nariz después de verlo la noche anterior, y me masturbe por él. Por una vez, no era Ji-yong, ese bastardo enfermo, en quien pensaba mientras llegaba al clímax. Tal vez no estoy tan rota como pensaba.

El pensamiento me emociona. Casi apuesto a que si me abriera un poco, Jungkook y yo podríamos tener ese delicioso juego en las sábanas. Pero ya lo tenía en la zona de amigos.

—Disculpe —dice una mujer irritada, arrastrándome de mi ensoñación— ¿Ese asiento está ocupado?

Había estado tan perdida en mis pensamientos que había olvidado que me salteé pilates por completo y fui directamente a Starbucks después de una larga ducha donde terminé usando el cabezal de la ducha para aliviar otro dolor.

—Oh, uh...—empiezo pero una voz me interrumpe.

— El asiento está ocupado.

Muevo mi mirada y me encuentro mirando fijamente a los ojos de Jungkook. Su cabello está mojado, como si acabara de ducharse, y su pecho palpita como si hubiera corrido hasta aquí. La mujer se aleja cuando él se deja caer en el asiento frente a mí.

—Me alegro de verte aquí —dice con una sonrisa mientras toma un sorbo de su café.

No puedo evitar sonreírle.

—¿Me estás acosando? —pregunto a modo de broma.

Sus ojos parpadean con diversión.

—Desearía que mi historia fuera tan sencilla como esa. De hecho, estaba en el vecindario de camino a este mercado del que me enteré recientemente. Pensé en tomar un café primero. Nunca creerás el bombón con el que me encontre.

Con un resoplido, niego con la cabeza hacia él.

—Eres implacable. ¿Estabas realmente en el vecindario?

Él me muestra una sonrisa tímida.

—Lo estaba, pero con toda honestidad, venía a verte. Estabas molesta anoche y quería asegurarme de que estabas bien —sus mejillas se vuelven ligeramente rosadas. El gesto me toma desprevenida.

Me muerdo el labio inferior mientras observo su apariencia. Está un poco despeinado. Me pregunto si tenía prisa por venir a verme, ese pensamiento es cálido.

¿Cómo es que este chico estaba en su propio mundo el viernes, pero para el domingo es alguien con quien no me importa pasar el tiempo?

—Estoy bien. Es dulce de tu parte preocuparte. Aunque...—dije con un leve movimiento de cabeza— Estás muy lejos de el imbécil a el que le entregué mi renuncia el viernes.

Su sonrisa hace que la habitacion se sienta como si la temperatura hubiera subido.

—Digamos que alguien señaló mis defectos. Ahora estoy haciendo todo lo posible para que se de cuenta de que no soy un completo idiota.

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