Capítulo 21

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Lalisa Manobal.

Parpadeo para alejar mi sueño y agudizar mis oídos.

Escuché algo.

Una voz.

Fue lo suficientemente fuerte como para despertarme. Si el corazón no me latiera con fuerza en el pecho, podría oír mejor.

—¿Quién está ahí? —llamo de nuevo mientras saco mi arma de entre el colchón. Me deslizo contra la cabecera y entrecierro los ojos en la oscuridad. Mi mirada viaja hacia la ventana.

Alguien abrió la cortina.

No me estoy volviendo loca.

Antes de acostarme, recuerdo haberla cerrado. Me sentía expuesta, como si Ji-yong estuviera mirando desde el otro lado de la calle. Sentí la necesidad de esconderme de él si lo estaba.

La fría conciencia se filtra a través de mí.

Estoy desnuda.

Estoy jodidamente desnuda.

El terror sube por mi garganta junto con un grito que apenas si sofoco. Alguien me desnudo. Esas otras veces, aunque me convencí de lo contrario, no fui yo. Una realidad que había elegido ignorar porque no podía lidiar mentalmente con que fuera verdad. Había estado demasiado aterrorizada para admitirlo, así que lo empuje al fondo de mi mente.

Trago mientras alcanzo la lámpara. Mi piel en mi pecho está tensa. Como si algo pegajoso se hubiera secado en mi carne. Una lágrima corre por mi mejilla y gotea de mi mandíbula. Enciendo la lámpara y mis pensamientos se confirman cuando miro mis pechos desnudos.

Semen.

Tengo el semen de alguien seco en mis pechos.

Él está jugando conmigo.

—¿J-Ji-yong? —gimoteo

Discretamente, tomo mi teléfono y marco rápidamente a Jungkook.

Por favor conteste. Por favor.

Zumbido.

Zumbido.

Zumbido.

Me congelo cuando me doy cuenta de que los sonidos provienen de debajo de mi cama. Es como si yo fuera la estrella de una película de terror. Con lagrimas en los ojos, me limpio las lágrimas cuando él no responde. Dejo mi teléfono en la cama y me inclino sobre el borde para mirar. Asoma la punta de un zapato de vestir negro.

No.

No.

¡Joder no!

Salto de la cama lo más lejos que puedo y apunto el cañón del arma a la sombra entre el suelo y el marco de la cama.

—Fuera —siseo— ¡Sal!

Un gruñido, un gruñido familiar, resuena debajo de la cama. El terror hace que todo mi cuerpo tiemble. Estoy desnuda y muerta de miedo, pero no me atrevo a quitarle mi arma al monstruo debajo de la cama.

—¡SAL!

Una mano se desliza desde las sombras, fuerte, poderosa y tatuada.

Casi tiro en el acto.

Ahora mi telefono está atrapado al otro lado de esta mano.

Salen más lágrimas, pero parpadeo apresuradamente para poder concentrarme. Lentamente, una persona saca su cuerpo desnudo de debajo de mi cama. El cuerpo tonificado y tatuado brilla con lo que parece un orgasmo gastado. La repugnancia sube por mi garganta. En el momento en que veo quién está emergiendo de mi cama, me siento traicionada.

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