💜Capítulo 3 Persiguiéndote 💙

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Café.

Lan Xichen tuvo que servir café cada mañana al jefe de departamento, llevarle informes uno tras otro, registrar cada documento que llegó a la oficina y al mismo tiempo tuvo que cumplir sus funciones en su cubículo. Este era el precio a pagar por haberle roto unos huesos.

Fue más barato de lo que imaginó.

El día del incidente un asistente de la oficina de recursos humanos llegó para informar de lo ocurrido y muchos quedaron perplejos, entre ellos XiChen. En el informe solo se había registrado que el jefe de departamento se había caído por las escaleras. ¿Por qué no dijo la verdad de los sucesos? Lan XiChen en secreto pensó que tal vez fue la bendición de un dios y se dispuso a guardar su documento de renuncia para otra ocasión.

Después de eso transcurrió una semana de paz en la oficina.

Tras esa semana, cuando vio de regreso a su jefe con la escayola bien puesta y un cabestrillo que apoyó a esta, supo de antemano que los días de paz solo fueron un anticipo antes de la tormenta; sin embargo, no imaginó que tal tormenta sería más suave de lo esperado. Tener trabajo extra sin pago adicional era mejor que las posibilidades en las pensó antes.

Pero esto solo fue desde su punto de vista ya que el chico del cubículo nueve sintió que esta era una forma de explotación laboral. A pesar de que XiChen no se vio envuelto en una peor situación aún tenía que hacer el doble de trabajo y obtuvo una jefa extra.

La secretaria, que era una mujer de mediana edad, estaba contenta de recibir ayuda; no obstante, con el pasar de los días se volvió viciosa e iba encargándole la mayoría de las tareas a Lan XiChen. Jiang Cheng no conocía las actitudes de esta mujer ya que llevaba poco tiempo trabajando ahí; pero, el jefe sabía perfectamente como era la dama, así que a su modo le impuso un castigo a XiChen. Y probablemente el solecito lo sabía.

Durante la primera semana de castigo XiChen aún tenía el tiempo para ir a almorzar con Jiang Cheng cada vez que lo invitaba, sí, Jiang Cheng siguió alrededor de XiChen aún después de pasados los días. Así, cuando Lan XiChen ya no pudo ir con él: nuestro amigo del cubículo nueve supo que debía de actuar con urgencia. Ver cargar a XiChen con todos esos documentos de un lado a otro y al mismo tiempo verlo quebrarse el cerebro en solucionar los de su mesa y todo esto mientras empezaba a pasar hambre; para jiang Cheng fue como si el herido fuera él y le empezó a doler tanto el corazón que ya no pudo soportarlo.

—Ve a hablar con recursos humanos —dijo mientras fruncia el ceño.

XiChen esbozó una sonrisa comprensiva. Por la mirada de Jiang Cheng supo que este debía de estar preocupado por su situación. Recientemente había estado enfrascado en un montón de papeleo, y de tanto que se acumuló en su mesa optó por renunciar a su hora de almuerzo sustituyéndolo por un pequeño entremes que podía sostener en una mano, así, la otra mano podría seguir escribiendo notas e informes.

Su tiempo se había reducido tanto que solo le quedaba espacio para ir al baño, en donde las frías paredes refrescaban parte de su estrés. Y solo cuando fue a los baños también fue posible para Jiang Cheng perseguirlo y atraparlo.

El cubículo más alejado de la puerta se había convertido de pronto en un pequeño escondite para el encuentro furtivo de las dos personas.

Lan XiChen lograba mirar por sobre el hombro de Jiang Cheng, se podía decir que él era más alto por unos centimetros. Pero, en la posición de kabedon que habían adoptado sumado al aura opresiva natural que emanaba de Jiang Cheng a XiChen se le hacía imposible escapar, lo habían acorralado.

La voz firme de Jiang Cheng le hacía querer obedecer a sus órdenes, sabía que las cosas iban mal y que además ya habían llegado a faltarle el respeto; sin embargo, este se acogió a su regla de caballero y no le reclamó nada a la mujer que se volvió cada vez más prepotente e insolente.

Todo comenzó en un hotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora