Capítulo 4 [08.10] Domingo, dia de perdón

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No suena una tediosa alarma, tampoco un pitido intermitente que perfora los oídos, solo es la suave melodía de una canción. El cantante parece desgarrar el aire con su voz, esa hermosa cuerda vocal que desafía el filo justo antes del desgarro.

En el departamento de Jiang Cheng no hay alarmas, solo el sonido melodioso de una canción que parecía ser dedicada a XiChen.

Si tú supieras

que estos ojos te buscan
en todas partes.
Mi corazón tiembla.

Con un pequeño mapa te busco
Incluso en la oscuridad
Eres a quién aspiro
No hay nadie más en mi corazón

Este viaje ahora
Lo haré por ti.

Un XiChen somnoliento escuchó la melodía y sus ojos parpadearon en la oscuridad, alzó la vista y vio un pequeño reproductor sobre la mesita de noche y a su lado unos discos con la palabra SMao, en la portada un grupo de jóvenes aparecieron, su imagen era vívida como si fuesen a salir al escenario en cualquier momento, aquel que sostenía un micrófono irradiaba una cálida aura.

Por unos segundos se quedó escuchando la melodía mientras su miraba vagaba en esos discos. Absorto en un sentimiento indescriptible.

Este confuso sentimiento de alguien a su lado y no saber si amarlo o negarse a sí mismo.

XiChen se quedó a dormir en el departamento de Jiang Cheng y ahora yacía en los brazos de este, la cálida respiración de este último tocaba su nuca y erizaba cada fibra de su piel expuesta.

Una noche.
Solo hace falta una noche
para cambiar mi destino.

¡Por Dios! que cantante tan cruel, XiChen exprimió sus ojos con pesar cuando se dio cuenta de que este cantante parecía conocer su alma. Mientras él trataba de engañarse el otro en el disco parecía desencadenar sus verdades negadas. Pero esa voz era un cáliz lleno de dulzura. XiChen no tuvo el corazón para apagar directamente el reproductor.

Pensado en la melodía frente a él se dio cuenta de que tal vez se había despertado demasiado temprano —como siempre—, en realidad estaba algo cansado y deseaba dormir un poco más.

Su cuello llevaba marcas visibles y profundas que ardían con un roce. Eran las marcas de su arduo trabajo. Cuando vea sus piernas descubrirá que trabajó horas extra.

La canción en el reproductor por fin llegó a su final. Y XiChen suspiró. Se dio la vuelta con sumo cuidado, su compañero dormía plácidamente. Lo observó durante un tiempo y tocó con suavidad su mejilla acomodándole los cabellos que se le habían enredado. Lan XiChen sonreía mientras lo hacía. Todo su mundo parecía en calma.

Hasta que Jiang Cheng se movió agitado y gritó: «¡no dejaré que el lobo te coma!», luego abrazó a XiChen con fuerza y lo aprisionó con más seguridad en sus brazos.

El jade casi muere de un infarto ahí mismo, tragó una bocanada de saliva mientras sus ojos se abrían de par en par. Levantó la vista y se encontró con Jiang Cheng... aún dormido.
La cruel ironía, ¿de qué lobo hablaba?, en toda regla si tenía que hablar de un lobo... él ya había sido "comido" por el lobo Jiang Cheng.

Ante el pensamiento volvió a acurrucarse en el pecho de Jiang Cheng, avergonzado. Entonces, como si fuera una flor, aspiraron su aroma con comodidad. Lan XiChen no entendía a este hombre, pero la calidez de este lo envolvía sin dejarle escapatoria. Durante años se levantó antes del canto de los gallos y su rutina no cambió en absoluto hasta que conoció a esta persona. Con un suspiro de resignación se aferró a él abrazándolo para luego volver a dormir.

Todo comenzó en un hotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora