Los días volvieron a pasar, específicamente dos semanas.
Todo seguía igual que antes, todo en paz...aunque de vez en cuando esa paz era alterada por las "pequeñas" discusiones que tenía Soprole con Nestlé.
— ¡Aléjate antes de que te parta la cara! — Exclamaba el pelinegro.
— ¡No si antes te quiebro ese cuello! — Respondía el suizo, abalanzándose encima del ajeno y ahorcándolo.
— ¡Pero no peleen, por la chita! — Gritaba el sureño, intentando separarlos.
Sí, un ambiente laboral bastante agradable — para los dementes — y uno en el que se podía conversar tranquilamente — de nuevo, para los dementes —...
...Nada parecía mejorar. De hecho, aquella unión que intentó hacer Don Francisco empeoró la situación. Ahora ambos se peleaban casi todos los días estando al borde de los golpes y se amenazaban de muerte cuando estaban solos. Pero por alguna razón...Nestlé estaba confundido.
¿Confundido en qué sentido? No sabía si realmente odiaba a Soprole como tal. Lo veía como un compañero de trabajo como cualquier otro, incluso como un muy lejano amigo y desde que fue "salvado" por él...le comenzó a tener algo más de respeto que al principio. Sin embargo, el rubio sabía hacerse respetar y hace poco había encontrado un pequeño punto débil en el más bajo: el cuello. Notaba que Soprole era fácil de inmovilizar si se le tomaba de aquella zona, quizás es por nervios e incomodidad o porque, bueno, es el cuello, pero le entretenía saber que podía intimidarlo con facilidad si pasaba sus dedos suavemente por la nuca o la garganta del chileno...
Un día de estos, como cualquier otro, los muchachos se estaban peleando por la cosa más mínima, hasta que Nestlé se hartó. Estaba estresado por las críticas de Soprole, cansado de que todo lo que haga le pareciera mal, o así lo expresaba. Como se había dicho en unos capítulos anteriores, Soprole no parecía querer quitar la mirada de su compañero europeo y su corazón latía con fuerza cada vez que lo miraba. Podía odiarlo a muerte, pero admitía que tenía un lindo físico. Intentaba no dejarse llevar por ello aunque de vez en cuando se quedaba pensando...no de vez en cuando, cada vez que llegaba a su casa se aparecía una imagen mental del posible cuerpo del rubio.
— No sabes hacer nada bien, suizo tonto. Te dije que no tenías que hacerlo así y que es de como te lo ordené. ¿Por qué eres tan terco? No sé cómo- — Sus palabras fueron interrumpidas en cuanto sintió dos dedos pasar por su mentón hacia su manzana de Adán, presionándola y haciéndolo tener un poco de arcadas. No era nuevo. Lo que sí era nuevo era aquella suavidad con la que era tocado. Se dio media vuelta para poder mirar a Nestlé, el cual tenía una expresión de verdadero fastidio en el rostro.
— ¿No te cansas de hablar, eh?...Deberías tener un botón de apagado. — Contestó este. Su mirada era dominante en intimidante, daba hasta algo de miedo.
— Tss, sólo te estoy enseñando... — Continuó hablando el chileno, aunque volvió a sentir los dedos pasar por su nuca y su nerviosismo aumentó. Se acomodó los lentes, agachando un poco la cabeza. — ...¿Podrías dejar de hacer eso, Nestlé?
— Es primera vez en todos estos meses que me llamas por mi nombre, hmm...Es curioso. — Murmuró el suizo. Su voz rasposa le daba un toque ligeramente hipnotizante a sus palabras, logrando que Soprole poco a poco deje ver un lado un poco más vulnerable de sí mismo.
El chileno estaba apoyado a un escritorio, dándole la espalda a su compañero. Este mismo se acercó por detrás, apoyando su pecho contra la espalda contraria y tomándolo del mentón. Comenzó a susurrarle algunas cosas, en un tono calmado y algo burlón. Esta era una manera de evidentemente molestar al latino, aunque a su vez quería acercarse un poco más a su compañero. Soprole despertaba la curiosidad de Nestlé y a veces este último no podía disimularlo.
— ¿Por qué te importa tanto que toque tu cuello?...¿Sabes? Eso no importa. La verdadera pregunta aquí es, ¿por qué ya no reaccionas de manera violenta? Normalmente me golpearías o intentarías hacer algo para alejarme, pero últimamente no lo estás haciendo...¿Por qué? — Cuestionó el mayor, apagándose un poco más a la espalda contraria y rozando el cuello contrario con sus dedos. Poco a poco acorralaba al muchacho de lentes en el escritorio, aunque este mismo se dio cuenta de las acciones ajenas y se separó casi al instante. Frunció el ceño, aunque un suave rubor adornó sus mejillas.
— ¿Qué chucha está'i haciendo, suizo? Aléjate de mí, pareces un colipato. — Comentó Soprole, apoyándose contra una pared.
Nestlé sólo se quedó en silencio por unos segundos, para después darse media vuelta y mirarlo a los ojos. Se comenzó a acercar lentamente y se le quedó mirando por unos cuantos segundos. Carcajeó suavemente, rodando los ojos a su vez que se cruzaba de brazos. Claro, aquella posición no duraría tanto tiempo. Rápidamente el rubio se acercó más al ajeno, acorralando a este contra la pared. Se miraban fijamente. El odio no se iba, pero había algo más entre ellos...interés que, a pesar de que ninguno de los dos quería admitirlo, lo había.
— ¿Q...Qué estás haciendo?...— Murmuró aquel chileno mientras era acorralado por su enemigo. Se miraban directamente a los ojos, diciéndose todo a través de miradas. Sintió una mano en su cadera...la mano de aquel ojiazul de ascendencia Suiza.
— El jefe nos quería juntos, y así sucederá...¿No estás feliz? No vamos a tener más problemas si me sigues la corriente, y...sé que tú también lo quieres. — Contestó, con una voz grave y rasposa, esbozando una sonrisa leve con una pizca de picardía. Este respiraba de manera pesada en la oreja y cuello del joven pelinegro, emitiendo suaves risas de vez en cuando. — Vas a pagar por todas las humillaciones que me has hecho pasar, pequeña perrita chilena...~ - Añadió, comenzando a lentamente lamer el cuello del muchacho acorralado. Un suave quejido se escapó de los labios del latino al sentir aquella tibia saliva marcando un camino por todo su cuello, desde abajo hacia arriba, y terminando en su mandíbula. — Sí que eres débil...Muy débil.
— Suéltame, N...Nestlé, nos pueden ver y puede quedar la cagá... — Soprole miró hacia la puerta, mientras que se acomodaba su gafas y luego cerraba los ojos. Estaba luchando por no dejarse llevar por nada de lo que decía el suizo, mas cada vez era más difícil. Era complicado no dejarse llevar por aquella voz tan grave y esa apariencia tan...deseable.
Las lamidas pasaron a delicados besos, delicados besos que se convirtieron en pequeñas mordidas y chupetones. El rubio estaba deleitado con el sabor de la piel del menor, su mirada y rostro pareció iluminarse en cuanto la punta de su lengua hizo el primer contacto en aquella zona. La suavidad de su piel y su aspecto tan delicado aunque a su vez masculino le daba a entender que Soprole realmente cuidaba su físico.
Por otro lado, Soprole estaba comenzando a temblar suavemente. Su mandíbula temblaba y sus manos también, aunque no se resistía demasiado. Sólo se resistía a emitir cualquier tipo de sonido que le daba a entender al otro que lo estaba disfrutando, y además, no quería hacer mucho ruido por el miedo a ser descubierto.
Los minutos pasaron y Nestlé se separó del cuello de su compañero, no sin antes desabrocharle el cuello de la camisa y dejarle un chupetón bastante marcado.
— Tú...sabes demasiado bien. Pero eso no significa que deje de odiarte. — Susurró el más alto en el oído del chileno, emitiendo pequeñas risas y luego dándole una mordida en el lóbulo de la oreja como una manera de molestarlo.
— Eres...irritante y muy...gay, ugh. — Le respondió el joven de lentes, respirando algo agitado por lo que había sucedido. No lo iba admitir pero le había gustado aquel contacto, ya que a pesar de todo...seguía teniendo interés en el ojiazul.
ᐢᐧᐧᐢ﹒ᐩ Continuará.
ᐢᐧᐧᐢ﹒ᐩ En el próximo capítulo va a aparecer el Pancho Saavedra haciendo un concurso de quién hace la mejor cazuela, Master Chef pero Master Cazuela. ¡En @/nwztlee subo cosas referentes a la historia y a los personajes! También seria bacán que hicieran fanarts de los 3 ><.
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Mi Dulce de Leche (Nestlé x Soprole)
Fanfiction¿Qué estás haciendo?... - Murmuró aquel chileno mientras era acorralado por su enemigo. Se miraban directamente a los ojos, diciéndose todo a través de miradas. Sintió una mano en su cadera...la mano de aquel ojiazul de ascendencia Suiza. No te preo...