один

208 24 6
                                    

Ojos heterocromáticos se dirigieron con cansancio hacia el reloj colgado contra la pared de la estación, indicando que eran apenas las dos de la mañana y que solo habían pasado alrededor de treinta minutos desde que Nikolai se había bajado de su tren.

San Petersburgo estaba demostrando, por el momento, que el clima helado de acá era un tanto más frío que el de Ucrania. Originalmente no tenía muchos motivos como para mudarse acá, puesto que ya tenía planes de convertirse en un pintor reconocido del último siglo, pero cuando habló aquello con sus padres y sus deseos de hacer conexiones significativas con otros artistas eslavos, no dudaron por un momento en poner el grito en el cielo. Al parecer, aquella vida artística sólo era considerada prestigiosa y digna de ser reconocida si era sobre alguien más. Su padre, un hombre alto y de carácter firme, le ordenó con pocas palabras que se marchara a estudiar algún tipo de ciencia en Rusia, a menos que quisiese todas sus pinturas y materiales tirados al fuego.

Es poco decir que Nikolai eligió con ojos cerrados una disciplina, la cual resultó ser matemáticas, siendo enviado lejos de su país de origen en poco tiempo una vez fue decidido.

Si tan solo sus padres hubieran sido un poco más comprensivos, no hubiera tenido que pasar frío en plena madrugada afueras de una estación de tren ya casi completamente vacía. Actualmente se encontraba esperando el carro que lo llevaría al edificio donde se quedaría, pero media hora había transcurrido en silencio sin ningún signo de que lo vinieran a recoger.

Paseó durante unos minutos alrededor de la estación, tomando en sus manos una revista tirada en el suelo llamada "El Mensajero Ruso". La leyó, más con intenciones de perfeccionar su ruso que por interés en saber cuál era su contenido. El ucraniano no era un idioma tan diferente al ruso, claro, pero de igual forma ambos tenían sus diferencias tanto en acentuación y alfabeto.

Mientras leía allí, aburrido y exhausto, comenzó a pensar en cómo sería su vida ahora que estaba lejos de sus autoritativos padres y problemas tanto políticos como sociales que estaban sucediendo ahora en su ciudad. Había traído consigo algunos materiales artísticos sin que sus progenitores lo supieran, esperaba que al menos su pasión por el arte no se viera pausada al tener que estudiar algo que, en corto, lo angustiaba tan solo pensarlo.

Inconscientemente comenzó a apretar sus puños mientras más pensaba, arrugando la revista en sus manos. Si fuese honesto consigo mismo, ¡como le hubiera gustado haber ahorcado a su padre mientras estaba bajo la influencia del vino! Le resultaba ridículo todas aquellas barbaridades que escupía de su boca cada vez que Nikolai se encontraba a aproximación de él. Con matarlo no solo se hubiese liberado de él y de su incesante idiotez y control, sino que también le hubiera hecho un favor a su madre.

Aquella pobre mujer solo actuaba a favor de su marido, repitiendo siempre lo que él decía y dándole el gusto en lo que podía. No era más que un perro faldero en los ojos de su hijo, quien solo podía mirarla con desprecio cada vez que le dirigía la palabra. Sin embargo, Nikolai nunca dejó relucir sus pensamientos más íntimos, no deseaba ser asimilado a su tío Radmir, quien había asesinado a sangre fría a su esposa cuando Nikolai tenía tan solo 15 años.

Recordaba aquel suceso con claridad y, siendo sincero, pensó que aquella insulsa mujer se lo merecía cuando se enteró de lo que pasó. No dijo nada de lo que realmente pensaba, claro, puesto que su tío fue enviado a una institución psiquiátrica a petición de su madre, quien lo defendió diciendo que tan solo tenía una enfermedad psicológica que no le permitía estar en su sano juicio.

La revista terminó rompiéndose finalmente, sacando a Nikolai de sus pensamientos gracias al sonido que esta hizo. Suspiró otra vez, mirando hacia su alrededor para ver si su carro finalmente había venido, pero nada.

𝖣𝖺𝗋𝗄 𝗂𝗌 𝗍𝗁𝖾 𝖭𝗂𝗀𝗁𝗍 [ 𝐅𝐘𝐎𝐋𝐀𝐈 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora