шесть

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Lo primero que hizo al llegar a su apartamento, fue destruir el retrato que hizo de Fyodor.

Lo hizo trizas por completo, tirando los pedazos alrededor de su habitación para luego arrepentirse y arrodillarse frente a las piezas del retrato destruido. Se quedó mirándolo por unos cuantos minutos con una expresión vacía, antes de fruncir el ceño ligeramente y soltar un profundo suspiro.

—Mira lo que me haces hacer, Fedya —dijo con un tono de reproche, empezando a tomar las partes destruidas—. Nunca pierdo los estribos de tal manera, pero tú has logrado que lo haga.

Una vez recogió todos los pedazos destruidos, los junto y guardó dentro de un bolso, para poder intentar arreglarlo más tarde. Aunque estaba seguro de que sería inútil, el retrato no sería igual que antes, y solo lograría que se viera extraño. Pero bueno, Nikolai nunca había sido el tipo de persona que tiraba sus obras, incluso aquellas que habían sido arruinadas.

Una vez guardado y limpiado todo, se sentó sobre su cama pensativo. ¿Qué iba a hacer ahora? Amenazó al ruso hace tan solo unas horas, y a pesar de que una parte de él presentía que Fyodor simplemente lo encontró divertido de alguna forma, no le gustaba la manera en que se exaltó con tanta facilidad ante él.

—¿Por qué lo dije? —se revoloteo el cabello, molesto consigo mismo.

Decidió tomar una caminata y respirar el aire fresco -o bueno, tan fresco como es posible en la ciudad- e intentar calmar sus emociones. Tomó la llave de su apartamento, su abrigo blanco y salió casi apresurado, como si tuviese un lugar en específico al cual ir.

El cielo se teñía de un gris opresivo, y las primeras sombras se extendían por los adoquines. Le hubiera gustado ver un atardecer que tiñese el cielo con tonos naranjas y púrpuras, pero en San Petersburgo rara vez era el caso. El sonido de sus pasos resonaba en su cabeza como un eco vacío, cada uno marcando el compás de una obsesión que lo devoraba lentamente sin siquiera saberlo.

Las luces de las lámparas de gas se encendían una a una, parpadeando como su razón, mientras él caminaba sin rumbo fijo. Las calles, que en otro tiempo y de manera inconsciente le parecieron grandiosas y llenas de vida, ahora se transformaban en un laberinto claustrofóbico.

Todo a su alrededor parecía conspirar contra él: las ventanas oscuras, las sombras que se movían, las caras sin vida de los transeúntes. Y, sin embargo, todo esto lo conducía de nuevo a Fyodor. Cada paso, cada pensamiento lo arrastraba de vuelta a ese único punto de su universo, el epicentro de su locura.

No entendía bien porque exactamente se sentía así, solo sabía que quería ver a Fyodor arrodillado delante de él, completamente arruinado para cualquiera que se atreviese a acercarse al ruso. Por un breve momento se preguntó si estaba enamorado, provocando que aminorara sus pasos con un tambaleo a la vez que un escalofrío recorría su espalda. Continuo caminando aun así, sacudiendo su cabeza para sacarse tales horrorosas ideas de la cabeza. No había manera de que estuviese enamorado de tan desagradable sujeto y, además, si efectivamente estaba enamorado (¡el cuál lo más seguro no era así!) entonces aquello significaría que Nikolai está mucho más defectuoso de lo que pensaba.

Y aun así, le era imposible distinguir si lo que sentía por Fyodor era admiración, odio, deseo o una combinación de todo. Nikolai se aferraba a la imagen de Fyodor en su mente, a su semblante sereno e imperturbable, a sus ojos que parecían atravesar su alma. Pero cuanto más pensaba en él, más se desmoronaban las fronteras entre la realidad y la fantasía.

Cada farola que dejaba atrás parecía extinguir una parte de su cordura, hasta que finalmente, la figura de Fyodor se convirtió en su único pensamiento. Su vida misma giraba en torno a él, y la línea entre la atracción y la aniquilación se volvía más tenue con cada segundo.

𝖣𝖺𝗋𝗄 𝗂𝗌 𝗍𝗁𝖾 𝖭𝗂𝗀𝗁𝗍 [ 𝐅𝐘𝐎𝐋𝐀𝐈 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora