II. Canción para mi muerte

164 15 2
                                    

No podía dejar de pensar en ese pibe, su espalda pálida y arañada por alguna que otra piba. No se podía decir mucho de él, solo que es perfecto y no encuentro manera de quitarme esos pensamientos de mi cabeza.

...


Habían transcurrido dos semanas enteras con la misma rutina acompañada de Héctor. Habíamos hablado mal del profesor de publicidad alguna que otra vez, nos quejamos de la baja calidad que tenía la comida, aunque fuese traída de nuestra casa, el precio del limón y de como se estaba yendo a la mierda el país.

Gracias a Dios, era viernes y estábamos en la última hora, faltaban 15 minutos para salir y con Bosio estábamos bastante ansiosos, rezabamos por y para que el viejo pelado no nos diese más tarea o algún trabajo práctico, aunque, cuando nos quedaba algo que hacer, íbamos a la casa de alguno y terminábamos la tarea ese mismo día, estamos dentro de los diez mejores alumnos, según el profesor.

Hacía golpeteos con mis uñas en la fría mesa mientras veía como los segundos avanzaban en el reloj.

1, 2, 3.

Somos libres.

- Bosio... somos libres, amigo. Nos libramos del viejo choto este y sin tareas pendientes, somos re grosos. -Al parecer, el "viejo choto" llamado Felipe, por si querían saber, escuchó eso, pero no dijo nada, seguramente ya se lo habían dicho bastantes veces.

- ¡Vamos...!

- Amigo, estás hecho mierda, más duro que ensalada de escombros. -Dije mientras veía a Héctor, tenía las ojeras por el suelo y el pelo desordenado, la agonía escolar puede acabar con cualquiera, incluso con él.

- Bue, bue. Mejor ni hablemos. -Habló con sarcasmo, mirándome.

- ¿Qué? Si yo soy una persona intachable. Hago todo y encima me veo bien.

- No hiciste nada la primera semana, me pediste todo a mí, boluda.

- El viejo ese estaba infumable la primera semana, solo le presté atención cuando habló que se divorció de la esposa.

- Ajá, y le aconsejaste que se baje un coso de citas.

- ¿Y qué querés qué haga? No lo iba a aguantar otra semana más así, todo melancólico.

- Andaa. Cambiando de tema, ¿pintan unas milangas en mi casa?

- Te pusiste la Diez, amigo. Le aviso a mi viejo, si a tu mamá no le importa, yo voy, no la quiero incomodar.

- Cómo la vas a incomodar a mi vieja, te va a amar, sos un dulce de leche. -Dijo irónico.

- Boe, tarado. Bueno, me cambio y voy. Tené linda tarde hasta que llegue yo, Flaco.

- Vos también, Flaca.

Agité la mano en modo de despedida y me dirigí a mi casa. Saludé a mi viejo ya que estaba en el sillón viendo el noticiero.

- Hola, hija. ¿Todo bien? -Dijo pasando uno de sus brazos por mis hombros haciendo que me siente en el sillón con él.

- Hola, pa. Si, si. ¿Vos, todo bien en el trabajo?

- Si... ahí vamos.

- Bueno, ehh... te quería preguntar si puedo ir a comer milas en la casa de Héctor ¿Puedo?

Amor Amarillo; Gustavo Cerati. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora