VIII. Malos pasos

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Era lunes, de nuevo, carajo.

Salía de mi salón viendo a todos los alumnos correr al patio. El ruido que había en ese momento comprimía mi cerebro, lo tensaba y destensaba. Sentía cómo cada neurona de éste mismo se quemaba con cada cosa nueva que aprendía en clases. Me dolía la cabeza.

Unos puteaban por la cercanía que había entre uno y otro, que causaba bruscos golpes entre sí. Algún que otro de mi clase pasaba por los pasillos despreocupado con un cigarro entre sus dedos. Parecía haber un lugar en que se juntaban específicamente a fumar. Un lugar en que los directores no pasaban muy seguido. Y si lo hacían, los alumnos finjian demencia y amagaban a tirar el cigarro.

Realmente me estaba comenzando a doler la nariz del olor a cigarrillo que había. Yo fumo. Pero estoy tratando de dejarlo y esto no me ayuda mucho. Si fumo es uno cada mes pero estos pibes se juntan en banda a soltar polvaredas de humo vicioso.

Entre el grupo de fumadores compulsivos divisé a Gustavo y por reflejo levanté la mano para llamarlo y quizá saludarlo.

—¡Eu, Gustavo! —grité. Él sonrió y no tardó en acercarse.

—Hola, mica. ¿Qué haces? Que raro que no estás con Héctor. —me tiró todo el humo en la cara y cuándo este se disipó mi cara de enojo se hizo presente.

—No vino. —dije y descansé mi cara cuando ví que hizo un amague a tirar el cigarro en el basurero pero me equivoqué. Sólo se lo pasó a la otra mano para que no me diera el humo directamente a la cara.

—¿Sos boludo vos? —susurré llevándolo del brazo bruscamente a un rincón cerca de los baños en el que muy raramente gente pasaba debido a las condiciones en que estaban los cubículos— ¿no ves que no podes estar acá, fumando? Mirá y lee. —señalé un cartel que estaba en una columna desgastada que decía "restringido fumar".

—Sos re sarmiento vos. Disfrutá un poco. Además ¿Vos no fumabas también?

—Lo dijiste perfecto. "Fumaba". En un pasado. Estoy dejándolo de a poco. Vos también deberías.

—Bueh, bueh. Pará un poco. No me voy a morir tampoco. Relájate. ¿Hace cuánto que no fumas, princesa?

arrugue la nariz mientras caminábamos por los pasillos debido al olor áspero que quemaba mis fosas nasales. Estábamos nuevamente en "la zona de fumadores".

Poco a poco le volví a agarrar el gusto a su olor y eso me atemorizaba de alguna manera. Había llegado a creer que no iba a oler nunca más ese aroma a tabaco quemado ni de cerca ni de lejos. Pero eso termina hoy.

—Decime. ¿Hace cuánto no fumas? —me miró desafiante. La diferencia de alturas no era mucha pero me sentía pequeña a su lado.

Levanté la mirada y me digne a mirarlo a los ojos.— Un mes.

—Con razón andas tan ortiva últimamente. No es que lo diga desde el punto de vista de la incomprensión pero es que no dejas ni que el profesor se equivoque en algo.

—Si va a enseñar que lo haga bien. —dije mientras acariciaba mi sien y Gustavo me miraba divertido por mi respuesta.

—Bueno. Destensate. ¿Querés una pitada? —me extendió el cigarro cerca de los labios dejando el lado encendido de su lado.

Estaba llevando una buena racha de días sin fumar pero mi situación lo ameritaba. Estaba estresada por todo lo que pasaba dentro de mi libro y no poder contenerme de tirar todo por la ventana. Todo lo que me pasaba tenía algún tipo de impacto en mí de manera negativa y me tenía mal.

Me sentía atrapada en algo ajeno a lo que era lo mío. Era de todos los días estar despreocupada por lo que me iba a pasar al otro día y las consecuencias que iban a tener en el mañana las cosas que hice hoy. Fue de los meses más lentos en pasarse debido a algo tan insignificante cómo un cigarro que me quitaba toda la tensión que me causaba seguir fingiendo que realmente nada pasaba por mi cabeza.

Amor Amarillo; Gustavo Cerati. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora