¿Qué?

362 35 3
                                    

Hace una semana me fue revelada información shockeante para mí. Primero, mi prometido intentando seducir a su asistente, luego me entero que en realidad era parte de una estrategia. Algo peor estaba sucediendo. Una empresa fantasma, creada por mi prometido y en colaboración de su estúpido amigo y su asistente, se apropió de Ecomoda. Entre todas las cosas horribles que me hizo Armando, considero que esta es la peor.
Luego de la charla que tuve con Beatriz, nos dirigimos al ascensor. No dejaba de pensar en lo que le dije: desaparezca.
Evidentemente estaba hablando desde el enojo. Y es justo dada la situación. Pero también el juego de esos dos fue injusto, incluso para ella. Tal vez esta fue leal a gente que no se lo merecía, porque es probable que tampoco tenga mucha gente cercana.
Estaba sola. Y en este caso, yo también lo estoy. Simpre lo he estado...

-Beatriz, ¿la llevo a su casa? Es un poco tarde.

Me miró con cierta desconfianza.

-Doña Marcela, no se moleste.

-No, en verdad. Es tarde, y por mi culpa se quedó más tiempo aquí. Es lo justo. Además, si usted va a ayudarme, es lo menos que puedo hacer.

-Recuerde que la ayudo porque es lo correcto, y estoy en deuda con usted. No es necesario.

Tragué saliva.

-Quiero hacerlo. -la vi a los ojos.

"¿Qué?" me dije a mí misma.

Y sí, ella aceptó. No entiendo, hace un momento estaba enojada con ella, pero ¿por qué me surgió esto? Supongo que sentí que fui dura con ella. Aunque, se lo merece. Pero, no la quiero ver mal.
Durante el camino, no dijimos ninguna sola palabra. Al llegar a su casa, nos quedamos un momento mirándonos. Supongo que ella quería decirme algo.

-Sabe, doña Marcela. Le agradezco que se preocupe por mí, aunque no lo merezca. Eso habla muy bien de usted. Por eso, quiero arreglar mis errores.

-No hay de qué. Simplemente usted sabe que es peligroso para una mujer andar sola en estas horas.

Me sonrió.

-Ay, doña Marcela. Más bien debería preocuparse por usted, yo espanto a los captores. -río.

Rodé los ojos.

-Si se equivoca, y le pasa algo a usted, me quedaré sin una economista competente en la empresa.

Nos saludamos coordialmente, me la quedé viendo hasta que entró a su casa. Arranqué el carro, y me di cuenta de lo extraño de la situación.
Pero qué me pasa. Esa mujer fue cómplice de Armando, ¿por qué siento devoción por ella? Quizas porque me dolió más lo que me hizo este último. Quizás...
Todos mis sueños de casarme, formar una familia, se esfumaron. Sin embargo, toda esta situación me abrió los ojos. Jamás iba a cumplir mi deseo. O por lo menos, no al lado de este señor.
Creo que Beatriz se dejó llevar por su lealtad. Es mujer después de todo, a veces nos dejamos llevar por nuestro corazón. Y lamentablemente, muchas veces se equivoca.

Una historia distinta (Marcetty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora