"Ha estado perdido por meses, pero cuando finalmente regresa al ojo del público, se ve arrastrado a perderse nuevamente."
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Las miradas se encuentran en su persona, siempre lo han estado, es lo que conlleva ser alguien destacable entre los jugadores; pero esta ocasión es diferente.
Spreen desapareció hace meses, cuatro para ser exactos. Nadie le prestó demasiada atención a ese hecho, estaban acostumbrados a que el híbrido de oso fuera por su camino en solitario, muy pocas veces era acompañado, pero el tiempo en que permaneció perdido para los demás resultó generar un cierto grado de preocupación. Se sentía surrealista verlo allí, de pie en el lobby donde se cambiaban antes de ser transportados a un mundo donde los juegos se llevarían a cabo, quitando su traje espacial y mostrando su ropa debajo, lo que inició murmullos entre aquellos presentes en la escena.
Missa guardó silencio, haciendo una mueca con sus labios que no fue vista gracias a la máscara que cubre su rostro mientras se acercaba lentamente. Había sido una sorpresa para él enterarse que haría dúo con Spreen en aquel evento, alejando el pensamiento de que probablemente lo atrasaría, pues daría lo mejor de sí para ayudar con lo que pudiera; sin embargo, más sorprendente fue descubrir que participaría.
— ¿Spreen? — lo llamó finalmente, algo cohibido pero sonriendo de forma sutil, otro gesto que no sería visible, pero que lo hacía inconscientemente; las orejas de oso del menor se movieron un poco al percibir su voz para segundos después recibir su mirada cubierta por aquellos lentes oscuros — Tiempo sin verte... — obtuvo una sonrisa honesta del híbrido de oso y con ello, toda la tensión y nervios que sentía se esfumaron en un suspiro, relajando su cuerpo.
— Lo mismo digo — la sonrisa de Missa pareció flaquear por un segundo, pero si el híbrido de oso lo notó, no dijo nada.
Spreen no dijo nada respecto a la razón por la que estuvo desaparecido durante bastante tiempo, y el mayor no quiso indagar en ello; conocía vagamente al menor como para saber que si no quiere hablar de un tema, no lo tocaría. Entonces Missa guardó sus dudas, las mismas que crecen al ver cada cicatriz nueva en la piel descubierta de su compañero.
Pero no fueron sólo las cicatrices las que provocaron que más preguntas surjan en su cabeza, sino también los pequeños comportamientos aparentemente involuntarios que tenía el híbrido de oso; lo supo una vez que el juego empezó, acompañándolo brevemente para realizar todos los logros que se necesitaba hacer en dúo antes de poder separarse para cubrir más terreno.
Spreen jamás fue un miedoso, siempre se lanzó al peligro sin importar los daños que podría recibir. Era de actuar sobre la marcha, analizando cada cosa que sucediera a su alrededor y actuando con rapidez gracias a sus buenos reflejos; sin embargo, aunque sus reflejos permanecen, estos parecen obtener un ápice de paranoia. Missa sabe entonces que algo sucede, no necesita preguntar directamente para descubrir que algo ha cambiado drásticamente a su hermano (no de sangre, pero Spreen siempre le cuidó como un hermano mayor por más que fuera menor), no cuando lo ve dudar antes de tocar el agua, no cuando sus orejas se alzan tensas ante cualquier mínimo ruido que interrumpa la paz de ambos o cuando la voz que anuncia las filas y diagonales de su cartón de bingo decide hablar.
Piensa que tal vez se trate de una enfermedad, algo que este alterando sus nervios. Pudo verlo consumir un par de píldoras entre cada ronda, todas en un lapso de 30 min y un poco más; era muy poco tiempo para tomar tantas medicinas, más si tomaba en cuenta que siempre era la misma capsula de blanco y verde.
Y quiere abordar el tema, realmente desea hacerlo, quiere poder ayudarlo puesto que aunque tal vez no sea bueno en muchas cosas, hablar y escuchar son sus fuertes. Pero no pregunta, no cuando siente su mirada intranquila a pesar de sus lentes oscuros, una intranquilidad que se mezcla con un temor que por más que quiere esconder, es evidente para alguien como él que se detiene a fijarse en cada pequeño detalle. Está preocupado, pero a pesar de su buena relación con el menor, siente que este ha creado una barrera en sus emociones, impidiéndole entrar a cualquiera que osara tener su confianza para ello.
Y si no confía en él, ¿entonces en quien confía?
En sí mismo definitivamente no, pues de lo contrario sería el mismo chico de siempre. Él... no era Spreen, no puede serlo, se niega a creer que lo fuera. La aceptación significa tener que afrontar el hecho de que algo cambió al menor durante su desaparición, algo que no quiere imaginar, pero tenía que ser lo suficientemente grave como para afectarlo de ese modo. Tiene que ser algo que hubiera dejado aquellas marcas en sus muñecas, marcas que tal vez en algún momento fueron rojizas pero ahora yacen de un tono morado; ataduras ajustadas que no fueron hechas con una soga sino con algo liso, tal vez algo metálico, algo que era del mismo material que dejó la marca en su cuello, semejante a las marcas de su muñeca.
Algo que fue utilizado para contenerlo, tal vez imposibilitar su movimiento, ¿Por qué...?
Los ojos de Missa se abren con sorpresa bajo su máscara de esqueleto, parpadeando mientras observa las luces de la nave parpadeando constantemente. Hay pánico colectivo, una alerta resuena en sus tímpanos trayendo consigo un dolor de cabeza, y su cuerpo es empujado por los participantes con los que ha competido en los juegos. No cae gracias a la gravedad, pero puede percibir los temblores de la nave y no parecen ser una buena señal.
Su mirada busca desesperadamente a alguien, encuentra a dos de sus compañeros en las rondas de equipo, así como también lo encuentra a él. Una sensación indescriptible se instala en su pecho al ver el rostro del híbrido de oso reflejar angustia a pesar de portar sus lentes oscuros aún, siendo capaces de esconder las emociones que su mirada revelaría. Pero no es suficiente para ocultar lo que siente; paralizado mientras parece pensar en mil cosas a la vez, pálido como la nieve mientras asume lo que aparentemente será su final.
El final de todos.
Missa mira el exterior de la nave por medio de la compuerta medianamente abierta, notando el descenso rápido de la nave al ser atraído por la tierra y no poder utilizar sus motores para estabilizarse; se estrellaran, pero su mirada regresa al híbrido de oso.
Lamenta no haberlo buscado, lo subestimó, creyó que estaría bien y claramente no fue así. Spreen siempre fue alguien fuerte, confió que su fortaleza no sería quebrada ni con la arma más letal que pudiera existir, pues lo vio a él como esa arma; sin embargo hasta la espada más fuerte se rompe con los años.
No... Spreen no era un arma, era un humano, era su hermano y él le falló.
— Lo siento, Spreen — sonrió inútilmente mientras le veía con su visión tornándose borrosa ante sus ojos cristalizados, sin notar como sus pequeñas lágrimas flotaban dentro de su casco ante la falta de gravedad.
El híbrido de oso lo miró, y como si pudiera saber lo que necesitaba en ese momento, se acercó para envolverlo en un fuerte abrazo que le hizo sentir protegido, una protección que él nunca dudó en brindarle, asegurándole que nada ocurriría mientras él estuviera allí para defenderlo. Missa jamás pudo darle esa protección nunca. Respiró tembloroso y correspondió al abrazo, cerrando sus ojos conforme los gritos de los demás se tornaron lejanos desde su punto de vista, casi inaudibles; entonces escuchó al menor soltar todo el aire contenido en un suspiro temeroso, permitiéndose finalmente relajarse en medio de todo el caos.
Ambos finalmente encontraron algo de paz en medio de todo el caos; pero Missa deseó tener otra oportunidad. Tiene de regreso a su hermano, pero nuevamente desaparecía, esta vez en sus propios brazos, junto a todos en aquella nave y junto a él.
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Experimento 110 | Spreen
FanfictionSerie de cortos inspirados en la serie "Ultra Hardcore". ➸Fecha de Publicación: 24/09/2023. ➸No apto para todo público; lenguaje vulgar, incluye contenido violento como escenas delicadas, leer bajo su propia responsabilidad. ➸No se hace uso de los s...