Capítulo 5

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Las horas que siguieron a mi encuentro con Javier, fueron inesperadamente hermosas. No solamente por el hecho de que una sonrisa se dibujara en mi rostro cada vez que recordaba a ese chico, sino porque además el impacto que me provocó conocerlo, hizo que soñara con él, con la forma tan linda de hacerme el amor, la timidez de sus besos y la delicada forma como tocaba mi cuerpo.

Mi noche fue tan placentera que al otro día desperté sonriendo, soñando despierta con ese muchacho que me había impresionado de una forma tan agradable, tan linda. No pude separar mis pensamientos de ese chico mientras me bañaba, ni al vestirme y tampoco al salir de la casa, encontrándome nuevamente con Alma, quien me miraba desde el interior de su auto, con un extraño gesto suspicaz y una débil sonrisa en los labios.

- Y ¿Esa cara? - me preguntó, una vez que me subí en la camioneta y me acomodé en mi asiento.

- ¿Cuál cara? - le pregunté, como si no entendiera a que se refería, aunque sabía perfectamente de que estaba hablando, pues antes de salir me había visto en el espejo, con esa sonrisa que iluminaba todo mi rostro.

- Esa cara radiante y alegre, como si te hubieran dado la mejor cogida de tu vida - dijo mi amiga, haciendo que soltara una risilla nerviosa y que ella levantara las cejas en señal de sorpresa.

- Bueno, ayer mi cita fue algo un poco fuera de lo común, fue muy lindo conmigo, me trató de una forma gentil, amable, respetuosa, la verdad me impresionó.

- ¡Vaya! Parece que te encontraste a todo un caballero - dijo, mientras echaba a andar al carro - ¿Qué tan viejo era?

- Para nada, tenía diecinueve años, un chico muy lindo y...

- Bajo de estatura, delgado, con gafas ¿Cierto? - me cortó, mostrándose nerviosa, provocando que una punzada me atravesara el estómago al darme cuenta de que ella también lo conocía, pensando que tal vez ella había estado antes con él, una idea que no me gustó en absoluto, pues rompió de inmediato la fantasía que se había formado en mi cabeza.

- Sí, ¿Cómo...? - el auto se detuvo de golpe.

- Dime, por favor, que no le dijiste lo que pasó con Acevedo.

- Alma ¿Por qué estás tan...?

- ¡Javier es el hermano de Jorge! - un dolor intenso atacó mi estómago, acompañado de una desagradable sensación en el cuerpo que me hizo comenzar a respirar un poco más rápido de lo normal - cuando Jorge manda a una chica con él, es porque quiere saber algo de ella, en tu caso, seguramente lo hizo para descubrir lo que le ocultabas así que...

- ¡Carajo! - dije, sintiendo que el dolor de mi estómago se disipaba por todo mi cuerpo, llevándome a las lágrimas, haciendo que me sintiera engañada, fácilmente burlada por ese muchachito, sabiendo que había sido una estúpida por haberme dejado manipular, que sus promesas seguramente serían palabras vacías.

- ¿Qué fue lo que le dijiste? - me preguntó Alma, severamente alarmada por mi reacción, tanto que incluso orilló el auto, se quitó el cinturón de seguridad y me tomó de la cara obligándome a mirarla.

- Me prometió que no diría nada, me dijo que quedaría entre nosotros.

- ¿Que pasó? ¿Qué le dijiste?

- Fue muy tierno conmigo, hicimos el amor de una forma muy linda y cuando terminamos, me pidió que le mostrara mis piernas - Alma bajó la cabeza, cerrando los ojos de una forma que me hacía pensar en lo mucho que me había equivocado - él me puso la pomada y me vendó, lo hizo con mucho cuidado, me dijo que lo llamara si... - mis palabras cedieron ante el llanto incontrolable que en ese momento me dominaba - ¿Cómo pude ser tan ingenua?

Diana: juegos perversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora