Capítulo 8

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Miles de ideas se aglomeraron en mi pensamiento cuando escuché las palabras de Jorge, todo comenzó a ocurrir en cámara lenta desde el momento en que el entrenador me soltó y nos ordenó quitarnos la ropa, mientras él se dirigía a la puerta y llamaba a los chicos.

Las lágrimas nublaron mi visión por un segundo, para luego ser torturada por mis ojos con la escena de Alma desnudándose, en medio de sollozos, observando el gesto de terror en que se había contraído su cara mientras se quitaba la ropa, temblando de miedo hasta quedar desnuda, recargándose sobre la mesa de masajes, hundiendo su cara entre sus brazos, sin dejar de llorar, gimiendo, víctima del pánico y la impotencia.

Los chicos entraron, bromeando y riendo a carcajadas, haciendo mucho ruido hasta que encontraron a dos chicas desnudas frente a ellos, momento en el que dejaron de hablar, en el que sus risas fueron consumidas por el silencio.

- Entonces podemos hacerles lo que queramos ¿Cierto?

- Solo a la chica que esta recargada en la mesa, a la otra no la pueden tocar.

- Vale, gracias profe - dijo uno de ellos, el más alto y el más fuerte, mientras avanzaba en dirección a nosotras, desabrochando su cinturón en el camino, entre tanto, los otros tipos se quedaban atrás, desnudándose y poniendo su ropa en otra de las mesas.

Jorge se adelantó al muchacho y se dirigió a mí, sonriendo, sabiendo que lo que estaba a punto de presenciar me marcaría para siempre y rompería la hermandad que tenía con Alma. Sin decirme nada me cargó en sus brazos y me subió en la mesa de masajes.

- ¡Jorge! ¡Por favor, no lo hagas! ¡Deja que Alma se vaya! ¡Yo me equivoqué! ¡Castígame a mí! ¡Ella no tiene nada que ver en esto! ¡Te lo suplico! ¡Te juro que no le diré nada de esto nadie! ¡Javier no se va a enterar, no se lo diré nunca! ¡Pero, por favor, no castigues a Alma por mi culpa! - supliqué, llorando desesperada mientras lo hacía, mirando la sonrisa siniestra que se dibujaba en los labios de Jorge al depositarme sobre la mesa, con las piernas abiertas, justo enfrente de Alma.

El chico que había avanzado hacia nosotras tenía su pene en la mano y vertía algo de lubricante sobre el trasero de Alma, mi amiga sollozaba violentamente, agarrando con fuerza las orillas de la mesa de masajes mientras su cuerpo entero no dejaba de temblar.

- Esto no funciona así, Diana - me susurró Jorge al oído mientras veía horrorizada cómo ese chico comenzó a penetrar a mi amiga, sin caricias previas, sin dejar que lubricara correctamente, haciendo que gritara de dolor ante la sacudida que su cuerpo recibió, producto de la fuerza que ese tipo imprimió en su primer embestida - cometiste el error de no tomar en serio mis advertencias, creíste que podías estar por encima de mis órdenes, me mentiste y obligaste a tu amiga a que me mintiera y además insultaste a una de tus maestras - la mano de Jorge tomó el cabello de Alma con fuerza y la obligó a posar sus labios en mi vagina - hoy vas a aprender que con esto no se juega y que las consecuencias por tus errores son graves, tal vez así empieces a obedecer sin cuestionar y a escuchar sin hablar - los gritos de Alma se ahogaban en mi vagina mientras la mano de Jorge no cedía en su agarre sobre el cabello de mi amiga.

El tipo que se cogía a Alma sonreía al escuchar el llanto de la mujer a quien estaba dominando, sus manos capturaron los senos de mi amiga y Jorge levantó su cabeza al jalar su cabello, dándole una tremenda bofetada al ver que no estaba siguiendo su orden, al ver que sus labios no se movían y su lengua se mantenía adentro de su boca.

- ¡Cómete la concha de tu amiga! ¡Si tengo que decirlo otra vez, iré por el resto del equipo de lucha! ¿Está claro?

Por toda respuesta, Alma dirigió su boca a mi vulva en cuanto Jorge dejó de sujetarla; sentir su llanto y sus gemidos ahogándose en mi entrepierna mientras besaba mis labios y lamía mi clítoris, me hizo sentir la persona más miserable del mundo, pues era por mi culpa que esa chica estaba soportando tal clase de martirio, era por mi culpa que Alma, mi mejor amiga, a quien consideraba mi hermana, estaba siendo brutalmente torturada por el primero de aquellos tipos que usarían su cuerpo en los siguientes minutos.

Diana: juegos perversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora