Capítulo 7

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Mariana se acercó a mí, poniendo una rodilla encima de la cama, sin dejar de mirarme a los ojos mientras se reía con sorna de mi estado, sabiendo que estaba demasiado excitada, que aquellos hombres me habían dejado temblando de ansiedad, ante la desesperada necesidad que experimentaba por llegar una vez más al orgasmo.

Cuando mi boca estuvo a su alcance, posó sus labios sobre los míos y nos fundimos en un beso apasionado, compartiendo los vestigios de semen que aún estaban esparcidos por mi boca; al terminar de besarnos se recostó a mi lado y me tomó del cabello con excesiva fuerza para hundir mi cara entre sus piernas, algo que en otro momento pudo haberme provocado una reacción negativa, pero que en ese instante y con la excitación que llevaba encima, solamente me hizo sonreír, un gesto que compartí con esa chica, antes de que mi boca se hundiera entre los labios de su vagina, encontrándome con una hermosa vulva rebosante del semen de aquel hombre que la había penetrado minutos atrás, un manjar que degusté hambrienta, recogiendo con mi lengua hasta la última gota de ese elixir, disfrutando de su sabor tanto como de los gemidos que escapaban continuamente de la boca de la hermosa chica a quien estaba devorando.

Mis labios la besaban con tanta sensualidad y pasión como me fue posible imprimir en cada uno de mis movimientos, brindándole a su clítoris una atención especial, succionando aquel punto de placer y lamiéndolo con ansiedad, necesitando escuchar sus gritos, ansiando atestiguar sus gemidos y sentir su cuerpo retorcerse, llenando mi boca de sus fluidos cuando al fin explotara en un orgasmo.

Un líquido frío me provocó un sobresalto al caer en mi trasero, una sustancia viscosa que poco después supe que se trataba de lubricante. Mi cuerpo se estremeció cuando un par de dedos gordos comenzaron a esparcirlo en la entrada de mi ano, un instante en el que hice el intento de levantarme y girar mi cabeza, sin embargo, Mariana me lo impidió, tomándome con fuerza del cabello y haciendo presión en contra de su cuerpo, embarrando de esa forma mi cara contra su vagina, en lo que claramente era una orden muda para que continuara comiéndome la flor de esa mujer.

Mariana estaba tan excitada que movía sus caderas embarrando sus fluidos por toda mi cara, moviéndose completamente enloquecida, gritando y gimiendo mientras su cuerpo temblaba y sus ojos se ponían en blanco ante el placer que mis labios le estaban brindando.

Los dedos de quien supuse que sería Isaac, el chico negro que minutos atrás se había cogido a Mariana, comenzaron a introducirse poco a poco en mi ano, robándome gemidos discretos en cada ocasión en que incursionaban un poco más al fondo, moviéndose en círculos adentro de mí, tratando de dilatarme cada vez más, lo suficiente como para que entrara su enorme y grueso miembro, generándome algo de ansiedad y miedo al pensar que nunca en la vida me habían metido algo tan grande en el cuerpo.

Mi lengua y mis labios continuaban besando la concha de Mariana sin prestar demasiada atención en lo que hacía, sintiendo un insoportable cosquilleo en medio de mi trasero, una sensación que me hacía gemir tratando de ahogar aquellos sonidos en la vulva de Mariana, quien al parecer recibía aquello con sumo placer pues cada vez que un sonido salía de mi boca, ella tensaba las piernas y agarraba mi cabeza con más fuerza.

Un tercer dedo se coló en mi ano y mis ojos se pusieron en blanco, sintiendo cómo mi cuerpo vibraba ante la sacudida de placer que me recorría centímetro a centímetro.

Mis dedos comenzaron a meterse en el vientre de la chica a la que estaba devorando y gimió completamente entregada a lo que le hacía, apretando mi cabeza con sus piernas mientras la penetraba y movía mis dedos dentro de su vientre, provocando que se estremeciera, que se retorciera con una sonrisa en el rostro y mordiera su labio inferior.

- ¡Ahhh! ¡Eres muy buena, cariño! - dijo la chica, con la voz entrecortada, sin dejar de sonreír.

Las manos de Mariana Abandonaron mi cabeza y tomaron sus senos, apretándolos fuertemente mientras mis dedos penetraban su vagina, mis labios succionaban su clítoris y mi lengua lo lamía tan rápido como podía.

Diana: juegos perversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora