-Era Prima -Capítulo 10 -Myca:

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Myca observaba la pelea de Perach, considerando si ella podría ser útil en la recuperación del poder de su padre. La suerte parecía finalmente sonreírle. Perach lo interrumpió, sacándolo de sus pensamientos.

- Disculpe mi lord. - dijo ella.

-Ya estamos listos para la invocación. Si pudiera ayudarme con su majestuoso poder, en total eh contado diecisiete hombres y veintitrés mujeres.

Myca asintió y caminó hacia un lado de la runa, el cual todavía emitía un fulgor verdoso. Se agachó junto al círculo, extendiendo su dedo índice. Nuevamente, su dedo se tornó negro, mostrando su garra larga y filosa. Myca la enterró justo en el centro del círculo y treinta y nueve runas más aparecieron en perfectas filas de diez en diez, iguales a la primera.

Perach quedó sorprendida ante la facilidad con la que Myca, su nuevo señor, invocaba la magia. Con la mano, Perach hizo una señal para que los cuarenta Fulmianos entraran en las runas.

En perfecto orden, con el Mudra preciso y las palabras indicadas, se escuchó en el viento el coro perfecto de las voces de los Fulmianos:

- "Virtutem antiquam appello, vim barbaricam invoco".

Al unísono, todas las runas plasmadas en el suelo comenzaron a brillar, emanando una barrera verde translúcida que atrapó en su interior a cada uno de los Fulmianos que aun quedaban.

Un gran zumbido seguido de gritos de dolor y desesperación invadió el ambiente. Rápidamente, la luz se disipó y una estela de humo emanaba del suelo donde habían realizado la invocación.

Perach abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que solo un puñado de personas estaban de pie. El resto era una imagen de terror, cuerpos carbonizados en diversas posturas, evidenciando el sufrimiento antes de partir de este plano.

Myca inhaló con profundidad, seguido de una exhalación de satisfacción, el olor a carne quemada se dispersaba por los alrededores.

Perach también notó que los sobrevivientes tenían un semblante distinto, el mismo Símbolo de la Runa ahora plasmado en sus cuerpos, como un tatuaje, un aura de malicia en sus rostros y un brillo verde brillante se podía vislumbrar en sus ojos.

De inmediato, se podía notar que su fuerza física había aumentado. Parecía que todos los Fulmianos de pie estaban sorprendidos por la nueva sensación en sus cuerpos, ya que ni siquiera se habían percatado de los cadáveres calcinados a su alrededor. Myca asintió con la cabeza, y Perach de inmediato, con voz gutural llena de autoridad, gritó:

- ¡Atención!, su señor está a punto de hablar.

Al unísono, el pequeño ejército se arrodilló ante Myca. Esto le causó una sensación de satisfacción. Myca avanzó con paso firme y decidido frente a sus hombres y mujeres, las manos fuertemente apretadas a la espalda. Su mirada fría y calculadora escudriñaba cada uno de los rostros de los soldados, imponiendo respeto y temor en sus corazones. El aura de autoridad que emanaba de él era tan palpable que incluso el viento parecía ceder a su paso. Los soldados seguían sus movimientos con atención, sabiendo que aquel que se atreviera a desobedecer las órdenes no tardaría en conocer la ira de Myca.

Myca, aun pavoneándose con malicia frente a su pequeño ejército.

-Solo dieciocho sobrevivieron. -Dijo con desdén. -Bien, bien, como pueden estar viendo, lo que hace el poder de la Runa es exponenciar a base de la ira las habilidades que ya poseían. Eso significa que en su mayoría siguen siendo patéticos. -Recitaba con burla.

-¡Ahora! -dijo alzando el tono de su voz.

-Veamos qué tan fieles son . Quiero que demuestren su devoción hacia mí, que muestren que valen algo más que el polvo bajo mis pies.

LA LEYENDA DE LOS GUERREROS: EL ORIGEN DE LA MAGIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora