-Era Prima -Capítulo 16 -Kael:

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Kael, enfurecido al ver el inminente ataque y a la pequeña desprotegida, concentró rápidamente su poder en su mano. Sintió como el calor se concentraba en su palma, formando rápidamente una espada de truenos. Al mismo tiempo, con su mano libre, comenzó a dibujar una runa en el aire, aprovechando la estática que producía su cuerpo.
Uno de los ancianos de la aldea que estaba escondido con el resto de los Thunderianos, intentó persuadirlo, pero se dio cuenta de que era demasiado tarde cuando se percató de la runa que estaba por invocar el joven Kael. Estaba dibujando apresuradamente la Runa de Velocidad:
La Runa de Velocidad es una de las más codiciadas por los guerreros, ya que otorga una velocidad sin igual que los hace casi imparables en batalla o les permite entregar mensajes importantes en tiempo récord. Su forma es simple, pero su poder es indudable. Una línea en forma de rayo rodeada por un círculo es todo lo que se necesita para invocar su poder. Pero no es una tarea fácil, pues el poder de la runa depende de la habilidad del invocador y no todos son capaces de canalizar su energía mágica de la misma forma. Aquellos que pueden hacerlo, pueden llegar a ser más rápidos que el viento y desplazarse a velocidades impresionantes. Sin embargo, la Runa de Velocidad no es una herramienta infalible, ya que su uso prolongado puede agotar el poder mágico del usuario y poner en peligro su vida.
Kael murmuró:
-"Dóse mou tachýtita"
En un instante desapareciendo de la vista de los demás miembros de su clan.
Al instante siguiente de invocar la runa de velocidad, Kael comenzó a correr con todas sus fuerzas. Podía ver cómo todo a su alrededor parecía estar quieto como si fuese una pintura. Se centró en el soldado Barbaricus que tenía el hacha en la mano. Le dio la impresión de que estaba atacando a una estatua, ya que gracias a la runa de velocidad se movía más rápido que el aire. Kael levantó su espada formada por rayos, apuntando al brazo del soldado. Bajando la espada con fuerza, logró separar el brazo del soldado de un solo tajo. En el mismo movimiento, tomó a la pequeña Thunderiana en brazos y se alejó unos metros antes de que el efecto de la runa terminara.
Colocando a la bebé detrás de él y sosteniendo la empuñadura de la espada con fuerza, Kael miró con recelo al pequeño pelotón. Vio a los ojos a Perach con confusión, devanándose los sesos intentando entender por qué Perach tenía esa nueva forma y por qué los Fulmianos tenían un semblante de malicia y odio. Fue sacado de su ensimismamiento cuando escuchó a Perach saludarlo con cinismo. Fue entonces cuando entró en razón.
Con voz autoritaria llena de confianza, como el futuro líder de la aldea, dijo:
-¿Qué es lo que desean? ¿Por qué vienen a visitarnos de manera hostil? ¿Acaso hemos hecho algo que los haya ofendido?
-De hecho, no han hecho nada. -respondió Perach rápidamente mientras caminaba con gracia hacia el soldado que había atacado a la pequeña Thunderiana.
-De hecho, vinimos con gusto, a extenderles una invitación obligatoria a venir con nuestro nuevo amo. -añadió.
De repente y sin que nadie lo esperara, Perach soltó un golpe en el pecho al soldado, atravesándolo. Kael quedó anonadado al igual que el resto de los espectadores de aquella escena sangrienta, al presenciar la nueva fuerza de Perach. El soldado que sostenía su muñón, quedó perplejo, abriendo los ojos de par en par. En un movimiento rápido, Perach sacó su mano incrustada en el pecho de aquel soldado. De inmediato, el hombre se desvaneció a los pies de Perach, inerte.
Perach miró sobre su hombro a los quince guerreros que le quedaban.
-Dije que los quería vivos. -Respingó apretando los dientes.
-Esto es lo que les pasa a los que osan desafiar mis órdenes. -añadió, apretando su puño y haciendo trizas el corazón de aquel hombre que mantuvo en su mano.
-¡Thunderianos! -Gritó Kael con fuerza, aprovechando el momento en que pensó que Perach estaba distraída.
-¡A sus posiciones!
El sonido de la orden de Kael resonó en el campo de batalla, y al instante un ejército de Thunderianos bien entrenado se movió como una máquina bien aceitada. Tomaron sus posiciones rodeando a los Barbaricus, listos para atacar a la menor provocación. Kael se encontraba confiado, ya que sabía de antemano que los Fulmianos no eran guerreros poderosos, eran solo humanos. Ellos tenían el elemento del trueno a su favor.
-¡Dónde está Raekar! -Exigió Kael con voz firme.
-Muerto. -Respondió Perach con una tranquilidad que desconcertó a Kael.
Un grito ahogado se escuchó por parte de los Thunderianos, pero Kael no podía permitirse dudar ahora.
-¡Mientes! -Espetó Kael, aferrándose a la esperanza de que Raekar estuviera vivo.
-Puedes pensar lo que gustes. -Respondió ella, estirando la mano y asintiendo con la cabeza.
Uno de sus soldados se acercó rápidamente y colocó la lanza de Raekar en las manos de Perach. Ella la alzó por encima de su cabeza y la hizo girar con gracia, antes de dejarla caer al suelo e incrustarla en la tierra por la punta.
Kael apretó con fuerza su puño, sintiendo la electricidad que fluía a través de él, resonando con el rugir de la tormenta que se avecinaba en el horizonte. La confianza en sus Thunderianos, un eco de truenos en sí mismos, lo envolvía, pero también sabía que esta batalla no sería fácil.
Perach, con la lanza de Raekar clavada en la tierra, sonrió con desdén. La escena se estaba preparando para un enfrentamiento épico, una danza de truenos y relámpagos que definiría el destino de los Thunderianos y los Fulmianos.
En el centro del campo de batalla, donde los elementos chocaban y la electricidad cargaba el aire, Kael y Perach se encontraron. Sus miradas chispearon como el fuego que danzaba en sus almas, antiguos amigos ahora enfrentados por lealtades divididas.
La lluvia comenzó a caer, un telón de gotas brillantes que reflejaban los destellos de la magia que se desataba. Los truenos resonaban en armonía con los latidos acelerados de los corazones de los guerreros.
La primera chispa de la batalla iluminó el cielo nocturno cuando Kael alzó su espada de truenos y Perach respondió con un movimiento ágil de la lanza de Raekar. Los Thunderianos y los Barbaricus se enzarzaron en un conflicto caótico, pero en el centro de la tormenta, Kael y Perach libraban su propia guerra.
El choque de sus poderes resonaba como un eco ancestral. En cada golpe, relámpagos danzaban, y la lluvia intensificaba la ferocidad de sus movimientos. Kael, con determinación tallada en su rostro, recordaba la antigua amistad mientras se enfrentaba a la fuerza traicionera de Perach.
La batalla se convirtió en un torbellino de elementos, una danza frenética que parecía fusionar cielo y tierra. Y en medio de esa tormenta, mientras los truenos rugían su aprobación, Kael y Perach se sumieron en un conflicto que sellaría el destino de ambos clanes.

LA LEYENDA DE LOS GUERREROS: EL ORIGEN DE LA MAGIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora